El Monasterio de Santo Domingo de Silos se halla ubicado en la parte oriental de un pequeño valle de la gran meseta castellana, que el primer documento conservado del Archivo de Silos, del año 954, ya denomina como valle de Tabladillo.
La vida del hombre en Silos y en su comarca, se remonta a tiempos prehistóricos, conocida hoy en día gracias a una serie de excavaciones arqueológicas. La vida monástica en todo el valle de Tabladillo, especialmente en Silos, comenzó, según afirma la tradición, en la época visigoda, tal vez en forma de pequeñas comunidades, relacionadas e independientes entre sí al mismo tiempo.
Las afirmaciones de los historiadores y la arqueología se apoyan para sostener que el Monasterio de Silos tuvo principio en el curso del siglo VII. Por aquel entonces, y dadas las características geográficas del valle, los monjes simultanearon la vida monacal eremítica con la comunitaria, en forma de colonias monásticas pequeñas que llenaron todo el valle. Esta vida primera se prolongó desde el siglo VII hasta finales del primer cuarto del VIII, cuando los árabes conquistaron la Península Ibérica. A partir de aquí, no sabemos si los monjes optaron por retirarse a las montañas cántabroastures para luego regresar como comunidad mozárabe.
En el siglo X, la comunidad de monjes de Silos tiene una vida pujante y está bien organizada.
Conocemos los nombres de algunos de sus abades: Gaudencio (929-943), Diego (950), Placencio (954), Blas (978-979), Nuño de Doñasantos (1019), y tiene edificios monasteriales e iglesia. Posee propiedades bastante extensas que confirma el viernes 3 de junio de 954 el conde Fernán González.
Funciona ya su scriptorium, del que se conservan aún 3 ejemplares: “Las Conferencias de Casiano”, copiadas por el monje Alburano en 928; el “Comentario a la Regla de San Benito” de Esmaragdo, escrito en 945 por el monje Juan y, sobre todo, el famoso manuscrito que contiene “Las Glosas Silenses”, de hacia 970. A fines del siglo X y durante la primera mitad del siglo XI, la comunidad de Silos decaerá material y espiritualmente, debido a las razzias de Almanzor.
Providencialmente, llega a Silos en este momento el Abad Santo Domingo. Era el 24 de enero de 1041 y regirá el monasterio durante 32 años, hasta su muerte acaecida el 20 de diciembre de 1073. Toda la historia del monasterio y de la comunidad girará en adelante alrededor de este gran hombre: se convierte en el titular del monasterio; es el patrono e intercesor ante Dios; es el taumaturgo que obra milagros… Gracias a su obra y a la de sus sucesores, nace en Silos el gran monasterio románico: el claustro genial, la gran iglesia románica con tres naves, pórtico y cinco ábsides y las otras dependencias necesarias para la vida de la comunidad.
Entre los siglos XI y XV, Silos será un monasterio con gran vida y actividad, tanto interna como externa, convertido ya en una comunidad observante e influyente; un centro de peregrinaciones y de vida cristiana en torno al sepulcro de Santo Domingo; un ejemplo notable de caridad cristiana y monástica, con la ayuda espiritual y material a los peregrinos y necesitados; un centro educativo con su escuela monástica; un extraordinario centro cultural, con su scriptorium, de donde salieron manuscritos de la talla del Beato que se conserva hoy en la Biblioteca Británica de Londres; un centro artístico con su admirable taller de orfebrería, y un patrimonio material muy extenso que da vida no sólo a la comunidad silense, sino también a muchas aldeas, iglesias, granjas y pequeños monasterios, repartidos especialmente por las dos Castillas.
Siglos más tarde, en 1512, Silos se adhiere a la Congregación Benedictina de Valladolid, y la comunidad entra en una etapa de normalidad a lo largo de tres siglos, de 1512 a 1835.
En 1835 se interrumpe la vida monástica en Silos.
A consecuencia del decreto de desamortización del ministro Mendizábal y expulsión de los religiosos de sus conventos, el 17 de noviembre la comunidad benedictina de Silos se dispersa. En el desorden se iban a perder para el monasterio y para España la mayor parte de los manuscritos de su archivo, las alhajas acumuladas a lo largo de más de un milenio, y casi todas sus obras de arte. También los edificios, con el tiempo y la negligencia, se fueron deteriorando.
