PRIMER DÍA

AMSTERDAM

Viaje real a un planeta imaginario o la casa de muñecas

Primer día

Que difícil es darle orden a un sin fin de sensaciones. Aunque para cada uno que lea esta página antes o después de viajar a Amsterdam pueden parecerle de mil maneras, algunas coincidentes y otras divergentes, pero para nada indiferentes. No se puede ir a Amsterdam y volver como si nada hubiera pasado. Eso queda para aquellos que sabían que existía. Para otros, los sabedores de poco y desconocedores de mucho, esa ciudad nos sorprende en lo que sabíamos y sobre todo en lo que desconocíamos.

No pretende ser una guía al uso, ya que para ello venden en librerías, o establecimientos especializados, por ejemplo los del aeropuerto, donde seguro que hacen el negocio con aquellos improvisadores “del me he olvidado algo”. La Guía Trotamundos, con mapas, pero sin fotos es la más útil para quienes el hambre es mucha, pero la miés es corta. La de Amsterdam en el aeropuerto de Barcelona cuesta 14,50 €, a la postre bien invertidos. Empiezas a leer y te encuentras con la primera realidad. Los taxis son caros; muy caros después de la primera experiencia negativa. Desde el aeropuerto hasta cualquier sitio en taxi nada cuesta menos de 30 €. Mientras que en tren hasta la Estación Central 3 € por barba y luego el tranvía a 1,50 € hasta el hotel, casa o puente elegido.

Este primer contacto con la realidad de Amsterdam da pie para hablar del transporte público. Excepcional, te lleva a todas partes, incluso al hotel. Compuesto por tranvía, metro (corto), y autobús. Divido por zonas, funciona entre las 6,00 y las 00,30 en todo su explendor, aunque después siempre queda un retén, los bus de noche que más espaciados también te llevan.

El precio oscila entre los 1,50 y los 2,40 € billete, según zonas. En la guía del transporte de la ciudad te indica los billetes múltiples más ventajosos para el viajero. Una vez tienes en tu mano la guía trotamundos, el mapa general correspondiente y la guía del transporte público, nunca más utilizarás un medio de transporte mecánico que no sea la bicicleta, que como podrás ver es el vehículo universal de los ciudadanos de Amsterdam. Dicen las guías que hay 727 mil habitantes y 550 mil bicis. Los datos y las imágenes lo dicen todo.i menos es Amsterdam.

EL TRANVÍA
LA BICI

Ya estamos en Amsterdam, unos llegan en tren, otros en avión, algunos en coche o autobús. Si hemos seguido la guía Trotamundos se supone habremos elegido un hotel acorde con los “posibles” de cada uno. Los de los viajes organizados pues al hotel que toque; son buenos normalmente, muy convencionales y ya que estamos en una ciudad, donde casi nada es convencional, sabe mal no alojarse en alguno de esos que forman parte de la sorpresa visual del viajero (enhorabuena para el que lo haya logrado).

Si es de noche (a las 5 en invierno), pues hasta mañana. Aunque si buscas diversión, algo de movida en una ciudad de jóvenes tienes ante ti un amplio abanico de posibilidades: Coffeeshops, cafés blancos o cafés marrones, música en directo y sexo en vivo.Si eliges esta última opción, se recomienda haber pasado por La Condomerie, junto a la plaza Dam. Allí encontrarás  preservativos de todas las marcas, de todas las formas, colores y sabores. Un templo a lo seguro en las relaciones sexuales. Y es que Amsterdam es el paraíso de la libertad en el sentido más amplio de la palabra. Pero también hay que decir que la tolerancia es sinónimo del respeto y bien que se respira esa sensación. Fruto de ese espíritu es el monumento a los homosexuales, situado en el atrio de la iglesia Wester Kerk. En Amsterdam la homosexualidad tiene carta de ciudadanía (foto3).

Vamos a dedicar dos días completos, después de un corto paseo la noche anterior para ver las luces y la parte “bruja” de esta ciudad: Vamos, decimos, a visitar lo típico, cayendo en el tópico, pero con la salvedad de que nos lo vamos a tomar con cierta calma, la misma que transmiten los ciudadanos de Amsterdam. Una ciudad sin agobios, con un sentido de la educación exquisito. Sorprende la poca circulación de coches y motos, la abundancia de bicis y la presencia omnipotente de los tranvías, verdaderos reyes de la circulación. Su golpe de timbre se hace familiar.

