CUERNAVACA

Había que elegir entre Puebla y Cuernavaca para este último día de esos siete días y seis noche en México.

Cuernavaca capital del Estado de Morelos es una ciudad que vive con la cara puesta en DF ya que se encuentra a una hora y media de distancia, que aquí tampoco es tanto. Colonial hasta los topes, aunque tampoco se ven tantos vestigios como no sean la catedral y algunas de sus iglesias. Pocos edificios quedan de aquella época.

La primera visita obligada es pasear por la Plaza de Armas y fotografiarse con las figuras en bronce de Emiliano Zapata y una guerrillera. No hay que olvidar que Zapata era de Morelos y que en Cuernavaca fue testigo de esa revolución campesina caudillada por Zapata.

Morelos lleva el nombre de un general  fundamental en la liberación de México y bien que lo representan con una estatua de tamaño gigante de Gulliver.

Por otra parte Cuernavaca es el lugar elegido por Hernán Cortés para vivir tras la conquista de México. No tenía mal gusto, ya que dicen que aquí es la eterna primavera. Aunque hacía calor.

Visita al Palacio de Cortés, hoy convertido en museo de antropología de la zona. Hay que verlo por conocer su estructura y algunas informaciones sobre las diferentes tribus que habitaban la zona y por unos inmensos murales pintados, como no, por Diego Rivera que cuenta la historia de este lugar, muy interesante.

Comimos en Las Mañanitas. Un Relais Chateau de excelente factura que ocupa una antigua Hacienda colonial y conserva la esencia. Por cierto un vino de Chile Los Vascos de Rotchild Lafitte excelente.

Y con esta visita y el regreso a DF se acaba esta breve pero intensa estancia en México.