Aunque la crónica de hoy 19 de noviembre debería llamarse “las tres mentiras” en honor a Santillana del Mar, que como ustedes saben, ni es santa (a pesar de las clarisas y sus dulces) ni es llana, ni tiene mar. Es lo fácil y casi gracioso. Pero la mañana empezaba tarde (claro aquí no amanece temprano) y se desayuna, a horas de segundo café. A esa hora la lluvia nos había dado una tregua (después de mojarse todo el equipaje) y el sol se asomaba para dejarnos un ratito de turisteo por Santillana del Mar hasta las clarisas. Edificios con aires medievales, casas blasonadas convertidas en posadas u hoteles de tres estrellas. Puerta si y la otra también con ofertas de todo tipo, sobaos, quesadas, quesos de la zona, corbatas de Unquera y mientras en los balcones unos cuantos claveles de aire que le dan un aspecto distinto. Fotos a unos y otros para que conste gráficamente que hemos estado aquí. Lo importante para el final…la Colegiata del siglo XI con uno de los claustros mejor conservados del románico cántabro. Su portada es un compendio del arte románico de la época. Incluida la torre cilíndrica. La iglesia majestuosa, los ábsides presentes dentro y fuera, el claustro perfectamente conservado, aunque algunos capiteles han sufrido el desgaste. Todo pasado por agua, incluido s unos instantes de granizo (aquí se pasa de sol tímido a granizo en apenas segundos). A la salida de nuevo el sol ilumina la portada. En hora y media de andar ligero (la lluvia te obliga) se recorre esta localidad, al margen está Altamira que se ha quedado en una entelequia para cualquier turista (menos mal que en el viaje del cole, allá por el 68 del siglo pasado pude verlas) Coche, 17 kilómetros y Comillas…el Capricho de Gaudí como prioridad (espléndido y representativo del arquitecto catalán) que por estos lares tiene también dos edificios…el palacio arzobispal de Astorga y la Casa Botines en León. De ahí al Palacio de Sobrellano…panteón incluido. Al fondo la Universidad pontificia…y de frente al mar Cantábrico (hoy con cierta bravura) Un cementerio único con vistas al mar (bueno como el de Luarca) Una ciudad que invita a quedarse, a pasear por su paseo marítimo. El tiempo de luz entre labores domésticas había que aprovecharlo (sobre todo porque había una tregua celestial con la lluvia) Nos vamos has el Parque Natural de Oyambre y su playa (para mi una de las más representativas de este mar) quizás de las más bellas que puedas contemplar. En la del Pájaro Amarillo (llamada así porque allí aterrizó el vuelo trasanlántico de un avión de dicho nombre, que debería haber llegado a París, pero…) los surfistas aprovechaban cualquier ola para practicar (sin resultados destacables) Las marismas le confieren sin duda una belleza única…mañana volvemos porque está camino de San Vicente de la Barquera…Paseo de rigor sorteando algunas gotas traicioneras. Frío, agua, ahora sí que estamos en otoño.