SANT JAUME DE FONTANYÀ

Duración: 1 día (Larguito. Iniciar la Ruta a las 10,00 horas y acabar sobre las 18,30)
Lugar de Origen: Barcelona (Catalunya-España)
Lugar de Destino: Sant Jaume de Frontanyà (Berguedà-Barcelona)
Paradas intermedias: La Plana. Avià. Berga. Guardiola de Berguedà y La Pobla de Lillet.
Mas o menos una hora y quince minutos de viaje hasta el primer destino.
Tomamos la A-18 en la Meridiana  de Barcelona con destino a Manresa, en sábado o domingo el peaje es de 800 pesetas (todo un robo para el trazado de la autopista). Allí continuamos por la C-1411 hacia Berga. Al pasar Gironella, a la izquierda hay un desvío hacia La Plana que indica claramente “Esglessia Pre-románica y Visigótica”. Está muy bien indicado. Al llegar a unas fábricas, seguimos a la derecha  hasta encontrar una pista de tierra que especifica la dirección de Sant Vicenç d’Obiols, nuestro primer destino. La pista está transitable para cualquier vehículo de motor. A un kilómetro aproximadamente encontramos una casa, un cobertizo y la Iglesia prerrománica del siglo IX, modificada en el X y a la que se le añaden las capillas laterales en el XII. En la puerta de entrada y en los laterales se encontraron tumbas, labradas en piedra de forma antropomórfica y en una de ellas, se halló una moneda visigótica del rey Egica que vivió en el siglo VII.



En Sant Vicenç de Obiols hay que distinguir la singularidad de su construcción. Se pede observar los dos niveles de las naves y las capillas laterales añadidas en el siglo XII. En cada una de ellas está ahora una tumba labrada en piedra y encontrada fuera de la iglesia en esa época. En su interior se ha reconstruido el techo y las vigas de madera, imitando las originales del siglo X. Este tipo de construcción de la cubierta con vigas de madera es típico de ese siglo.
La Iglesia puede visitarse los sábados y domingos por el módico precio de 300 pesetas por persona. Visita comentada, eso sí, por gentileza de la Diputación de Barcelona.
Volvemos a la C-1411 hasta la Colonia Can Rosal. Allí a la izquierda (bien indicado) hay un desvío hacia Avià. Una carretera la BV-1435 de unos 5 kilómetros de buen piso pero estrecha (hay quien aconseja ir a Berga y desde allí a Avià), el paisaje es espléndido, vale la pena coger esta vía.
A poco menos de un kilómetro del pueblo, camino de Graugés, por cierto allí hay un lago artificial, se encuentra la Iglesia de Santa Maria de Avià. De estructura rural, consta de una nave cubierta con voltas de cañón sobre arcos torales y encabezada por un ábside con una sola ventana. Un campanario de espadaña y unas paredes lisas, dan cuenta de la sencillez de esta construcción datada en el siglo X, pero que podría tratarse de una reconstrucción del edificio original hecha en el siglo XII.


