Olba (Teruel)-Albarracín
De nuevo en la carretera hacia Teruel. En esta ocasión seguiremos en dirección a Zaragoza, a unos kilómetros después de pasar la capital turolense, encontraremos un desvío a la izquierda que nos conduce directamente a Albarracín después de 25 kilómetros con alguna curva de más. Albarracín es la puerta de los Montes Universales, donde nacen el Tajo, o el Turia por ejemplo. Un paraíso de la naturaleza que vale la pena disfrutar.
La Sierra de Albarracín es uno de los principales atractivos de esta zona de la provincia de Teruel en su límite con Cuenca; sin duda los Montes Universales son el condimento imprescindible para una buena receta para los sentidos. Pero empecemos por Albarracín:
Desde la más lejana prehistoria estuvo poblada Albarracín y sus tierras, como prueban las pinturas rupestres del Rodeno. Sobre castros celtas surgió la población romana, que al cristianizarse se llamó Santa María de Oriente. Con la invasión musulmana llegó aquí un grupo berberisco de la tribu de los Ibn-Racin, que le dio su nombre de villa. La disgregación del califato de Córdoba de que dependía, produjo su independencia como reino taifa musulmán, que tuvo tres reyes y duró 94 años, pero con la llegada de los almorávides a Al-Andalus, Albarracín pasó a depender del Reino de Valencia. Amparado inicialmente a la sombra del castillo, que se alza sobre un peñasco, el caserío debió contar ya desde el siglo X con una muralla que lo encerraba y separaba del entorno. Una posterior ampliación de la ciudad en el siglo XI quedó igualmente encerrada en un nuevo recinto de murallas, posteriormente rehechas, que son las que hoy podemos ver. Posteriormente, por cesión, pasa a manos de la familia cristiana de linaje navarro de los Azagra, que harán de esta ciudad un Señorío Independiente de Castilla y Aragón desde 1170, creando un obispado propio y haciendo prosperar su economía basada en la ganadería, el comercio y la industria de la lana, para lo que contaban con batanes, telares y molinos. Tras el fracaso de conquista por parte de Jaime I en 1220, es Pedro III de Aragón quien la conquista en 1285, pasando definitivamente a la Corona de Aragón en 1300. Esta serie de hechos políticos tuvieron como base la importancia de la fortaleza y del sistema defensivo de Albarracín. Ello se aprecia más cuando se ve el interés que tuvieron los reyes aragoneses, especialmente Jaime II y Pedro IV, en la conservación y restauración del conjunto defensivo. Dentro de su recinto amurallado, la escasez de terreno utilizable obligó a disponer calles estrechas, casi sin plazas ni espacios libres y encerradas por la edificación en altura que no permitía ni siquiera un contacto visual con el exterior.
A partir del siglo XVI, cuando ya las murallas han perdido su interés, surge un barrio extramuros del Portal de Molina y parte de la población de la ciudad dedicada a la agricultura se traslada al llano (el Arrabal). Al perder su independencia fue perdiendo su destacado papel político aunque mantuvo una pujante economía durante varios siglos, constatada por la existencia de un importante barrio industrial con talleres de paños e hilados situado entre el castillo y la iglesia de Santa Maria. Este barrio fue destruido durante la guerra de la Independencia, hecho que marcó el comienzo del declive económico de la ciudad. Los barrios que han desaparecido y las casas destruidas durante la Guerra Civil han provocado una profunda transformación en la ciudad permitiendo transformar solares en parques, jardines y plazas más amplias, modificando el primitivo carácter cerrado de los espacios urbanos, que no obstante, aún se puede observar en los barrios de la calle Azagra y del Portal de Molina, en donde se ha mantenido casi en su totalidad la edificación. Actualmente el turismo y la industria maderera son las principales actividades económicas de la ciudad.
Emplazada en una colina de los Montes Universales, es ciudad medieval que se asienta en el istmo y la península que forma el río Guadalaviar (foto 1). Está rodeada en sus cuatro quintas partes por un profundo tajo que hace de foso defensivo, complementado por el imponente cinto de murallas que culminan en el castillo del Andador.
Cuenta con abundantes monumentos, como la Iglesia de Santa Maria, la Catedral, el Palacio Episcopal (recientemente restaurado por la escuela-taller de la localidad), algunas mansiones señoriales, entre las que destaca la de los Monterde, y una peculiar arquitectura popular donde destacan la casa de la Julianeta, la casa de la calle Azagra, la plaza de la Comunidad y la pequeña y evocadora Plaza Mayor.