Afortunadamente, el 18 de diciembre de 1880, un grupo de monjes benedictinos franceses de la Abadía de Ligugé, dirigido inteligentemente por un monje de Solesmes, Dom Ildefonso Guépin, salvó a Silos de la catástrofe total al elegir sus ruinas como morada. Estos monjes fueron restaurando con esfuerzo el monasterio silense, y con la restauración material, procuraron recuperar parte de sus restos culturales; así, buscaron y encontraron 14 manuscritos medievales, muchos diplomas, también de la Edad Media, y casi todo el archivo de la Edad Moderna. En este largo siglo de vida monástica contemporánea, la comunidad benedictina de Silos ha tenido y tiene una gran vitalidad: con su testimonio, con sus celebraciones litúrgicas, con sus aportaciones a la cultura y con su irradiación fundando varias casas nuevas en España como Estíbaliz (Alava), Montserrat de Madrid, Leyre (Navarra), Abadía de la Santa Cruz (Madrid), y en Hispanoamérica México y San Benito de Luján en Buenos Aires, Silos ocupa un lugar importante en la Orden Benedictina actual.
El claustro románico de Silos, es y ha sido siempre el centro de la vida de la comunidad monástica. Hacia él convergen y de él parten los otros edificios del monasterio y todas las actividades del monje: al Norte la iglesia, donde se ora en común o en privado; al Este se encontraba en la Edad Media la sala capitular, que servía para las reuniones de la comunidad, y el scriptorium,
donde se copiaban con paciencia y arte los manuscritos silenses; al Sur se hallaban la cocina y el comedor, en el primer nivel, y el dormitorio en el segundo; al Oeste estaba la hospedería, también de dos pisos. El claustro es el lugar a propósito para la contemplación “física”, para pasear y para
descansar. Por eso, el claustro, además de centro convergente por su ubicación en el monasterio, tenía que ser bello, adornado con las manos mágicas del artista, del arquitecto, del escultor y del jardinero.
Arquitectónicamente, el claustro de Silos tiene dos niveles superpuestos: el claustro inferior y el claustro superior. El claustro de abajo es de dos
épocas: las galerías Oriente y Norte son de la segunda mitad del siglo XI; en cambio, las galerías Poniente y Sur son del siglo XII. El plano solar un rectángulo, con 16 arcos en las galerías Norte y Sur y 14 en las galerías de Oriente y Poniente. El claustro de superior se construyó a finales del siglo XII. Vamos a describir brevemente el claustro inferior.
Nos fijaremos primero en los 6 bajorrelieves del primer maestro, empezando la visita por el ángulo Nor-oriental, por donde probablemente se comenzó a construir el claustro: LA ASCENSIÓN, con la orientación de todos los recursos “hacia arriba”; PENTECOSTÉS, esta vez, con los elementos superiores “hacia abajo” y los inferiores “hacia arriba”, para lograr el encuentro; LA SEPULTURA Y LA RESURRECCIÓN, con las dos-tres escenas unidas y diferenciadas, presentando el entierro
En medio y la resurrección arriba; EL DESCENDIMIENTO, que centra por el tamaño y la perfección, todo el cuadro de la figura de Cristo muerto; LOS DISCÍPULOS DE EMAÚS, donde el tamaño mayor de las figuras, los pies en
movimiento, el zurrón, las conchas, dan al cuadro grandeza, y se evoca la idea de peregrinación y de encuentro; LA DUDA DE SANTO TOMÁS, es un
conjunto armonioso, lleno, enmarcado todo en un castillo medieval. Los capiteles de la primera etapa, del 1 al 36, perfectamente terminados, merecerían cada uno un análisis in Pidual y detallado. Lo dejaremos al gusto, interés y tiempo de cada uno.
El bajorrelieve de LA ANUNCIACIÓN es otra obra maestra; tanto por el tema como por el desarrollo escultórico, pertenece a finales del siglo XII, lo mismo que el último bajorrelieve, EL ÁRBOL DE JESÉ, o genealogía de Cristo, que aunque más deteriorado, también es una gran obra escultórica semejante al
anterior. También los capiteles del 37 al 46 globalmente, aunque de distintas manos y temas, pertenecen a la segunda etapa.
Completa la visita del claustro el jardín, con su famoso ciprés (aunque también conviene admirar la monumental secuoya de la entrada principal). Plantado en 1882, ha ido creciendo, tupido y esbelto, hasta alcanzar más de 25m. de altura. Es la admiración de todos. Los poetas le han dedicado, con frecuencia, sus mejores versos.
