LA CIUTAT CREMADA
En poco menos de dos horas, lo que va de las cinco (hora lorquiana y taurina) a las siete de la tarde, hemos pasado de la euforia al terror y todo a poco menos de cuatrocientos metros de distancia.
La manifestación que ponía punto y final a tres jornadas de “marxa contra la injusticia” se desarrollaba con normalidad, en ambiente festivo y demostrando la capacidad de una sociedad como la parte catalana independentista de movilizarse y expresarse de forma pacífica para defender sus convicciones en las calles de Catalunya. Incuestionable el éxito de esta iniciativa de la propia sociedad. Era emocionante ver la masa de ciudadanos dirigirse hacia el Paseo de Gracia de Barcelona. Demostración de que hay un sustrato al que hay que atender en su aspiración a salir de la España que, ellos creen, ni les entiende, ni les respeta.
Cuando todavía sonaban los ecos de las palabras de los organizadores de la manifestación. A unos cientos de metros otra manifestación (con tintes claramente revolucionarios) frente a la Jefatura Superior de Policía se convertía en el pistoletazo de salida de una de las noches más violentas que Barcelona ha conocido desde su “Ciutat Cremada”…Los sucesos, que hemos seguido en directo vía teles o por las informaciones de amigos y familiares que viven en el meollo, no nos pueden dejar indiferentes a nadie.
Las imágenes están ahí y ahora cabe analizar el por qué de todo esto y las responsabilidades políticas, penales y otros derivados que deben depurarse de una noche de terror como la vivida este día 18 de octubre.
Primero y por encima de todos, la ineptitud de Quim Torra. Demostrada por la falta de coraje para intentar frenar la escalada de violencia en la capital de Catalunya. El primer día en una patética alocución vía TV3 decide que “los angelitos” de anoche son infiltrados y provocadores sin especificar, como dando a entender que todo es una acción desde dentro de las policías para desestabilizar…Y con eso sustituyó el agua de apagar fuegos por gasolina para proseguir el incendio. Imperdonable. Ayer el silencio más absoluto. Bastó un twiter para salirse por la tangente con la que estaba cayendo. Ni los suyos, ni los otros han sido capaces de interpretar su cobardía.
La segunda es la incapacidad del operativo policial (Mossos, Policía Nacional y Guardia Civil) para garantizar la defensa de personas y bienes en la zona donde se produjeron los disturbios. Supongo que sus servicios de información (las redes sociales iban más rápidos que ellos) habían detectado, el lunes la intencionalidad de crear el clima Hong Kong, en el aeropuerto de Barcelona y desde entonces la preparación de estos “violentos” anti sistema para la noche de terror…Algo falló a la vista de los destrozos de mobiliario urbano y propiedad privada que ha dejado esta guerrilla urbana (perfectamente organizada) La contundencia en la represión de los actos violentos no debe estar reñida con la debida proporcionalidad en la actuación policial. Esta máxima hay que respetarla, pero no puede darse la sensación de impunidad como la que vivió el centro de Barcelona desde las siete de la tarde hasta que se cansaron y se fueron a dormir. La superioridad del orden debe demostrarse para frenar la escalada de violencia. Si hay extralimitaciones en esa necesaria proporcionalidad debe investigarse en los casos puntuales (los mecanismos correctores deben funcionar en un Estado de Derecho y no policial) Pero por encima de todo la seguridad de los ciudadanos (las caras de pánico de quienes vieron el fuego a escasos metros de su vivienda era un poema de terror)
Lo de salvaguardar la “convivencia ciudadana” (se ha puesto de moda en todos los discursos políticos) solo llegará por la vía del diálogo y el respeto a las reglas de juego. En un Estado de Derecho con una democracia madura la revolución no puede sustituir a la convivencia. Como dijo Genma Nierga aquel día tras el asesinato de Ernest Lluch: “Ustedes políticos que pueden dialoguen por favor”