Pero el encanto de Albarracín está sobre todo en el trazado de sus calles adaptadas a la difícil topografía del terreno, con escalinatas y pasadizos y en el conjunto de su caserío de muros irregulares, de color rojizo, con entramado de madera, en difícil equilibrio, con aleros que se tocan. Una característica diferenciadora de la ciudad de Albarracín respecto a los pueblos de la Sierra es el empleo abundante de las estructuras con entramado de madera y tabicones de yeso rojizo que confieren el color característico al conjunto. El yeso es material característico en Albarracín, más incluso que la piedra. La arquitectura de madera y yeso es más liviana que la de piedra, lo que reduce el volumen de materiales a utilizar, y en el caso de la ciudad economiza el costo de la obra por la dificultad de acceso de los mismos a ésta.Cada rincón, cada casa, es objeto de admiración por sus puertas y llamadores, sus diminutas ventanas con visillos de encaje, sus balcones corridos en rica forja y de madera tallada, … El monumento principal de Albarracín es la ciudad misma, con todo su sabor popular y aristocrático, reflejo de su historia y del buen hacer de sus gentes.
La ciudad de Albarracín está situada a 1.171 metros sobre el nivel del mar condicionando esta altitud su clima, que se puede clasificar dentro de los mediterráneos de montaña, con matices continentales, siendo su temperatura media anual de 11o y la precipitación de 480 mm. Clima y altitud han condicionado a su vegetación, siendo la sabina albar la especie clímax. Junto a ella diversas variedades de pino y de robles y encinas degradados. De gran belleza es el paisaje del rodeno, contratando su color rojo con el verde de los pinos. Las calizas son famosas por su contenido en fósiles del jurásico.
Ya hemos mencionado La Sierra de Albarracín. Los Montes Universales son su máximo exponente allí la naturaleza hace suyo el paisaje.
La naturaleza ha sido generosa en la Sierra de Albarracín, pudiendo encontrar en ella una gran diversidad de ecosistemas. Cañones, profundos barrancos, cortados, peñas, escarpados roquedales, parameras, valles, suaves praderas, extensos bosques… con una gran riqueza en flora (pinos-albar, laricio, pináster, sabinas, acebos, robles, quejigos…) y fauna (ciervos, corzos, jabalíes, gato montés, ardillas, …, aves migratorias, rapaces y otras especies de gran valor). En la Sierra encontramos también fuentes, manantiales, lagunas y nacimientos de ríos, como el Tajo, Guadalaviar, Cabriel y otros de menor importancia fluvial, formando caprichosos remansos, pozas, cascadas…. Todo esto unido al aire limpio y fresco que aquí se respira y al verdadero espectáculo que ofrece el cielo por la noche, hacen que un recorrido por estos bellos y tranquilos parajes dejen un recuerdo inolvidable al viajero.
El clima lluvioso favorece la proliferación, en otoño, de gran variedad de setas, convirtiéndose en estas temporadas en un auténtico paraíso para los micólogos, siempre que se obtenga el correspondiente permiso de los agentes forestales.
Hay rincones, aún, que parecen estar aguardando la llegada del visitante. Se da una amistosa confabulación gracias a la cual, una y otra vez, y siempre como si fuese la primera, tierras, cosas, gentes, parecen disponerse para atender como se debe al recién llegado. Y a la inversa, cruza el ánimo del viajero la confirmación de algo presentido y la euforia del descubrimiento como si, aún a sabiendas del absurdo, fuera él, y no otros antes, el primero en descubrir lo que alcanzan ver sus ojos. Para caer, las más de las veces en un estado de frustración, o de autocompasión, maltratado a caponazos su orgullo de hombre viajero y sin embargo ignorante hasta el momento del mágico encanto virginal que encierra cada repliegue de estos Montes Universales, de estas sierras que llaman de Albarracín.
La de Albarracín es una sierra modesta que no alcanza a romper la barrera de los dos mil metros de altitud. Su pico más alto, el Caimodorro, cerca de Bronchales y Orihuela del Tremedal se queda a sesenta y cinco metros de la hazaña. Lo que la hace singular, de una belleza difícil, es la brutal alteración del relieve formada por la impresionante acumulación de ríos en origen. En estos parajes nace el Tajo, el Guadalaviar, el Cabriel y otros muchos más de menor pedigrí fluvial. El barranco, más que la cimas, es el señor de la sierra. Insospechados tajos laboriosamente trabajados por ríos de aspecto infantil, sobrecogedores barrancos que ponen a prueba el vértigo del más aplomado.
Vista desde el camino parece como si esta sierra estuviera invertida, de forma que más que a escaladas épicas invita a zambullirse en los profundos y quietos recodos del barranco.
Para los geólogos una ración de Montes Universales es como ponerle tiza a un tonto. Sin aviesas intenciones se puede decir que aflora desde el paleozoico hasta el terciario, pasando por el mesozoico, el jurásico y el cretácico. Los macizos antiguos como el Tremedal, la Carbonera o el Collado de la Plata, alternan con los relieves de rodeno cuya erosión da lugar a encantamientos de piedra. A las parameras calcáreas se suman, las muelas, resignados montes desmochados, y los valles meridionales.