Dejamos Avià y por la C-149 vamos hasta Berga, allí tomamos la Ronda C-26 y salimos de nuevo a la C-1411 dirección a Puigcerdà. A unos 400 metros llega el desvío de Berga-Centre (a la izquierda) lo cogemos y nada más llegar a las primeras casas en la Plaza de Gernika a la derecha tomamos la carretera de Pedret, estrecha pero con un buen piso. A unos 3 kilómetros nos topamos con el final de la carretera y el Pont de Pedret, documentado en el año 1286. Es un puente gótico que comunicaba Berga con la Iglesia de Sant Quirze. Atraviesa el Río Llobregat y tiene cuatro arcos de medidas desiguales (consta que anteriormente tenía cinco).
Desde el puente salen dos pistas de diferentes dificultades hasta a Iglesia de Sant Quirze de Pedret, joya del prerrománico catalán. Muy bien señalizadas, una asciende casi verticalmente y recorre apenas trescientos metros. La otra da más vuelta por la montaña y asciende de manera más suave. Por la primera a un ritmo normal se tardan unos seis minutos y por la segunda unos 10.
El primer edificio que se conoce de la Iglesia de Pedret está datado en el siglo IX y a él pertenecen la nave central (la más alta) y el ábside trapezoidal. Se sabe de la fecha de la construcción porque los muros eran más estrechos que las edificaciones románicas de los siglos XI y XII. Y también por los arcos de separación de las naves, todos con piedras rectangulares (símil de los mozárabes) y no las posteriores en cuña. A mediados del siglo X, debido a la importancia que adquiere este monasterio, se le añaden a esa nave central, dos laterales, a diferentes niveles y encabezadas por dos absidiolas semicirculares. La puerta de entrada se traslada a una de esas nuevas naves. Precisamente en la ampliación del siglo XIII se refuerzan los muros y pasan a ser como los de otra construcción románica y en la nave que tiene la puerta de entrada se transforma en un porche. Eso permite la construcción de un campanario cuadrangular del que se conserva exclusivamente la base.






En su interior se aprecia las diferentes ampliaciones. El techo de la nave principal se ha restaurado en madera para darle el aspecto que tenía en el siglo X.

En la nave central y las dos absidiolas, se descubren unas pinturas románicas, posiblemente de finales del siglo XI, aunque en el ábside central hay dos pinturas prerrománicas del siglo X. Las que pueden verse en la iglesia son reproducciones de la última restauración 1995. Las originales están en el MNAC y en el Museo Diocesano y Comarcal de Solsona.

Recuperamos la C-1411 y nos dirigimos a Guardiola de Berguedà. En el núcleo urbano seguimos las indicaciones (ojo hay que estar muy atentos porque el desvío es por una calle muy escondida) y vamos hasta Sant Llorenç prop de Bagà. Una pista ascendente nos conducirá después de unos 300 metros hasta la entrada.
El nombre de este Monasterio benedictino puede resultar extraño, especialmente porque estando en un municipio hace referencia a otro. Pues es que el Monasterio es anterior a la existencia de Guardiola de Berguedà (1904, cuando llega el ferrocarril) y pertenecía a Bagà, de ahí ese apelativo “prop (cerca) de Bagà”.
Las primeras noticias escritas que se tienen de su existencia se remontan al año 898. Pero su iglesia fue consagrada en el 983, casi cien años después de los primeros datos.
Se trata de un templo de tres naves, singular por su altura, aproximadamente 17,50 metros, excesivamente alto para la época de su construcción. Actualmente se está procediendo a su restauración y los datos son poco fiables sobre la existencia de una o dos iglesias.
En principio la nave era rectangular, pero en la segunda mitad del siglo XI se construyen dos naves laterales con dos absidiolas semicirculares (en las excavaciones actuales se puede ver la base de estas absidiolas). A mediados del siglo XII se reforma profundamente la iglesia del monasterio. Se sustituye la cubierta de madera del techo, típico del siglo X, y se sustituye por arcos de piedra y losas. En este proceso la iglesia queda dividida (seguramente por su especial altura) en dos partes, una para los habitantes de la zona y la parte superior para la comunidad, que por aquel entonces tenía veinte monjes.
En las excavaciones arqueológicas actuales se está tratando de reconstruir lo que fueron las dependencias monacales y el claustro, del que prácticamente no se conserva nada.



En las siguientes fotos se observa la gran altura de las naves y la parte inferior de este edificio, ya que como hemos dicho parece ser se dividió en dos niveles.

