EL CARBALLO ETAPA 23

EL CARBALLO

El Carballo (roble, Rebollo en otras acepciones) es para mi el árbol más bello de la naturaleza…elegante a la vez que sobrio…un solo ejemplar en su soledad más profunda en medio de un prado verde donde a veces menudean las vacas (rubia gallega) conforma un paisaje…una carballeda es por si misma la manifestación de un conjunto pictórico que te lleva a la esencia de lo espectacular. Pero hay muchos más…con las primeras luces del día o las últimas de un atardecer (como hoy, gris en el cielo, tinieblas de orballo y niebla en el más próximo de los horizontes) tienes la sensación que detrás del tronco de un Carballo se esconde el “obisome”…pasas por ellos mirando de soslayo que no te sorprenda quien surge del mundo de las meigas. Elegante carballo, que es capaz de enaltecer las casas nobles, donde un mueble de roble ya es signo de distinción y al mismo tiempo calentar el invierno de la aldea donde el frío se confunde con la nieve. Además de formar con sus hojas la alfombra por donde transcurre el Peregrino en su Camino hacia el apóstol. Hoy entre Alberguería y Xunqueira cualquier mirada al margen del camino se perdía entre las ramas de esos carballos huérfanos de hojas, pero con sus ramas erguidas mirando al gris del cielo. Pasado Villar del Barrio, buscando la laguna de la Limia (drenada por orden de Franco para dotar a estas tierras de superficie del cultivo) en esos caminos de aquella concentración parcelaria encontramos los carballos (centenarios) que conforman por si solos un paisaje. Luego seguimos por los campos (extensos de cultivo de cereales y patatas. Dicen que las mejores de Galicia, las de Xinzo) donde el agua caída durante la noche hace algunos de sus 4 kms, de recta interminable, en laguitos impracticables donde la única solución es cruzarlos por el medio chapoteando sin preocuparte de los resultados (botas y calcetines empapados). Pasas parroquias y aldeas hasta que llegas al final de la etapa…seguramente después de Quintela donde las carballedas y sus carballos (jóvenes y viejos) colorean, junto a sus hojas un conjunto de marrones y verdes muy difícil de “pintar” en los megapixels de cualquier IPhone. Con esas llegas a Xunqueira donde la colegiata se erige en protagonista del paisaje. Sus ábsides te encaminan hasta el siglo XII, pero todo el conjunto (claustro incluido) es un devenir entre ese siglo y el barroco. Aquí estamos en casa Souto, las cenas valen la pena. Comer en Casa Luciano (además es el taxista) comida de casa, gallega y con la abundancia de la tierra. El licor de hierbas es de gran categoría. No se lo pierdan