SANTO DOMINGO DE LA CALZADA
Desde Santo Domingo buscaremos Salas de los Infantes y por la carretera 113 iremos a Riocavado de la Sierra, pasando por el desfiladero de Pedroso, un paisaje excepcional. De allí hasta el cruce de Urquiza que a la derecha nos lleva hasta Pradoluengo en dirección a Belorado. Ya en la carretera N-120, Santo Domingo de la Calzada está a un tiro de piedra.
Este pueblo estuvo ligado al Camino de Santiago desde sus orígenes en el siglo XI. Calzada significa sendero o camino. Santo Domingo, un joven pastor oriundo de la región, se educó en el
monasterio de Valvanera y solicitó entrar en el famoso monasterio de San Milán de la Cogolla.
Rechazada esta petición, se hizo el ayudante de Gregorio de Ostia, el legado papal, quien le ordenó sacerdote.
A la muerte de Gregorio, Domingo se retiró al río Oja para llevar vida de ermitaño y asistir a los peregrinos que iban hacia Compostela. Se le llama “de la Calzada” por su determinada labor de mantener y mejorar el la vieja calzada romana que pasaba entre Nájera y Redecilla del Camino para facilitar el paso de los romeros. En el año 1044 construyó un puente sobre el río Oja, la
más conocida de toda una serie de puentes que hizo sobre ríos, arroyos y barrancos. También edificó una capilla dedicada a Santa María, un hospital y un albergue de peregrinos, hoy restaurado como Parador Nacional de Turismo.
Al apoderarse de la Rioja en 1076, Alfonso VI de Castilla, viendo que el desarrollo del Camino contribuía a su proyecto de la castellanización de esta zona, se hizo partidario del santo, de sus obras, y de su villa. El “burgo” de Santo Domingo de la Calzada empezó como unas pocas casas construidas en torno a la ermita del santo durante su vida. Al morir Domingo en 1109, se
veía muy crecida la población. La iglesia de Santo Domingo de la Calzada, en la que fue enterrado, fue elevada al rango de catedral poco después.
Las buenas obras de Santo Domingo a favor de los peregrinos de Santiago no parecen haber cesado con su muerte. Varias milagrosas curaciones de peregrinos, ocurridas en la villa, se atribuyen a la influencia de Domingo. Tal fue el caso de la curación del caballero francés poseído por el demonio que fue librado del espíritu maligno ante el sepulcro del santo; o la de Bernardo,
un peregrino alemán del siglo XV que se curó de una infección purulenta de los ojos al visitar la tumba de Santo Domingo; o el normando que recobró la vista en aquel santo lugar. Un juego de nueve tablas pintadas hoy adorna una pared de la catedral y recuerda los milagros de Santo Domingo.
Pero el milagro más famoso–de hecho, uno de los más populares de toda la Europa medieval–es la célebre historia de una familia alemana que caminaba hacia Compostela. Al pasar por Santo Domingo se alojaron en un mesón donde la moza de la casa sintió una fuerte atracción por el hijo de la familia y se lo hizo saber. Pero el joven resistió los avances de la moza y ésta, humillada y rencorosa, escondió un vaso de plata en el zurrón del peregrino. En cuanto salieron los peregrinos a continuar su camino, ella le acusó de haberle robado el vaso.
Los oficiales de la ciudad prendieron y ahorcaron al romero. Los tristes padres siguieron su romería y, de regreso de Compostela, descubrieron que su hijo seguía vivo en la horca, milagrosamente sostenido y protegido por Santo Domingo. Fueron a decírselo al juez del pueblo, que en aquel momento estaba en la mesa a punto de comer un plato de pollo. Al oír lo que le afirmaban los padres, replicó con ironía: “Esta historia es tan verdadera como que este gallo y esta gallina van a levantarse del plato y cantar.” Así lo hicieron las aves, ante el asombro de todos.
La primera parte de esta leyenda, la historia del peregrino ahorcado, se cuenta en muchísimas colecciones medievales de milagros, atribuyéndose el milagroso sostenimiento del romero al mismo Santo Domingo, a Santiago, o a Santa María. El milagro suele situarse en la ciudad francesa de Tolosa; la nacionalidad de la familia varía entre alemana y francesa; pero el milagro siempre es el mismo. Se puede comparar, por ejemplo, las versiones manejadas en los Milagros de Nuestra Señora de Gonzalo de Berceo (milagro número 6), Cantiga de Santa María número 175 de Alfonso X, el sabio, y el Codex Calixtinus. La segunda parte, el prodigio del gallo y la gallina, pretende apoyar la verdad del primer milagro, y es propia de Santo Domingo de la Calzada.