La restauración actual introduce algunas modificaciones sobre el conjunto monacal del siglo XII, ya que en el siglo XVII sufrió una reconstrucción casi total. sobretodo si tenemos en cuenta que este monasterio sufrió graves desperfectos en el terremoto del día de la Candelaria (febrero) de 1428.
Desde el mismo núcleo de Guardiola de Berguedà parte la carretera BV-4031 que nos lleva hasta la Pobla de Lillet. Una vez allí buscamos la desviación a Castellar de N’Hug y aproximadamente a unos 9 kilómetros de La Pobla por la BV-1421, encontramos la Iglesia de Sant Vicenç de Rus (por cierto hay un restaurante al lado).
Se sabe, por las investigaciones arqueológicas que esta iglesia fue construida en el siglo VII. Tenía una nave y un ábside semicircular, como en la actualidad. hay que destacar que a su alrededor ya existía una importante necrópolis en la que se han encontrado treinta tumbas excavadas en la roca, veinticuatro de adultos y seis de niños.
A finales del siglo XI y comienzos del XII sufre una importante reforma, ya en un estilo románico como la conocemos actualmente. Está documentado que el 9 de febrero de 1106, San Ot, obispo de Urgel por aquel entonces la consagró de nuevo como iglesia. La transformación que se supone se hizo por entonces fue darle mayor grosor a los muros y sustituir la cubierta, de madera antes del siglo X, y colocar una volta de piedra.





Sobre el año 1300, ya a comienzos del gótico se abren dos capillas laterales; una dedicada a Santa Magdalena y la otra a San Andrés. Hay que destacar que de la primera se conservan las pinturas góticas que hacen referencia a la vida de la santa (fueron restauradas y son las originales)
En el muro interior del ábside se pintó un mural que representaba a Cristo como juez, el Espíritu Santo y los apóstoles, además de los símbolos de los evangelistas y parece ser que San Vicente (se conservan en el Museo Diocesano y Comarcal de Solsona, las expuesta son una réplica), como réplica es una figura de la Madre de Dios idealizada, que es una copia de la románica que está en el Museo Episcopal de Vic (la original no tiene ni el Niño , ni manos).
Regresamos a la Pobla de Lillet y cogemos la carretera B-401 dirección a Gombrén,  y a un kilómetro aproximadamente, a la derecha nos topamos con un desvío por un camino de tierra, bien acondicionado por el que pasa cualquier vehículo de motor. Sin pérdida a unos 600 metros encontramos el Monasterio de Santa María.
Aparece en un documento del 17 de abril del 819, pero se consagra en el 833 a Santa María, San pedro y San Juan. Antes del 1086 se instaló un canónigo y cinco monjes. La historia del desarrollo de este monasterio se entiende a partir de las diferentes épocas de su construcción:
Se sabe que la iglesia actual se construyó a mediados del siglo XI y consta de una sola nave rectangular. El ábside semicircular y la absidiola del sur fueron añadidas más tarde. Las continuas reformas, que se prolongarán hasta el siglo XVIII trasformaron la fisonomía de la iglesia.
Pero en el fondo el monasterio es una compendio de diferentes artes arquitectónicos: Pre-románico una parte del ábside pequeño. Románico lombardo del siglo XI y XII, la nave central. Gótico, 1397, el crucero y la puerta y clásico-barroco, siglos XVI y XVII otros elementos.




A unos 150 metros sobre este monasterio se alza la Iglesia de San Miguel de Lillet. Una iglesia redonda, en cuyo interior hay dos nichos y un ábside. Es una de las cuatro iglesias redondas que se conocen en Catalunya. Fue consagrada el 9 de mayo del  año 1000 y era la segunda iglesia del Monasterio.
Sin dejar la carretera B-401, a unos pocos kilómetro, unos 2 aproximadamente, a la derecha (conviene estar atentos) aparece un letrero que indica: Sant Jaume de Frontanyà 9; zona esportiva 1. El primer kilómetro es una pista de tierra que nos lleva hasta la orilla del río donde efectivamente hay una zona de acampada. Y allí precisamente se inicia una carretera estrecha, pero bien asfaltada, que no figura en los mapas y que es la antigua pista forestal donde se dejaban los troncos de madera para que el transporte los recogiera. Pero todo hay que decirlo nos ahorra un puñado de kilómetros, aproximadamente unos 50. Entre abetos y pinos, esta carretera nos conduce al final del viaje: Sant Jaume de Frontanyà y su iglesia, una de las grandes joyas del románico catalán.
De la primitiva iglesia, consagrada en el año 905, solo queda unas ruinas. Es en el siglo XI, entre los años 1066 y 1080, cuando se construye la iglesia actual.  Se alza sobre una planta de cruz latina, y consta de una nave de gran pureza de líneas y claridad de volúmenes. La cabecera de este conjunto la forman tres ábsides semicirculares. El central, más ancho, está elegantemente estilizado por cinco fornículas ciegas separadas por semicolumnas y resaltadas por un arco rebajado. Sobre el brazo de la cruz se alza una cúpula de ocho lados, coronado por un cimborio de doce caras, caso único en Catalunya. La fachada tiene elementos de la arquitectura lombarda de la época. En resumen un conjunto impresionante (im-presionante diría yo). Nadie que aprecie el románico puede dejar de ver Sant jaume de Frontanyà.
El conjunto de fotografías intenta dar una visión de lo que hemos explicado.




