Esta etapa que nos acerca a Santiago, hemos superado ya el mojón de los 100 kms. Apenas 81 lo que queda. Debía ser una etapa más de la terra cha con todos los elementos que confieren el paisaje. Aleda tras aldea, corredorias al viejo estilo (pisando castañas y hojas de carballo) corredorias asfaltadas fruto de la política, carballeiras que trufan el verde de los prados donde pasta la rubia gallega. Granjas de “leche” con esa queja permanente del ganadero por los precios de las multinacionales. Los diferentes tonos de verde que te llevan hasta esa Inglaterra de las películas. Todo normal en 20 kms. Pero la cosa empieza a diferenciarse de las anteriores etapas porque Isabel y Vicente avistan un corzo en mitad de una corredoira y no pueden mostrárnoslo porque se esfuma rápidamente antes del clik de cualquier IPhone. La primera de las sorpresas. Vamos por la segunda. Los andarines (Vicente es experto) ven entre las humedades de la cuneta del camino un “pebrás”, rovelló, níscalo o como quieran llamarlo y una especie de mina que permite la recolecta de casi un kilo de ellos. La alegría en el grupo, se la pueden imaginar (en Formentera llevamos algunos años sin coger ni uno) Cargando con el manjar por un paisaje ya descrito y un monte que nos deja en Braña. Aldea de una sola casa. Vuelta (mecanizada) a Baamonde con el fin de que en el hotel (se come muy bien) nos preparen los “pebrassos” como acompañamiento a una buena carne (de rubia gallega) Dicho y hecho…un caldo gallego con repollo para abrir boca o una ensaladilla de la casa y a degustar las setas que tiene el mérito de ser nuestras y de km (no sabría decirles en el que aparecieron) Conversación intrascendente sobre el Camino y a la siesta, que luego hay que cenar…Pues en esta ocasión por impedimentos ajenos a nuestra voluntad, la cena ha sido la tapa de tortilla de patatas (sin cebolla) de un bar que te ponen con la consumición normal. Hoy miércoles, ni de ceniza, ni santo, todo estaba cerrado. En el K101 (hotel) había un compromiso con más de cincuenta y han cerrado el bar…total ayuno y abstinencia. Antes, gracias a un amigo de Isabel, gallego por más señas, hemos picado unas latas de mejillones de Ramón Franco y un vino del Douro que nos han sacado del desespero de irse a la cama de vacío. Gracias, amigo. En esto del Camino uno siempre encuentra al buen samaritano.
Mañana llegamos a Sobrado dos Monxes, un monasterio emblemático en la tradición cristiana de Galicia.