La historia de esta etapa no tendría historia sin La Molinera de Lalín. Hoy se nos ha acabado el Camino de Invierno en estricto senso. Aquí en Lalín estamos ya en el Sanabrés que nos llevará hasta la plaza del Obradoiro en Santiago. En Rodeiro a esa hora, todavía bruja del desayuno, a Vicente se le ha ocurrido la manera de ahorrarnos unos kms (si han leído bien, unos kms) utilizando la carretera P-233 que te lleva directamente hasta Lalín, sin la vuelta que da el Camino (siempre dije que los peregrinos no eran tontos y que los amigos del Camino buscan medios para hacer más atractivo, pero más largo a veces el propio Camino) Aceptada la propuesta nos encaminamos a buscar la suso dicha carretera. Efectivamente, un “bidegorri” paralelo a la calzada te acompaña hasta la entrada de Lalín (con algún que otro obstáculo imperceptible) Todos pensábamos que sería, como hasta ahora, un paseo por asfalto entre aldeas con un vehículo agrícola cada veinte minutos. Error, pese a ser carretera comarcal tiene un tránsito alocado con una cantidad ingente de camiones tráiler, cisternas de leche (Danone especialmente) de nutrientes para el campo, de piensos para las granjas, etc. Todo tiene su justificación y es que el recorrido está trufado de granjas, ya sean avícolas o de cerdos (estamos en el centro neurálgico de esta extensión ganadera) La primera parte de la travesía, digamos que en silencio porque no podías hablar de tanto ruido de coches y camiones la hicimos con la esperanza de que no lloviera. Luego se truncó en el primer (y único) bar que encontramos antes del final de etapa. Desde ahí y seis kms más todo fue agua y más agua, orballo y lluvia fina que calaban el poncho. Fin de la etapa.
Como les dije al principio la historia real empieza en la Molinera, restaurante de postín en esta ciudad donde los homenajes a sus hijos con “pedigrí” se notan a cada paso. Ahí están los monumentos a Joaquín Loriga, aviador; a Laxeiro, pintor; a Pepe Cuiña, alcalde de grato recuerdo o el Museo dedicado al sacerdote Ramón María Aller Ulloa, por ejemplo. Regresamos a La Molinera donde hemos dado cuenta de un Cocido de Lalín con D.O de la mano de Diego su chef. Un espectáculo gastronómico en si mismo, pero que bien acompañado con la carta de vinos resulta uno de los grandes placeres que nos ha dado este Camino. Sencillo en su concepto, pero hecho con ese bien hacer resulta un gran manjar. Desde la sopa hasta la caxucha todo tenía un sentido casi bíblico. Gracias Diego. La tarde para digerir el cocido en cuestión y una de colada para las tres últimas etapas. Mañana Silleda, antes de llegar a la frontera con A Coruña.