Sobre esta rugosa corteza de tierra trabajada por los años, el bosque de coníferas da la imagen de marca. Tan sólo algunas zonas de páramo, pocas, y el llano de cereal por Ródenas y Pozondón rompen el unánime predominio de las sabinas, el pino, sobre todo el pino y el rebollo. Abajo, en angostura del barranco, flanqueando el trajinar del agua, menudean chopos, sauces, alisos álamos, fresnos y demás árboles de ribera.
Al abrigo de ésta espléndida boina vegetal se han llegado a contabilizar mil trescientas especies vegetales, desde las plantas medicinales hasta las setas, sustento natural de todo un tropel de bichos de distinto pelaje y condición: ciervos, algún jabalí, zorras, gatos monteses, comadrejas, tejones, topillos, ardillas, liebres, conejos… y entre los que vuelan, perdices, codornices, palomas torcaces, tordejos, trepadores, piquituertos, arrendajos, ruiseñores, jilgueros, alondras y toda clase de rapaces, sin olvidar las mariposas entre las que la isabelina, de gran tamaño y abigarrado colorido, es acaso la más atractiva de Europa. A remojo, podemos toparnos, si acompaña la suerte, incluso con alguna nutria en el Guadalaviar, amén de la copiosa trucha y la casi milagrosa existencia de cangrejos, especie ésta que en el resto de la Península tan sólo existe ya en el recuerdo emocionado de los gastrónomos.
Al sureste de la Sierra de Albarracín se esconde uno de los conjuntos paisajísticos y culturales más sorprendentes de Aragón: el Rodeno de Albarracín. Se trata de un impresionante conjunto formado por un extenso pinar, sobre areniscas rojas del Triásico depositadas hace más de 200 millones de años y cuyo colorido adopta matices de color vino, originado por las colonias de líquenes que se asientan sobre las rocas.
Este singular paisaje fue ocupado por el hombre prehistórico, conservándose importantes muestras del arte rupestre levantino, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
LOS PUEBLOS:
La Sierra de Albarracín encierra una de las gastronomías más variadas de la provincia de Teruel. No hay nada más reconfortante y placentero que probar nuestra sabrosa cocina aragonesa, platos hechos con recetas simples, pero exigentes en productos auténticos y de calidad. Especial mención merecen: ternasco de Aragón, estofado de ciervo, caldereta de cordero, conejo escabechado, migas con uva, farinetas, gachas, gazpacho de pastor, sopas de ajo, revuelto de setas, huevos con jamón, truchas al vino…, y por supuesto todos los productos derivados del cerdo, jamón serrano, conservas, embutidos…, siempre acompañados de buen pan y excelente vino, y entre los postres destacan las famosísimas almohábanas de ben Razin.
El Guadalaviar a su paso por la ciudad es uno de los mejores ríos trucheros de España. En la Reserva de Caza Montes Universales, que ocupa una extensión de 50.000 hectáreas, es posible cazar ciervo a rececho y selectiva, jabalí en batidas y aguardados, y caza menor en mano. La población de cérvidos que acoge la Reserva de Caza de los Montes Universales es, según la Diputación General de Aragón, de unos 1.500 ejemplares. En la Reserva también pueden encontrarse corzos y de forma esporádica gamos. El entorno de la Reserva de Caza de los Montes Universales afecta a los términos municipales de Bronchales, Villar del Cobo, Guadalaviar, Griegos, Frías de Albarracín, Orihuela del Tremedal, Noguera, Calomarde, Torres de Albarracín, Tramacastilla, Monterde de Albarracín y Albarracín. A los municipios turolenses reseñados se le añaden dos más de la provincia de Guadalajara y que son los de Checa y Orea, colindantes con Orihuela del Tremedal.
Es difícil destacar algún que otro restaurante. Incluso los menús suelen ser de excelente relación calidad-precio.
RESTAURANTES
Hotel Albarracín | 3 tenedores | 978710011 | consultar | C/ Azagra, 22 |
Asador Albarracín | 2 tenedores | 978710305 | consultar | Ctra. de Teruel s/n |
Hospedería El Batán | 2 tenedores | 978706070 | consultar | Ctra. comarcal 1512, km.43; Tramacastilla |
Cuquete | 1 tenedor | 978710256 | consultar | C/ Llano del Arrabal, 18 |
El Bodegón | 1 tenedor | 978700355 | 11 € | C/ Azagra, 2 |
Hostal Los Palacios | 1 tenedor | 978700327 | 9 € | C/ Los Palacios, 21 |
Se acaba el día y ya volvemos a la base. Sería recomendable un día más para conocer con más detalle los pueblos de la Sierra. Lo haremos.