Este capítulo comienza anoche en La solana, restaurante en el puerto de Ribadeo, donde nos habían recomendado cenar. Cualquiera de los platos, convencionales para esta zona, no merecerían mencionarse en esta crónica (todos buenos y bien cocinados) merluza a la gallega o el propio rodaballo que fue la intención primigenia hubieran sido excelentes. En esas que fuera de carta, la chica dice: “tengo un lenguado de 1,5 kilos” hete aquí que Vicente y yo nos miramos y coincidimos en que rara vez se ve un pescado de esta guisa en un restaurante. A la espalda o donostiarra, como prefieran. Yo me acuso de añadirle algo de “ajada” para darle un toque gallego. De vicio.
Hoy jornada de esas que en el argot del Camino se califica de “rompepiernas” en este caso dos toboganes con diferencias de altura de unos 160 metros en pocos kms…No tendría mayor dificultad si el tiempo fuera el normal de esta época y lugar. Pero desde que salimos en Villamartín Grande, la temperatura ya estaba sobrepasada y a eso de las once alcanzábamos los 30 para llegar a los 34 en las puertas de Mondoñedo, final de etapa.
Catedral y obispado compartido con Lugo. Aquí estudió el cardenal Rouco Varela y fue su obispo allá por el 84. Todo se concentra en el casco antiguo alrededor de la Catedral y el Seminario (hoy sin seminaristas) dedicado a Hospedería, donde pernoctamos. La llegada no ha podido ser más caótica…nadie en la recepción, era la hora de la comida. Sin saber nada de las mochilas, ni poder cambiarse de calzado, tal como veníamos, a comer también. Lugar: la taberna museo de Álvaro Cunqueiro, escritor y gastrónomo gallego, hijo de Mondoñedo, que se instaló en este lugar a su regreso de Madrid en 1947. Una frugal colación sin más. A eso de las cuatro y algo todo un proceso burocrático para hacernos el check in…las caras de desespero, de cansancio acumulado, de ganas de una ducha reparadora hacían más difícil retenerse para no pegar un grito ante la lentitud…la edad no perdona. Siesta correspondiente y a eso de las siete y algo a misa de siete para sellar. Siguiendo con el siete, en la catedral tres curas en la concelebración (entre los tres sumaban mil años y procesos de artritis aguda) y siete asistentes, seis beatas y yo que aguardaba mi turno para sellar.
Ya con el trabajo hecho, un paseo por la zona vieja de Mondoñedo, en busca de un lugar para cenar (la cena es en mi caso la mejor comida del día) El bar del centro social nos ha despachado casi un menú del peregrino…y después del espectáculo de la catedral iluminada…aquí estamos en vísperas de irnos a dormir. Mañana nos espera una etapa corta, apenas 13 kms pero una subida de injusticia humana y social a principios de etapa. Hay que salir temprano para huir de los calores de la media mañana…el resultado de tanto calor es el agotamiento prematuro…