Temprano, a poco de amanecer (lloviendo) “en pie famélica legión” rezaba la proclama. Eran poco más de las siete cuando empezaba el día. Desperezados y aseados convenientemente, desayuno (como siempre, algo de pan con tomate y embutido de la nevera) Arreglos en los 9 metros cuadrados, como si tuviéramos visita. A eso de las 8,46 (me lo ha recordado Rosa: venga que son y 46…) Pagamos el camping (carito, pero está en el centro de la ciudad) A recorrer los 1,2 kms que nos separan de la primera de las puertas medievales de entrada a la zona “vieja” de Friburgo (quedaron dos después de la Guerra del 39) su nombre Schwabentor (complicado de pronunciar) Fotos delante y por detrás (son diferentes las pinturas) y a buscar la calle Konviktstrasse, cuentan que este lugar fue prácticamente destruido en el gran bombardeo de 1944 y que después fue reconstruida fielmente…hoy es una calle donde se suceden tiendas de diseño, anticuarios, alguna galería de arte y una curiosa barbería por la que no han pasado los años…sigue allá por los años aquellos. Un café, con sorpresa, para paliar las apreturas fisiológicas y a buscar la catedral. El edificio más alto de la ciudad, la torre (vamos, la punta está a 116 metros) A sus pies un mercadillo (luego hablamos de él) la lluvia, pero sobre todo alguna racha de viento (muy violenta, se lleva el paraguas) nos obliga a entrar en la iglesia…espectacular. Los vitrales son para ir de uno en uno…su historia comienza en el siglo XI y se acaba en el XVII. Durante el bombardeo, ese del 44, no sufrió daños irreparables (menos mal) Salimos frente al Gran Almacén. Donde se almacenaban (valga la redundancia) las mercancías que llegaban a la ciudad. Un edificio en rojo con dos torres significativas y las figuras de Maximiliano I, Carlos V, Felipe el Hermoso y Fernando I (el de Aragón) se nota que esto era Flandes. De ahí, ante la insistencia de Rosa, a recorrer el mercadillo…verduras de todos los colores. Salchichería y derivados del cerdo, pescadería móvil, carnicería de vaca autóctona y todo envuelto con los cuatro puestos de “salchichas al momento” donde se tuestan a la plancha y se acompañan de “kartofen” (patata) y chucrut (col encurtida) …eran las once y había cola. Segundo alto en el camino. De ahí por entre las calles de esta zona “vieja” (comercial a tope) hasta la plaza del ayuntamiento…toda una serie de edificios con marchamo de renacimiento, barroco y estilos varios. Hay que destacar los canales de agua que recorren la mayoría de este lugar (cuidado que puedes mojarte los pies como no mires por donde pasas) Lo de comercial lo asevero (hemos caído en la trampa entre cosas necesarias y algún capricho, serán las vacaciones) Luego a por la otra torre, la del siglo XII, de nombre Martinstor. Su curiosidad es que en su fachada aparece McDonald (si han leído bien) allí se encuentra este invasor de la comida “basura”…todo un esclavismo a la “pasta” y no de la italiana…
Plaza del Museo de los Agustinos-eremitas…hoy lugar de restaurantes internacionales y atravesada por la strasse Gerberau que nos lleva hasta nuestra Holly (después de 2 kms)
Por partes, después de completar el turisteo y lo que toca de necesidades domésticas (preservaré el secreto para no poner en cuestión memorias laxas) y añadidos de caprichos varios (aquí el principal culpable es el escribidor) tocaba comer…y que menos que hacerlo en Martin’s Braun, cuenta la leyenda (hoy marqueting) que fue la primera destilería de la zona. Un lugar de típica comida de aquí (ya me entienden) salchichas, bratwurst, codillo, costilla, patatas, chucrut, cerveza por doquier, etc. Hemos dado cuenta de ello (con la salvedad de la fidelidad al régimen alimenticio, dos salchichas por banda y mucha verdura) los de al lado se han puesto las botas (codillo incluido) un chino a pocas mesas ha dejado las salchichas (podéis imaginaros el desfile de platos hasta hartarse) A eso de las tres menos cuarto, pagada la factura del ágape, camino de la holly (ya os lo he contado) Pero una anécdota final, mientras caminábamos repitiendo itinerario nos hemos fijado que detrás de los edificios había una pequeña montaña y sorpresa llena de cepas plantadas en terrazas. La lógica me dice que debe ser riesling (estamos en la frontera de Alsacia) Siempre nos quedará la duda de este vino urbano…Ahora relaxing, preparar la cena y algo de tele (La Promesa…de la que somos fieles seguidores. Cosas de un ayer mal curado. Hoy se lleva Netflix y otras historias…Contra gustos coleres) Friburgo, primer episodio de esta Selva Negra. Vale la pena una parada y pasear por su parte “vieja” donde se mezcla la historia con esa Alemania que entronca con los castillos, el romanticismo y un gótico representativo.