SANT PERE DE RODES

Dormitorio de los monjes, Iglesia, cocina, comedor o escritorio, todo en naves que se comunican con el patio central. Destaca al entra la existencia de una bodega, donde se guardaba no solo el vino, sino también las viandas de los monjes.
La iglesia merece un capítulo aparte. Singularmente más ancha que larga, tiene tres naves separadas por dos pilares en forma de cruz. La central es la más alta. Las tres naves acaban en ábsides semicirculares que tienen todos los elementos decorativos de la época: Ventanas ciegas, frisos con dientes de sierra. Por dentro estaban decorados por pinturas murales al fresco, algunas de las cuales todavía se conservan. El campanario es de torre muy baja, ya que solo tiene dos pisos y seguramente se construyó cuando el conjunto estaba acabado.
El claustro se construyó en la segunda mitad del siglo XI y se conservan pocos elementos; el podio, un pilar de ángulo, dos columnas y algunos capiteles que fueron encontrados en algunas excavaciones posteriores. Con los restos se ha podido reconstruir y se sabe que tenía unos porches y una sola hilera de columnas.
Fuera del conjunto monástico se encuentra un edificio de planta rectangular que era el hospital.
Realizadas todas las visitas previstas antes de salir, nos queda un rito importante: comer. El lugar es pródigo en restaurantes donde disfrutar de los buenos productos de la comarca de Osona, especialmente la variedad de embutidos de la zona. Según reza la sabiduría el Fussimanya, situado a tres Km. de Tavèrnoles en dirección al Pantano de Sau, parecer el más recomendable. También está Can Colomer, en el mismo pueblo. Seguidores de las recomendaciones de anteriores comensales reservamos en el Fussimanya. Pero los horarios de visita de Sant Pere de Casserres 10,00 a 13,30 y 15,30 a 17,00, impidieron esa posibilidad y debimos refugiarnos en las instalaciones anexas al Monasterio que sirven de tienda de recuerdos, cafetería y restaurante.
El servicio es esmerado y vende muy bien los productos. Tiene un menú de 2.000 pesetas detestable. Comer allí es tirar el dinero. Se recomienda huir lo mas lejos posible del lugar si se quiere comer de verdad. La ignorancia de los viajeros es la única excusa que te haga caer en esa posibilidad.
Por ello no describiré ni el menú, ni otras posibilidades igual de horribles, me temo.

Santa Maria de Vilabertran

Claustro

Claustro

Interior iglesia

Hay que destacar que la parte norte de la Iglesia ha sido reformada en dos ocasiones, una en el siglo XIV, para adosarle la capilla funeraria de los Rocabertí y en el siglo XVIII, donde se le añadieron una capilla y la sacristía nueva.
El Claustro construido entre los siglos XII y XIII es de planta trapezoidal y tiene cuatro galerías con porches de ocho arcos a cada lado.
La sacristía contiene algunos tesoros de este conjunto monástico como es la cruz del siglo XIV (en la foto)

Cualquier día y hora entre las 10,00 y las 17,40 (Otoño e Invierno) es bueno para visitar este monumento, pero también necesitareis 400 pesetas por persona adulta y 300, si es mayor de 65 años, para poder entrar al recinto.

Siguiendo la N-260 camino de Llansà, encontramos el desvío a Vilajuïga, camino ya de Sant Pere de Rodes destino de nuestra ruta. Pero siguiendo por la carretera GI-610, el paisaje nos invita a ver las cepas de la denominación de origen L’Alt Empordà y los olivos de Pau o Palau-Savardera y hasta estos dos enclaves llegamos, distan uno de otro apenas unos 3 kilómetros y en sus núcleos urbanos dos monumentos del románico.
Uno, Sant Joan de Palau-Savardera, documentada por vez primera en el año 1070, durante los siglos XIII y XIV se la conoce como parroquia. En los últimos años ha sido objeto de una gran restauración.