Salimos de Sant Jaume de Frontanyà por la carretera BV-4656 en dirección a Borredà, aunque con la sana intención de visitar una presunta joya del románico: Sant Sadurní de Rotgers, una iglesia del siglo XI remodelada en el XII. La documentación hallada en Internet y en diferentes libros sobre el románico catalán te indica que en el punto kilométrico de esa carretera hay un desvió por una pista que te lleva a dicha Iglesia. Será así, pero falta una señalización adecuada. Un amejoramiento de la pista (en esta ruta hemos recorrido otras, también de tierra y realmente es diferente, es muy mala). No hay indicadores de la distancia hasta el monumento y lo que es peor en algún punto del recorrido confluyen diferentes pistas y ya no hay quien se aclare por lo que después de atreverse con el primer kilómetro optamos por regresar al punto de partida. Una lástima. El Ayuntamiento de Borredà, la Diputación de Barcelona y la Generalitat de Catalunya deberían preocuparse de este patrimonio. Nuestros impuestos deben servir para algo más que para comidas de los electos.
Dada la densidad de esta ruta confesaremos que se realizó en dos días, no completos, pero dos al fin y al cabo. De ahí que tengamos dos restaurantes que reseñar; el primero en Vilada, que está en la ruta de Berga a Ripoll. Allí  tuvimos que comer en el restaurante Comellas. Un menú areglado al precio,  sobre las 1800 pesetas. El recinto muy atractivo, el servicio bueno y esmerado. Pero la comida  puede catalogarse de buena, sin más pretensiones. Un primer plato a base de guisantes negros con cansalada (correctos), unos canalones apetitosos. Un pato con peras mejorable y una galta guisada, bien hecha. Calidad-precio, buena.
El segundo restaurante es Can Marxandó de Sant Jaume de Frontanyà.  Tradicional en la gastronomía de la zona, se tienen referencias de él desde el 1900 y algo. Los platos elaborados con cierta gracia y aprovechando los productos del tiempo. Un estofado de alcachofas, guisantes y setas con un ligero toque de jamón realmente apetitoso. Los segundos el tradicional civet de jabalí (época) muy bien resuelto, no parece recalentado; le sobran los bizcotes con mermeladas, está tan bueno que estas “delicatessen” no le hace falta. Y el Pato a la Naranja podría ser mejorable, pero está bueno. Hay otros platos típicos de la Fonda, como el Rabo de Buey o la ternera con setas que tenían una pinta exquisita. Los postres muy acertados, un helado de la casa (jijona) ciertamente bueno y una manzana al horno rellena de crema catalana, muy apetecible. En el capítulo de vinos resulta engañoso la oferta del vino de la casa, un priorato seco realmente deleznable, no se puede beber ni con gaseosa. En cambio la carta de vinos tiene Riojas, Penedés y Ribera del Duero que pueden mejorar el conjunto de la comida, vamos que en este caso se recomienda tirar sobre seguro, porque el precio tampoco es desorbitado, con cafés no llegó a las 7000 las dos personas una buena calidad-precio.