Me comentaba un granadino a estas horas de la noche: “Ya es mala suerte ir a un pueblo (turístico) de cien habitantes y que te pongan una multa por aparcar mal”. Pues sucede. Cuando se trata de Soportujar en la Alpujarra, donde los gentilicios son “brujas” y “brujos” y te recibe un “bruja” con cara de malísima, no es extraño que a eso de la una y media te encuentres la “papela” del ayuntamiento en el parabrisas del coche alquilado (a pagar que son 25 del ala)
Vayamos por partes, a eso de las nueve nos ponemos en marcha con un desayuno clásico de Enrique Tomás en la estación de trenes de Granada donde recogemos el coche de alquiler. Repuestos en lo físico y los fisiológico nos encaminamos a la Alpujarra, por aquello de completar una visita a Granada donde nos han quedado muchas cosas para la próxima. Especialmente todo lo que acontece a García Lorca y esa vega del Genil. Volveremos.
Pasamos por Lanjarón (la de las aguas) de los balnearios con sus aguas termales. Rápidamente llegamos a Soportujar, primera etapa. Todo un acontecimiento plagado de brujas, algunas asoman detrás de las puertas, otras aparecen por las rejas del piso de arriba, en cualquier balcón te sale `por sorpresa o sin ella una bruja. En los tinaos (arquitectura típica) te puedes encontrar una serpiente gigante con cara de buena persona. Mas tarde y allí arriba te puedes acercar a la casa de Hansel y Gretel…por favor no te pierdas esta localidad (a pesar de la multa)
Con la denuncia en la mano nos vamos a Pampaneira, la ciudad de la Alpujarra donde todas las casas están dedicadas al turismo sea de invierno o verano. Sus terrazas ocupadas, sus tiendas de mermeladas lo venden casi todo. En la panadería pestiños y perrunas y una bota de vino dulce en tinto y blanco. La fábrica de chocolate de la abuela sigue en su sitio. Jarapas y telas, algún cactus en esparto o ropas para mayores y pequeñitos. Pampaneira es turismo en grado sumo.
Con la imagen del Mulhacén (la montaña más alta de la península) que aparece y desaparece entre las de esta sierra, nos vamos hasta Capileira, la otra localidad de la Alpujarra que ha encontrado en el turismo (estable o de día) su razón de existir. Como si fuera una población de costa, pero sin playa, todo mira a esa industria que seguramente es la parte esencial de su PIB. Allí las chimeneas de sus casas (de formas singulares) añaden atractivo al paisaje y a la construcción típica de esta zona. Comida en el Asador (otro acierto) Al lado de nuestra mesa un grupo daba cuenta de un menú de aquí, con sopa y platillo alcarreño con huevo, longaniza y morcilla acompañado de esa panceta para “desengrasar”. Viéndolo uno piensa y “después una buena siesta”.
Regreso a Granada, algunas luces de Navidad y punto final a esta Granada de noviembre del 24.