Este capítulo se escribe con cierta calma después de la tempestad de un día especial en el pequeño mundo del peregrino. A eso de las siete y media cita para desayunar (esta vez en el mismísimo seminario donde se alojan más de dos centenares de peregrinos, fundamentalmente llegados del Camino Francés. Una torre de babel de lenguas, inclusive las similares con diferentes acentos) A eso de las ocho un taxi (dos en esta ocasión, éramos cinco) nos lleva hasta el punto de partida de este simulacro de etapa. Elegimos la ermita de Santa Lucía, era lugar idóneo para emprender la marcha de apenas cinco kms y medio y una hora y pico de andadura. Lo cierto es que estos pocos kms se han convertido en algo difícil de administrar porque todo era subida y en algún momento muy exigente. El paso por Androis, justo donde se produjo el desgraciado accidente de tren. Una tragedia difícil de olvidar por estas tierras, si además pasas por allí, el cruceiro te lo recuerda. Entrada a Santiago por la Colegiata de Sar (hay que hacerle una foito) Una subida de injusticia divina y llegamos al edificio de la Universidad (el original) Uno se da cuenta que allí ya no está aquel restaurante “El asesino” donde Valle Inclán escribía y donde tres señoras (hermanas) “mayores” hacían una merluza rellena y algo más que tenía fama en aquel Santiago del 84. Seguimos hasta Preguntorio (la calle por encima de las ruas, Nova y Villar, de allí sin más dilación a la plaza del Obradoiro dejando atrás la Quintana de los muertos. Es el cominzo de las emociones (repetitivas) de ese “deber cumplido”, abrazos, sonrisas (esta vez sin lágrimas, será la veteranía) y las fotos de rigor. De ahí a la Compostela…cada vez cambian las costumbres, pero para mayor eficacia (antes le explicabas al voluntario casi todas tus alegrías y calamidades, ahora las escribes en un ordenador que pasa de tu propia historia) Ducha después de los sudores de tanta subida. Las ropas del Camino al fondo de la mochila y arregladitos nos vamos a la misa del peregrino a eso de las doce (las once y media para pillar sitio y ni por esas) Tengo que decir que André y Montse (de Tin) han tenido sitio preferencial en primera fila (desconocemos el porqué de este privilegio) Misa oficiada por no sé cuantos curas y un obispo (de Argentina) y el botafumeiro en marcha para gozo de los asistentes. Sin pérdida de tiempo a la visita contratada de las “terrazas” de la Catedral. Esta subida a esta instalación pasando por una parte del Museo, tiene personalidad propia. Una vez en lo alto de la catedral, una guía te explica los pormenores de esas terrazas, de las diferentes torres de la catedral y a todo lo que ves en el horizonte con todo tipo de detalles, incluidos lo que hacen referencia a la riqueza de esta archidiócesis .Una catedral donde el románico del siglo IX se mezclan con el final de la construcción a finales del XIII. Y a continuación, sobre el XVII se le añade todo el barroco capaz de existir en una época como aquella. Relatarles la visita sería una temeridad. Decirles que no está hecha para mayores con derecho a Imserso. Realmente vale la pena para una vez, pero no me pidan que repita. Una visita y ya está. A eso de las dos (que estrés solo de leerlo) a cumplir con lña ritual de comer en la “vinoteca” del mercado de abastos (amenaza lluvia. Amenaza que se cumplió) Allí Pope, uno de los sherpas, había hecho la compra (abundante como corresponde a el “por si acaso”) de una serie de productos del propio mercado que luego te preparan en Bermudez (el bueno de Jose siempre al quite) sobró de todo (no me pidan que les relate uno a uno lo comprado y lo consumido, sería un atentado a la cordura) Al lado unas señoras, con señor, también de las de “ya estoy para el IMSERSO, pero con cierto postín, de Huelva (choqueras) con esa gracia del gracejo andaluz comentaban con cierta envidia los platos que llegaba a nuestra mesa (de pie, claro) Satisfechos (solo faltaría) a por los postres en la Quintana esperando a que se hiciera la hora del barbero (barbera en este caso) para quitarnos las malas pintas acumuladas en este casi mes de Camino. Primero “el franchutis” que había perdido un zapato (por desintegración) y que anduvo (el dice que por el calvario) apenas unos metros hasta comprar “lo que había” una especie de babuchas que le quedaban fatal, pero quer impidió que siguiera descalzo por las `piedras mojadas de la rua del Villar hasta la barbearía…luego en Florentino corregimos el error, Presentables en sociedad y con zapatos nuevos seguimos de paseo o comiendo la tortilla de La Tita (bar donde no se reserva y haces cola, siempre) allí pides un café y de tapa en vez de un bizcocho te ponen un pinchito de tortilla en plato. Menudo fía con la agenda apretada. Pope se fue a eso de las seis, con cierta tristeza. Porque se pierde lo de mañana…que no es otra cosa que un desplazamiento al restaurante Avenida de Arcade. Un clásico en este y otros grupos, siempre que la disponibilidad de tiempo no lo impida y es que las prisas son malas consejeras. Aquí nos despedimos, no sin antes relatarles cuál ha sido la frase de este Camino: “Mañana el 30%” (referente a las posibilidades de lluvia) Con la vista puesta en el futuro, siempre que la salud de todos estos nos lo permita. Lo dejamos con un “hasta pronto” amigos.