Esta crónica empieza a escribirse a eso de las cinco y cuarto y termina a eso de las siete…y no es porque este escribidor se haya quedado sin ideas (tampoco es que esté para mucha creatividad) sino que en el interín y por el interés particular hemos visto en riguroso directo, si desde Hamburgo, el capítulo del día de La Promesa. Cosas de jubilados o de siestas interruptus, pero este downton abbey a la española y en el palacio de Tamara, tiene su qué. Justificado el retraso (por una causa justa) procedamos.
De nuevo en el transporte público. Primero tren de cercanías hasta la estación central y de allí tomamos un autobús hasta la margen izquierda (según se mire) del lago pequeño en busca de un barrio de “mediopensionistas” e inmigrantes donde se nos dijo había tiendas y restaurantes con marchamo de los lugares de procedencia. La realidad es que llegamos a un barrio (alrededor del tenis) con casas de lujo o cercanas al lujo donde viven los pudientes. Restaurantes de otras latitudes, pero de precios acorde con el lugar. Aprovechando la circunstancia nos tomamos el café de cada día (hoy chocolatito) con una tapa de hojaldre relleno…por cierto, un lugar con encanto y por lo visto en su sus paredes lleno de reconocimientos por parte de la prensa y de los ciudadanos (no dejaba de entrar gente a desayunar y a comprar) Comprobado que no era el lugar que habíamos previsto. Autobús y directos a Santz Michele porque detrás de esta iglesia (había un oficio en protestante) se conservan unas casas que datan del 1620, aunque su conservación tiene fechas en el siglo XIX y en el XX. Tienen todo el encanto de aquella época y sirven como souvenir para los turistas. Vale la pena.
De ahí al barrio rojo (perdón empieza la Promesa… Ya de vuelta) Santz Pauli es uno de los iconos de esta ciudad. Todas las guías lo comparan con el “barrio rojo” de Ámsterdam, pero visto lo visto (eso sí, eran las doce de la mañana) me ha parecido mucho menos atractivo. La sensación de uno tras otro, sex shop, teatrillos de poca monta donde el sexo es la oferta, hoteles baratos, algunas autocaravanas que tenían pinta de “habitaciones” circunstanciales. Pero eso es norma en un lugar dedicado al “placer” previo pago de su importe. Lo más sorprendente es que en ese barrio se concentra la “pobreza” real que existe siempre en una ciudad como esta y con puerto (aunque sea sin mar) Comedores sociales (no los habíamos visto hasta hoy) droga y drogados, personajes que han renunciado a su propia dignidad, seguramente porque esa “pobreza” les lleva hasta ahí. Pero es que además los locales dedicados al sexo son cutres…diría que muy cutres. Al menos que las luces de neón y el público especial, más los turistas de turno mejoren la media. Hay que ir a Santz Pauli, pero para ver también su realidad.
Con esta pequeña decepción al respecto, regresamos al centro, la Rathaus y el esplendor de la City…una comida a base de… ni os lo cuento. Una pasada por la tienda de Stetson (que naravilla) donde caer en la tentación es lo más fácil…luego a preparar equipaje para Kiruna…temperatura prevista -20….mañana temprano camino de Copenhague…la sirenita.