CIUDAD IMPERIAL
Despedíamos Estambul con un largo recorrido hasta el nuevo aeropuerto (donde cristo perdió el gorro) Pero de una grandiosidad extrema. Seguramente uno de los más lujosos que he conocido. Avión y después de dos hora y cincuenta minutos de vuelo llegamos a San Petersburgo (los seis que quedamos) Transfer y a un hotel céntrico (cerca del metro, lo cual es importante). El viaje desde el aeropuerto empieza a mostrarte la grandiosidad de esta ciudad imperial, fundada por el Zar Pedro I el Grande allá por el 1703 (nos lo cuenta una guía, pero si no, te informas en internet) Esta ciudad durante más de 200 años se llamó Saint Petersburgo (nombre alemán) por voluntad de Pedro I, después de la Gran Guerra (1914) por aquello de la inquina contra los alemanes se le traduce el nombre y se le denomina Petrogrado (Petra-Pedro. Grado-burgo o ciudad) Así hasta que después de la muerte de Lenin y siendo esta la ciudad de los zares y segunda de la Unión Soviética se le da el nombre del padre de la URSS a la ciudad, Leningrado. Tras la caída de la URSS en 1991 recupera su nombre original (previo referéndum). Quedamos en Saint Petersburg.
Construcciones de los siglos XVII hasta el XX se entremezclan con construcciones de tipo austero aunque con grandes espacios como fueron las soviéticas. Nos comentan que los edificios populares que eran pisos para trabajadores, ahora son pretendidos por las clases pudientes (dicen por aquí que son mucho mejores que los que se construyen hoy) Comprobamos que hay nostálgicos del antiguo régimen (será por aquello de una vivienda y un trabajo seguro, aunque compartamos la pobreza) Estos (jóvenes algunos) nos dicen que la sociedad rusa se divide en pobres y ricos, no hay clase media que sustente el país (la opinión es libre)
Lo cierto es que esta ciudad te enamora, ya sea por la cantidad de agua que la atraviesa, ya sea por el bullicio de la zona turística de la calle Nevsky verdadera arteria comercial (Zara tiene un edificio en el meollo). Dejamos las maletas y a deshacer parte de lo hecho en coche, pero a pie. Primero ver y fotografiar el río Neva (en invierno se hiela) Luego hasta la catedral de San Isaac, de una majestuosidad insultante. Seguimos camino bordeando el río hasta llegar al puro centro, la calle Nevsky y adyacentes. Pasear, pasear y detrás más pasear. Los sorprendente de esta ciudad, además de sus edificios, históricos, soviets, restaurados, Son las personas (dejadas de lado las que parecemos turistas. Los habemos de todo el mundo, incluso rusos) Las hay para hacer un muestrario…desde el tipo que pasea por el centro peatonal con unos pies de pato, unas gafas de submarino y con un perro en brazos (cachorro de husky) hasta el que camina en zancos a modo de circo (fotos en Instagram). Lo que quieras pedir en el catálogo, aquí existe.
Para regresar del bullicio nos fuimos al metro, no sin antes pasar por la catedral (las hay por doquier) de nuestra señora de Kazán (impresionante construcción). En el metro descenso a los infiernos, porque por la bajada creo que pasamos incluso el purgatorio. Un servicio rápido, barato (no llegó a un euro) y después de atravesar el río (por debajo, se comprende) llegamos a poco menos de 700 metros del hotel (que está en una isla). A cenar sin descanso, porque son las nueve y media y el sol está alto (se pone sobre las once “de la noche” se supone y sale a las 3 y cuarto de la madrugada (estamos en el norte de Europa) Un restaurante georgiano (al principio casi salimos de estampida, cómo chillan y te aconsejan a gritos. Eran clientes habituales. Armenios por cierto. Incluso nos regalaron una botella de vodka) Con el temor a que no nos entendieran. Estábamos expectantes. Pero luego la realidad superó a las expectativas. Comida sensacional, muy de lo suyo (a lo mejor repetimos, por la cercanía del hotel) Con el sol cayendo y la luna llena de frente al hotel, que mañana a las nueve empieza el turisteo más básico…es lo que toca.