Dos son los elementos que a primera hora de la mañana, las nueve, empiezan por sorprender al visitante. Primero los edificios, todos, no hay excepciones. En Amsterdam te cambia el concepto de ciudad convencional que los europeos tenemos. Frente a una ciudad basada en la capacidad por encima de un desarrollo urbanístico sostenible, de ahí la voracidad de los constructores; o una ciudad con su buena parte de vida estresante; una ciudad con  prisas. Asterdam es todo lo contrario. Sus casas parecen no haber superado el siglo XVIII, de ahí que se tenga la tentación de pensar que está en  casa de muñecas, o en un planeta imaginario. Vamos a mostrar cuatro fotos de edificios diseminados por toda la ciudad. Lo ven, pues así todo.

La segunda sorpresa son los canales, agua por todas partes rodeada de adoquines, de vías para el tranvía, de puentes mágicos y donde viven unos cuantos ciudadanos acomodados en los 2.500 barcos que sirven de acogedora casa flotante. Sólo nos quedó por descubrir si la calefacción es central o cada uno como puede.

La verdad es que la ciudad está urbanizada en función de los canales: casi todos son referencia obligada a la hora de establecer una ruta turística. Te orientas en función de las fronteras naturales entre barrios que marcan los grandes canales, Amstel o Singel por ejemplo.

Lo primero que hace un turista que se precie es llegar a la plaza Dam, en el centro del casco antiguo (antiguo por decir algo). Allí empieza la Amsterdam monumental. Primero el Palacio Koninklij, un edificio de 1665, proyectado por Jacob van Campen y a cuya belleza contribuyeron los artistas holandeses del Siglo de Oro. En un principio fue Ayuntamiento de la ciudad pero Luis Bonaparte lo transformó en Palacio Real en 1808m, pero la reina no suele habitarlo. En su exterior, los relieves, frisos, cariátides y tallas recuerdan la supremacía marítima de la ciudad.

Rapidamente miras a tu derecha y descubres la Nieuwe Kerk. Una basílica construida a principios del Siglo XV de estilo gótico flamígero en la que han sido entronizados todos los reyes holandeses, la última la reina Beatriz en 1980. Destaca el púlpito, tallado en caoba.No tiene funciones religiosas, más parece un museo.

Todo esto en la plaza Dam, donde encuentras desde un gran hotel, unos grandes almacenes, palacios, el museo de Madame Tussaud, muy visitado, pero muy caro a la vez (no caer en la tentación si no es estrictamente necesario), el Monumento Nacional y tipos tan curiosos como el del coche de caballos.

Dejamos la plaza Dam por unas calles especialmente tranquilas y bellas detrás de la Nieuwe Kerk,  y nos dirigimos hacia el Museo Casa de Anna Frank, se acuerdan?, la del diario en la dominación nazi. Pues sobre ese trágico episodio aquí se ha montado una atracción turística con colas incluidas. Pero antes un café reparador en un establecimiento frente al edificio Magna plaza, hoy un centro comercial. La atención en español, el dueño es argentino. Café importado de Italia, pero con diferentes orígenes: India- El Salvador-Brasil, etc. Acompañado por buenos pasteles de dulce de leche o de chocolate, toda una invitación al caminante.

Reparada la necesidad de media mañana seguimos ruta con destino al Museo de Anna Frank en la Prinsengracht número 263. En el camino algunas tiendas atractivas, esecialmente una de decoración. Poco antes una de deportes donde podemos encontrar productos oficiales del club Ajax de Amsterdam. Pasamos el Singel y llegamos a la Wester Kerk. Es la primera iglesia protestante construida después de la Reforma de Lutero. Data del 1620 y su arquitecto fue Hendrick de Keyser. Destaca el Campanario de 85 metros de altura domina la ciudad y exhibe orgulloso la corona imperial de Maximiliano de Austria, uno de los símbolos de la ciudad. Se dice que el 8 de octubre de 1669 fue enterrado en esta iglesia Rembrant, pero su tumba jamás fue localizada. En su atrio el monumento a los homosexuales y frente a la entrada un pequeño monumento a Anna Frank.

