10 DE NOVIEMBRE DE 2019

DEL RURAL AL TURISMO

Bien podría definir el recorrido de hoy por esta parte de la Puglia. Dejando de lado la costa adriática que tiene como principal industria el turismo que explota las condiciones que le son propias, mar, playa, sol y como consecuencia: restaurantes, chiringuitos y demás complementos. Nos hemos centrado en dos localidades que no hace mucho dependían de la gran extensión de olivos centenarios (algunos deben ser milenarios) y de su aliado natural, el vino. Cada una de ellas tiene una característica diferente que las hace singulares y ha permitido pasar del campo como principal actividad al turismo como base de su PIB y del poder adquisitivo de sus ciudadanos.

La primera, Alberobello…seguramente la que ofrece al visitante algo que no verá en ningún otro sitio del mundo. Los Trulli. Se denominan a las casas de esta localidad construidas en piedra de techos cónicos que acaban en adornos particulares de cada familia. Cuanta la leyenda que se construían de esta manera para eludir los impuestos. Al llegar los recaudadores los agricultores que vivían en ellas, las derruían y evitaban el pago. Cuando se había ido el recaudador se volvían a construir. De ahí que se construyeran  con piedra seca, sin ningún cemento. Así entre los siglos XV y XIX…cuando ya se empezaron a tratar con argamasa para hacerlas más estables.

Pasear por esos barrios de Alberobello da una sensación de encontrarse en otra galaxia…En un momento podríamos hasta pensar en un poblado a lo “turístico” como Biniveca en Menorca. Pero no, aquí los trulli son auténticos y empezaron a construirse en el siglo XV, aunque su apogeo (a medida que crecía la ciudad) fue del XVI al XVIII. Lo cierto es que se ha convertido en el principal atractivo turístico de la Puglia y por tanto una buena parte de ellos hoy son, restaurantes, pequeños comercios o tiendas de souvenirs (prisioneros de si mismos) Todo en ese contexto que confirma que la primera industria del mundo es el turismo. Pues pese a todo es una auténtica gozada pasear por sus calles. Seguramente un recuerdo que entrará en el archivo de los “yo también los vi”. Lo mejor de todo ha sido verlos casi sin turistas, a primera hora de la mañana, cuando ni siquiera la gente del pueblo se había echado a la calle.

De ahí, siguiendo la senda de los olivos (insisto en la belleza de esta zona agrícola) la mayoría con esos troncos retorcidos por la edad (casi todos centenarios y algunos puede que milenarios) Ayer vimos como vareaban a mano (recuerdo el año pasado por la zona de Granada que se hacía con varas mecánicas) lo que ya no se estila y menos ante la cantidad de olivos que hay. Nos hemos ido hasta Ostuni. Antes una breve visita al mar Adriático en un día de sol resplandeciente. No hay que resistirse a la tentación. Ostuni es un pueblo construido en un altozano cuyo casco antiguo se asemeja a cualquiera de los pueblos blancos de Cádiz. Paredes encaladas, en constante subida hasta la Catedral y calles estrechas que te llevan a viviendas de difícil acceso. Nos cuenta una señora del lugar que hasta no hace más de 30 años los ciudadanos de la parte nueva de Ostuni no iban a lo que hoy se conoce como centro histórico por un mal entendido miedo de la gente que vivía en esa parte. Hoy es un polo de atracción turística que ha cambiado (no la fisonomía, porque de eso viven) pero si la economía del lugar. Hemos visto en medio de ese maremagno de calles y casas en pendiente un hotel de cinco estrellas instalado en uno de los palacios del siglo XVIII. Ostuni es muy atractivo y de obligado cumplimiento si uno se decide a recorrer esta preciosa región de la bota italiana. No solo de sol y playa debe vivir el turista. La intención era visitar Bríndisi, pero una vez allí, nos ha parecido una ciudad muerta, con sus dos castillos (después de ver el de Bari…) Hemos pasado y camino a Lecce que a priori y según las referencias es mucho más atractiva. El primer contacto lo confirma, pero esperamos a mañana…con la ciudad en plena actividad. Ahora en “casa Holly” a esperar los resultados electorales…Mañana después de Lecce, dejamos el Adriático para ir a buscar el Mar Jónico…apenas 50 kms. Hoy comida y cena en el bistró Holly de la mano de la chef Mateo (nada mejor que en casa o eso dicen)