23 de abril de 2010
21,3 kilómetros.
Salida a las 7,55 horas, llegada a Los Arcos a las 13,20 horas.
Pasos intermedios:
Monasterio y bodegas Irache. Azqueta. Villamayor de Monjardín.
Los Arcos: Hostal Suetxe, correcto. Hay otros
Estella es un punto de inflexión en el camino navarro. Su condición de ciudad de varias culturas y especialmente sus monumentos crean un ambiente especial para el peregrino. Partimos hacia el Monasterio de Irache. Una pequeña subida y ya vislumbras el monasterio, las instalaciones de la Bodega Irache y sus viñedos. Todo un paisaje que nos irá acompañando a lo largo de la etapa.
A las puertas de la bodega y como producto de marketing una fuente con dos caños. Uno de agua y otro de vino. Uno con buena presión, el de agua y otro limitadito, no sea que el peregrino se emborrache de buena mañana.
Irache es un lugar de reminiscencias antiguas, casas blasonadas, algunas derruidas o a medio derruir dan cuenta de lo que fueron y algunos dejaron de ser.
Montejurra, famoso por su pasado carlista nos contempla. Al dejar Irache el dilema. De allí parten dos posibilidades de seguir el camino. Una por la ladera de Montejurra y pasar por Luquin y otra seguir por Azqueta y Villamayor de Monjardín, Esta última es la más tradicional y la que ofrece (parece ser un paisaje más variado).
Unos cuantos chalets y urbanizaciones privadas jalonan el camino hasta cruzar la carretera. Entonces te internas en un sendero rodeado de carrascas. Hasta ahora el bosque más tupido que nos hemos encontrado. Pájaros y algún que otro caracol van acompañándote en este recorrido hasta que llegas a Azqueta. Poco que decir de esta población. Dicen que hay un bar regentado por Pablo Sanz donde se fabrican varas de avellano para el camino. Estaba cerrado.Sales de Azqueta y empieza el festival del vino y el trigo. Una ligera subida y dos kilómetros te llevan hasta VIllamayor de Monjardín. Siempre con el Castillo de San Esteban como referencia, antes de llegar te topas con un aljibe árabe llamado la fuente de los Moros. El castillo sigue presente y tú haciendo fotos inútiles porque luego podrás hacerlas desde más cerca.
Llegas a Villamayor con la vista puesta en la bodega del mismo nombre. Una bodega con mayúsculas y de muy buen vino. Antes cepas jóvenes perfectamente alineadas, erguidas como modelos en la pasarela y de donde empiezan a brotar las primeras hojas. Todas con riego por gota a gota en lo que es una industria del vino. Junto a ellas no tan erguidas, chaparras y retorcidas algunas cepas viejas orgullosas de su pasado con cosechas míticas entre sus sarmientos y con un presente mucho más seguro que sus hijas y nietas.
En Villamayor la iglesia de Santa María, con una portada románica siglo XII digna de ver. El interior guarda la sobriedad del románico. Imprescindible su ábside.
Desde Villamayor hasta Los Arcos no hay población alguna. Todo es campo y el recorrido solo lo alteran avisos de viejos hospitales regentados por la orden de Jerusalén. Un panel nos avisa de que allí en 1873 el general Domingo Moriones fue derrotado por las tropas Carlistas por no prever los efectos de las lluvias y el barro en sus tropas. Cuenta la leyenda que antes de la batalla de las Árdenas, el general Patton avisó al general Eseinhower de lo ocurrido a Moriones y la batalla se aplazó unos días.
Sin más dilación, bueno después de unos cinco kilómetros llegas a Los Arcos donde sorprenden sus casas, blasonadas muchas y algunas derruidas. Una mezcla entre las reformadas y las en ruinas.
Su iglesia de Santa María construida entre el siglo XII y el XVIII tiene todos los estilos arquitectónicos, aunque predomina el barroco. Interesante la imagen de la virgen gótica y el claustro. El resto demasiada masilla en los retablos. Destacable su plaza porticada y las puertas de Castilla y del Dinero.
Hoy nos dejan las tres enfermeras de Paiporta y por fin se han encontrado las coreanas.
Publicado en Diario de Teruel
25 de abril de 2010
ELS COLORS DEL VERD
Raimon debió pasearse por estos pagos para componer aquella canción donde aludía a todos los tonos del verde. Entre Estella y Los Arcos casi al límite de Navarra con la Rioja, uno puede verlos todos. Tonos de trigo y cebada, carrasca, olivos y pinos de varias especies, una variedad cromática que sorprende al peregrino. Añadanle el violeta del tomillo en flor y se pueden imaginar como “sufre” el peregrino.
Además por esta tierra de vino puedes ver a las cepas nuevas, estilizadas como jóvenes de talla 34 y frente a ellas, sacando pecho las cepas viejas, chaparras y retorcidas con más años que Matusalén, orgullosas de las cosechas míticas, donde algunas también tenían talla de joven. Paseando entre carrascas he buscado al bueno de Joaquín y su perro por si había alguna trufa. Esta vez la realidad no ha superado a la imaginación y como Hemingwai o el propio Indurain, mi amigo Joaquín tampoco estaba.