Junto a su fachada se inician las colas del Museo de Anna Frank, más de 500 mil visitantes al año pasan por la tienda y casa de los Frank en Prinsengracht 263. Durante dos años (1942-1944) sirvió de refugio a esta familia de judíos que intentaron, de esta manera, vencer el horror nazi. En 1944, después de una denuncia, fueron deportados y murieron todos en los campos de concentración excepto el padre de Anna, Otto Frank. Hoy esta casa es un gran museo del Holocausto en Amsterdam. La historia más detallada en el Museo o en “El Diario de Anna Frank” del que se han editado millones de ejemplares en más de sesenta idiomas. La visita al Museo cuesta 6,50 €. Imprescindible si se va a Amsterdam.

Miras el reloj y te das cuenta que ya es hora de comer. Lo normal sería un tentempié en algún café y a esperar a la noche, pero en esta ocasión buscamos un sitio típico, y además tópico. Un lugar donde se degusten los platos holandeses. Amsterdam como buena ciudad cosmopolita con un pasado colonial, tiene restaurantes de todas las cocinas del mundo. Especialmente orientales, debido a esa vinculación colonial con Indonesia, Surinan, etc. Pero en esta ocasión hemos elegido algo autóctono. En pleno centro, la calle Spuistraat número 275. Su nombre, anoten: HAESJE CLAES. Página web: www.haesjeclaes.nl . Metidos en harina les explicaré un menú bien, de esos que dejan satisfecho al comensal. De primero algo del mar: Hollandss visbord: variedad de ahumados y arenques, con uno para tres por probar va que chuta, cuesta 13 €. De segundo algo del terreno: Stampotten, ya sea con puré de patata o choucroutte. Lleva carne estofada y una salchicha de cerdo, aderezado con una ensalada típica. Sobre los 14 €. De postre pastel de manzana con helado de canela. Los vinos de la carta internacional, hay un poco de cada país, cuestan entre 17 y 35 €, normal en el país que estamos. Menú de 3 personas con cerveza y agua, sin vino 80,60 €. La relación calidad-precio buena. Merece la pena una visita.

La fiesta no se termina después de una buena comida. Dos días son pocos y hay que aprovecharlos. Nos dirigimos al Barrio Rojo, el barrio del sexo; al norte de la Plaza Dam. En el camino una tienda especializada en preservativos (haz el amor seguro), ya han visto la foto. Por esas callejuelas nos adentramos hacia nuestro objetivo: los escaparates donde las prostitutas están a la vista del posible cliente. Pegados a estos escaparates la iglesia más antigua de Amsterdam; Oude kerk, construida a finales del siglo XIV. Renovada en el siglo XVI.Y  para muestra bien vale un botón, observen…

Dejamos una tentación, la sexual, por otra los libros. En el Spui, barrio de estudiantes encontramos la librería Athenaeum y algún que otro café blanco para sentarse y descansar de la caminata entre canales. En pleno Spui, se encuentra Begijnhof, un patio-jardin rodeado de casas de los siglos XVII y XVIII que servirían como muestra de lo que es esta ciudad. Y allí la casa más antigua de Amsterdam, 1477, la iglesia, siglño XV y la capilla clandestina, siglo XVII.

A las siete de la tarde, y después de un paseo por alguna orilla de canal, vamos hacia la Plaza del Mercado Nuevo (Nieuwemark) en el número 9, se encuentra el Café Bern; una tasca con pinta cutre, pero donde previa reserva, si no quieres hacer cola, sirven una fondue con carne extraordinaria.  Con las cervezas de turno, 3 personas sale por 51 €. No está mal.

Y de la cena al repaador gin tónic, en pleno barrio chino, camino de la Centraal Station está Jaecques, un café con cirto sabor a antiguo, con cierto sabor a pijo, con cierto sabor a reunión de amigos. Está en la calle Zeedijk, 1. Un buen ambiente. Las copas regulares, a la forma holandesa. Si tienes tiempo en esa misma calle pero en el número 106 está el templo a la diosa He Hwa, el primer templo chino inaugurado en Europa.  Y amigos eso fue todo para un buen día en Amsterdam.