Sant Joan de Palau-Savardera

Campanario

Ábside

De planta basilical, tiene tres naves separadas por arcos de medio punto. Las naves culminas, la central en un ábside semicircular y las otras en absidiolas, que no acaban de ser geométricamente similares. Las dos capillas laterales se añadieron con posterioridad. Ha destacar la ausencia de decoración exterior, excepto en el ábside, de estilo lombardo (En la foto)

Sant Martí de Pau se construyó en dos épocas, una que corresponde con al ábside en la primera mitad del siglo XI y la  fachada y una buena parte de la nave que se construyeron entre finales del XII y comienzos del XIII.
La parte antigua se realizó con piedras pequeñas y con abundante mortero, mientras que la fachada ya tiene piedras mayores y bien pulidas y dispuestas de forma regular.
La parte más destacable de esta iglesia es su frontis. Tiene una puerta de cinco arcadas de medio punto. Todos los elementos son de granito excepto los capiteles que son de piedra calcárea.

Fachada de Sant Martí de Pau

Puerta del Siglo XII

Iglesia de Pedret-Marzà

Ábside

De Pedret volveremos a Vilajuïga por la misma vía, la GI-610 desde Pau. Verán que justo al lado de la masa que esta junto a la iglesia hay un camino que lleva directamente a Vilajuïga, no lo cojan es de tierra sin asfaltar.
Dentro del pueblo de Vilajuïga sale una carretera que conduce, después de  11 kilómetros hasta el aparcamiento de San Pere de Rodes, final de etapa.
Al salir del núcleo urbano uno empieza a darse cuenta de los efectos del incendio del Parque Natural del Cabo de Creus del verano de 2000, que destruyó más de 4.500 Ha de bosque, cultivo de vid y olivas, y matorral. La naturaleza es sabia y una buena parte de la tierra ha brotado una fina hierba que ha creado una alfombra verde de esperanza. Algunos árboles, especialmente alcornoques también han rebrotado, lo que te hace exclamar que no todo está perdido. Sirvan estas fotos para hacernos una visión parcial del desastre.

Parque Natural del Cabo de Creus después del incendio

Cabo de Creus

Cabo de Creus

Pasada la primera impresión, donde te das cuenta del peligro y la desesperación que algunas personas pasaron esos días viendo el fuego a menos de 10 metros de su vivienda, proseguimos carretera arriba, y tan arriba, hasta llegar a un guarda forestal que muy amable te indica que antes de seguir debes pagar 200 pesetas en concepto de impuesto revolucionario por aparcar a 500 metros del Monasterio, si tienes suerte. A más de un kilómetro si es festivo o sábado de guardar.
Desde el aparcamiento empiezas a divisar la majestuosidad del Monasterio de Sant Pere de Rodes, su belleza es sinónimo de misterio, por su emplazamiento como guardián de la Costa Brava. Allí encima de los riscos y abajo el mar, entre Port de la Selva y la bahía de Rosas los marineros fijaban, me imagino que con respeto, la mirada en ese nuevo coloso de Rodes.

La primera noticia documental que se tiene de las construcciones del Monasterio es de la iglesia allá por el año 878. El año 944 es confirmado como abadía y se tienen noticias de que antes de finalizar el siglo, los peregrinos del lugar conseguían el mismo jubileo que visitando Roma, de ahí la importancia de Sant Pere de Rodes en la cristiandad de entonces. Una visita al Monasterio durante el viernes que coincidiera con la fiesta de la Santa Cruz equivalía a una visita a las tumbas de San Pedro o San Pablo. Este privilegio lo mantuvo Sant Pere de Rodes hasta el siglo XVIII.

Los bienes de la comunidad fueron en aumento durante los siglos XII y XIII, lo que permitió algunas modificaciones en los edificios del conjunto. De esa época es el mármol de la fachada. Un siglo después, en el XIV, empieza su decadencia, hasta que la comunidad queda disuelta con la desamortización de Mendizábal en el año 1835.

