29 de octubre de 2019

LA ISLA MULTICOLOR

Cada día tiene su sensación diferente a las otras. Si ayer fue Treviso la ciudad que nos cautivó. Hoy ha sido la isla de Burano quien desde su avistaje en el vaporetto intuíamos que sería así. La realidad ha confirmado la presunción. Pero vayamos al principio de la mañana…autobús hasta el vaporetto, el número 3 que te lleva directamente hasta la isla de Murano, sin paradas intermedias (la de la estación de tren es obligatoria)…recorrido por una parte del Canal Grande (palacios, el casino, el puente de rialto) y a mar abierto hasta Murano, donde el cristal se convierte en arte y en la principal atracción turística de la isla. Solo la Iglesia de San Pietro Mártir cambia esa sensación de que estás en un lugar donde no hay nada más que ver, comparar precios y quizás al final compres uno de los payasitos típicos (creo que Rosa tiene uno en casa desde tiempos inmemoriales) o unos globos de cristal (como los de las fiestas de cumple de los niños) que solos no sabes dónde ponerlos, pero que en conjunto (no menos de seis) tiene su gracia en la decoración. Eso si; siempre puedes decir que son de Murano. Visto lo visto (lo único interesante ha sido un bar con sabor a auténtico donde servían unos panninis con una pinta extraordinaria) nos vamos a Burano, no sin antes dejar de lado la isla de Torcello (toda naturaleza, pero con la que estaba cayendo no era para dedicarle mas allá de un “oh que bonita” desde el vaporetto) Lo primero que te sorprende de Burano es la escala multicolor de sus casas. Seguramente (vamos sin seguramente) el mayor atractivo de esta isla. Nos ha dicho una señora (turista repetidora de Burano) de Oklahoma (si de USA) que se pintaban las casas de colores diferentes para que los pescadores cuando volvían de noche no se confundieran (que listos, por si acaso) Por lo demás se dedican a los encajes (no lo hacen con bolillos)…en cada casa hay una tienda-taller. Pero pasear por sus calles con esos colores vivos a un lado y al otro es una gozada máxima. Eso es lo que hemos hecho. Además de visitar la iglesia, como es de obligado cumplimento cuando se es turista. Hemos constatado que allí no circulan vehículos y cada casa tiene su amarre en la puerta…Con esa sensación que os comentaba al principio y con una Murano, que ni fu, ni fa…volvemos a Venezia a completar la visita con la basílica de Santa Maria Gloriosa de los Frailes (que largo es el nombre de la parroquia) Vaporetto por el Canal Grande…y a pasear hasta encontrarla en el Prato de Frai (frailes claro) Sorprendente por sus medidas, especialmente los 28 metros de altura en todas las naves. Además de tener siete absides en su cabecera y dos más añadidos a los lados. Data del siglo XV, aunque hubo una anterior que se termino a mediados del XIV. De ladrillo y estilo gótico, los tesoreros están en el interior, especialmente dos obras de Tiziano. Una, El retablo del altar mayor (actualmente en restauración) representa la Asunción de la Virgen. Es el mayor retablo de Venezia. La otra  firmada en 1526 por este artista está dedicada a la Virgen de Pesaro. El coro (que conserva intacta la reja) y el claustro conforman el resto de auténticos tesoros artísticos que encierra esa basílica.

Lo de comer en un bar al estilo donostiarra, unos montaditos (aquí también tienen costumbre) no ha estado mal…

Después a callejear por una parte de Venezia fuera de la aglomeración de turistas…por cierto he contado chinos y voy por los seis millones (o casi) Final de etapa en Venezia…su singularidad y el arte que atesora esta ciudad son motivo suficiente para que todos los que vienen, vengamos.

Carretera y manta y a Ferrara…la primera impresión los nueve kms de muralla (como Lucca), pero ahora cena en el bistró Holly, promete sorpresa.