La mañana empezaba a eso de las siete (cómo siempre) con alguna sorpresa. Durante estos días hemos visto deambular por el monte cantidad de cabras. Hemos elucubrado sobre su procedencia y sobre todo por su pertenencia. Alguien (el kapi) nos decía (creo que con conocimiento de causa) que tenía un punto de salvajes. Limpian el monte…nos hacíamos cuenta de ello. Pues bien, esta misma mañana, insisto a eso de las siete, un paisano con barca de “lento navegar” les ponía agua y algún alimento fuera de su común denominador (creemos que sal, pero no podemos asegurarlo) Allí el numeroso rebaño, con los recién nacidos mamando y exigiendo atención, daba cuenta de eso y algunas plantas. Mientras escribía el final de la crónica de ayer, la segunda sorpresa, un ruido característico de la presencia de un helicóptero, aunque no he podido divisarlo y mucho menos fotografiarlo. No vamos a hacer cábalas sobre el tema. Será lo que sea y punto. En esas que aparece una lancha guardacostas y con educación y amabilidad le recrimina algo al capitán. Éste no le da la mayor importancia (aunque la tendrá) y después de una breve conversación los despacha con sonrisa complaciente. En estas que se va el señor de las cabras, a su ritmo cansino (no vayamos a estresarnos) y van apareciendo los miembros del grupo con intención de bañarse antes del desayuno. Una vez combatido el calor matutino y desayunado (como siempre, pero con bollo de queso) y con el “kapi” ausente se produce la segunda visita de la “poli”. Si vieras correr al cocinero, segundo patrón, y a los “grumetes” sacando el barco del lugar…parecía que no les daba el alma. Caras de preocupación, ancla arriba, soltar cabos y salir o aparentar salir. Todo porque el aviso era de no atar cabos a ningún árbol…elemental señor Watson (nombre del gato de…) El “kapi” toma los mandos, no sin antes dejar la compra del super. Navegamos apenas una hora hasta un nuevo remanso de paz (mar al plato) para tomar las aguas en un baño reparador y luego otro, tras leer la prensa online. Comentarios ad hoc, intentando adivinar por qué y las consecuencias de la decisión de Esquerra. Es lo que toca, saber si roviras u orioles, el bueno de Shakespeare ya escribió un tratado sobre lo mismo. Otro baño; reclamo a voz en grito el aperitivo y con la mesa preparada algunas cervezas y unas patatas, sin olivas y ni berberechos con salsa del espinaler (como sería preceptivo) A comer…hoy como novedad, macarrones con una salsa a base de tomate y los otros con “botarga” a la italiana. Albóndigas con aspecto de salchicha sin tripa y complementos correspondientes…que no falte el yogurt con…Sin baño complementario, al café y algunos un “chorrito” de whisky reparador; nos ponemos en marcha, mientras otros, han caído en los brazos de Morfeo o en la tertulia apasionada sobre temas intrascendentes. Nos vamos a las puertas de Dacsa. De nuevo la operación dingui (esta vez con señoras y señores) El puerto repleto de barcos de recreo, locales con lluvia fina para combatir el calor (estamos a 38 y subiendo) Paseo para allá y para aquí sin objetivo fijo, primero la cuesta (mira que poner una cuesta en un pueblo para turistas) luego una plaza con banderas y estatua incorporada, al fondo unas gradas con manifestación o evento de jubilados variopintos (aquí habíamos estado, qué si, qué no, ya está sembrada la duda) Una playa con arena (pero sin playa) ocupada por cientos de sillas vacías que se corresponden con los chiringuitos del paseo a lo “Barceloneta” de ayer trasladada al hoy, aquí en Dacsa. Cuatro mesas con algún “manjar”, los viejos “comisionistas” chapurreando inglés, alemán o italiano (qué pintas deberíamos llevar. Cuidado Valentín, que no se te escape…) Llegamos al final y vuelta por la calle de atrás (sigue la duda) En una esquina, tienda de delicatessen, compramos almendras envueltas (esta es la ciudad de la almendra y del aceite de oliva, por cierto a 10€ el litro) “Aquí nos compramos un bañador” ¿si? Con interrogación (es lo más cerca que hemos estado den resolver el enigma in situ) Vuelta al dingui (esta vez mezclados) y al barco. Nos movemos para encontrar el lugar perfecto para el baño “joer que calor”. Vermut con sardinillas y nachos como novedad (cuidado que pican, las sardinillas) y efectivamente habíamos estado en Dacsa en el segundo viaje después de visitar la isla griega de Simi. Misterio aclarado (ya lo había dicho el kapi, que listo es) A mesa puesta (algunos repiten baño) cena de barbacoa…antes unas tortitas de calabacín, rebozadas a la milanesa (para niños) y un pisto de berenjena (recordando al amigo Jorge, vegetariano y militante anti berenjena, sometido al estrés del constructor) Una dorada a la brasa de esas de “compartimos” excepto para los “de siempre” que no perdonamos por aquello de la maldición del pobre “mejor harto que sobre”. Coloquio, explicación de la jornada de mañana (hoy a la hora de esta crónica) y un “qué sueño tengo” pone fin a este séptimo día (aquí no descansó ni dios)