En 1989 se inician unas excavaciones que permitieron conocer su estructura y la evolución arquitectónica. Pero sería en 1994 cuando se iniciaron las tareas de restauración que supusieron cinco años de trabajo y algo más de 300 millones de pesetas. En 1999 gracias a la iniciativa pública y privada Sant Pere de Rodes pudo gozar del magnífico aspecto que tiene hoy y que revela como era la vida monacal en el medioevo.

Las diferentes edificaciones que componen este conjunto monumental se construyeron en las terrazas de la montaña y por lo tanto a diferentes niveles, como puede comprobarse en los claustros, uno a nivel superior y otro inferior.
La construcción es típica de la época medieval, con la iglesia al norte del conjunto y al sur el claustro donde daban las diferentes dependencias: sala capitular, biblioteca, refectorio, cocina y dormitorio de los monjes.

Un dato curioso de Sant Pere de Rodes son los restos de las casas de los monjes de buena familia que estaban dispensados de algunas de las obligaciones comunitarias. Dos torres, una la del campanario y otra la de la defensa, son las dos puntas de la majestuosidad del conjunto. La única construcción fuera del conjunto es la de un edificio de planta rectangular de la época prerrománica y que podría ser el hospital de peregrinos.

La Iglesia tiene un especial interés, construida sobre una iglesia más pequeña y sobre una necrópolis en el siglo X. Tiene tres naves, con una cabecera triabsidal. Está construida en dos planos, ya que debajo de lo que es el altar mayor se aloja la cripta.



Sant Pere de Rodes


Campanario

Claustro


Detalle de capitel


Las dos torres

Campanario


Interior Iglesia


Torre de vigilancia

Santa Helena de Rodes

El campanario de planta cuadrada (fotos) tiene tres pisos y en cada uno se abren ocho ventanas y como puede observarse, esta edificación está coronada.
Uno de los elementos del conjunto que más reconstrucción ha necesitado es el claustro del que se conservan apenas una parte de la estructura. Y es que el claustro románico está construido sobre otro del siglo X o principios del XI. Las diferentes excavaciones han logrado dejar al descubierto las diferentes reformas de esta estancia.

Tras esta mera referencia al Monasterio de Sant Pere de Rodes, por cierto donde se paga entrada con posibilidad de visita guiada. 600 pesetas adultos y 400 mayores de 65 años, niños también. Encima del aparcamiento de coches, justo a unos 200 metros, por un camino de tierra se alza Santa Creu o Santa Helena de Rodes, ejemplar notabilísimo del prerrománico catalán. El edificio actual es el resultado de diferentes modificaciones y restauraciones del primitivo datado en el siglo IX.

Y después de esta visita el viajero y los acompañantes se merecen un buen refrigerio. Pues para ello nada mejor que trasladarnos a Vilajuïga, aunque esta tierra es de buen comer, y  abundan restaurantes y cocinas con cierta fama, alguno con 3 estrellas Michelín, como es el caso de El Bullí en Rosas. Pero los que vamos buscando aquello de combinar la cocina tradicional, con la realidad de los fines de semana y que la relación calidad precio sea la mejor de las tarjetas de visita, fuimos, no sin recomendación a Can Maricanes, en Vilajuïga, en el mismo cruce del pueblo con la carretera GI-610, frente a la Cooperativa Vinícola del pueblo.

Carta dedicada a los productos autóctonos y a las célebres combinaciones entre ellos: Gran escudella, realmente bien elaborada y a la que no le falta ningún elemento. De segundo el viajero puede fijarse en una buena carn d’olla (no es la mejor), en un pollo con cigalas, extraordinario, sorprendente para profanos y sin embargo se está convirtiendo en el plato nacional de l’Empordà. Y otro plato que realmente se sale del común de los mortales, es el pato con nabos, realmente un manjar.

La bodega algo estrecha y condicionada por la zona. Buenos caldos de denominación de origen.

La relación calidad precio puede clasificarse como extraordinaria. 2800 por barba, incluida la propina. Un regalo si se tiene en cuenta que puede servir unas 150 comidas en cada uno de los ágapes los fines de semana.
Recomendamos reservar con antelación. Tfno: 972530037.