DÍA 12 FLAMENCO

FLAMENCO

La playa tiene sus encantos. Las recomendaciones de amigos para comer y cenar en Sanlúcar o en el Puerto. También en el Faro de Cádiz. Todas inmejorables, En casi todas ya hemos estado (es lo malo de ser  “viejos” o con experiencia, diría yo) Por eso nuestro objetivo de hoy es muy diferente. Buscamos el Cementerio de San José en Chipiona y rendir homenaje presencial a “la más grande”. Me estoy refiriendo a Rocio Jurado. A eso de las once ya habíamos cumplido…leyendo en silencio el poema que le dedicó otro de sus fieles “devotos”, Rafael Alberti. Me satisface haber podido venir hasta aquí. Después un tente en pie a base de los “malditos” churros a los que uno no se puede resistir y eso que le gustaría ser “Jesús en el desierto” y ayunar 40 días. Si es que allí no había un cartel que decía “a voz en grito”: Chocolate con churros. Ya me gustaría ver al más pintado resistirse a esa tentación. Luego a pasear por la Avenida de Rocio Jurado, claro. La calle de Paquita Rico y un etcétera de nombres de la tele. Será por mimetismo, pero es. Compra de avituallamientos de Km 0 y es que aquí la fruta te llega de Palos y el Rocío (fresas), los guisantes, las habas y los alcauciles de aquí mismo…Pues vas y compras. ¡Se te olvidan las regañás! Pues también, que nunca se sabe si puede caer una tabla de queso o jamón del bueno (siempre por prescripción facultativa) Para la playa y el santuario de la Virgen de la Regla (estamos en Chipiona) que tiene playa, faro y devoción. Carretera a la bahía de Cádiz que reúne a tres poblaciones, Cádiz, San Fernando y Chiclana y en medio unas marismas y ese lago de Sancti Petri donde en su día empezaron las piscifactorias naturales donde crecen lubinas, doradas y otras especies. Su belleza natural (hace cuarenta años, casi) de aquel pueblo dedicado también a la pesca del atún rojo, hoy es un centro turístico de primer orden (igual que toda la costa gaditana) donde se agolpan las ofertas comerciales de toda índole. No les negaré que hay una cierta decepción en estas líneas. Más me parece un Castelldefels a la antigua, con todos sus elementos que distorsionan lo que buscábamos. Si bien es cierto es que una vez pasada la fiebre de tanta oferta (están todos los que se puedan imaginar y más) hay un cierto alivio viendo algunas colonias de flamencos en blanco (lo del rosa se quedó en la palidez del alimento que ingieren) o una sucesión de naves dedicadas al mundo de la flor. Luego si llegas a esas playas de Sancti Petri y a derecha (según se viene) marismas y alguna actividad náutica con chiringuitos de buen ver y por la izquierda la playa con el castillo a menos de una milla. No hemos perdido el tiempo…tampoco lo hubiéramos perdido porque acabamos comiendo en La Casa del Farero, un restaurante con pedigrí y que responde en la mesa a su fama. Unas croquetas de atún encebollado con col fermentada o salsa kimchi (está de moda) y pimentón de la Vera (buen plato) y luego a la tradición, tortita de camarones y unos carabineros a la plancha. No me digan que no era un buen plan. Unas copas de palomino fino seco para complementar. Con estas, salimos para acabar el día Flamenco, al cementerio de San fernando para rendir pleitesía a Camarón de la Isla. Decepción por todo lo alto, cerrado a cal y canto. Ni siquiera un familiar puede visitar a sus deudos un sábado por la tarde…cosas de la administración. Mirada entre algún desperfecto de la tapia y voluntad de asistir. Con esas camino de Conil a pernoctar en el Camping Roche en medio del campo y junto a unas vacas de leche que pastan a un tiro de piedra (mío o sea corto) A lo mejor mañana nos da por volver a terminar lo empezado… no diría que no.