Entrando a la iglesia del pueblo, el peregrino medieval podía ver una caja de hierro que encerraba un gallo y una gallina, descendientes, se afirmaba, de las aves asadas que cantaron. Los peregrinos recogían las plumas caídas de las aves sagradas, o se las pedían al sacristán, y las exhibían, orgullosos, en sus sombreros. Se decía, además, que si las aves comían las migajas de pan que los romeros les subían en las puntas de sus bastones, era una señal cierta de que llegarían salvos a Compostela. Hasta hoy en día los cantos del gallo en la iglesia se considera signo de buen augurio. El peregrino Hermann Künig en el siglo XV afirma haber visto el cuarto donde las aves echaron a cantar y el horno donde fueron asadas. Otros documentos de peregrinos recuerdan que la camisa del peregrino ahorcado se conservaba en la iglesia y que la horca misma estaba puesta en lo alto de una de sus paredes.
Estos artefactos se han perdido, pero el famoso Gallinero de Santo Domingo de la Calzada, sin duda la más curiosa decoración de jamás ha ostentado iglesia del mundo, con su marco gótico tardío y sus rejas doradas, sigue alojando a un gallo y una gallina blancos, descendientes de aquellas aves que cantaron después de asados.
SAN MILLÁN DE LA COGOLLA
Recién declarados por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad, los monasterios de Yuso y Suso son los más importantes de La Rioja, y unos de los más famosos de España. Cuna de la lengua, aquí se escribieron las primeras palabras en castellano.
En lo alto de pareja se encuentra Suso, el monasterio más antiguo de La Rioja y, probablemente, de España. Consagrado en el año 984, conserva las cuevas en las que San Millán vivió como ermitaño en el siglo VI.
Su aspecto exterior es sencillo. Se trata de un edificio con cubierta de tejas en el que destaca el alero con los primitivos modillones mozárabes. En el atrio, las tumbas de los Siete Infantes de Lara y de su ayo Nuño Salido, así como las de las reinas de Navarra, Tota, Ximena y Elvira. En este atrio, al que Berceo llamaba portalejo, leyó el poeta sus primeros versos en román paladino.
Conocido como El Escorial de La Rioja, el monasterio de Yuso sorprende al viajero por su belleza. Obra románica en sus orígenes, fue reconstruido entre los siglos XVI y XVIII. De él destaca todo: la portada principal, el Salón de los Reyes, la iglesia, el museo, el claustro, la biblioteca, la sacristía y así como cada uno de sus rincones.
n Cañas se encuentra el monasterio cisterciense de Santa María del Salvador. Fundado en
1169 por los padres de doña Urraca López de Haro, fue declarado Monumento Nacional en
1943. A él se trasladó doña Urraca con su madre cuando contaba tan sólo un año de edad,
tras la muerte de su padre.
La Iglesia, del siglo XII, fue planificada sobre tres naves paralelas que se cortan al llegar al
crucero. Una de ellas sirve de pórtico de entrada. Tiene 24 rasgados ventanales que le
proporcionan un torrente de luz. De la Iglesia se puede decir que tiene más metros de luz que
de muro, muchas de cuyas piedras conservan el cuño del cantero que las labró.
También es interesante la Sala Capitular, convertida en museo. Se inició en el siglo XII y fue
terminada a finales del XIII. En el centro, una columna monolítica con forma de palmera cuyas
ramas se reparten hacia los cuatro tramos de crucería. Una serie de ventanales bordados en
piedra por ambas caras con motivos florales son el remate del recinto.
En el pavimento se encuentran cuatro laudas sepulcrales de los siglos XIII al XIV donde están
enterradas las primeras abadesas del monasterio. Están talladas en mármol con los escudos
de las familias a las que pertenecían aquéllas. De entre todos, destaca el sepulcro de la beata
doña Urraca, cuarta abadesa del monasterio y segunda fundadora.
El monasterio es uno de los institutos religiosos femeninos más antiguos de la Cristiandad.
Las monjas se han mantenido en él desde su fundación, hecho poco frecuente por cuanto la
mayoría de los monasterios o bien han cambiado su emplazamiento o su orden monástica o
han desaparecido.
El monasterio está custodiado por religiosas cistercienses que mantienen un taller de
artesanía donde elaboran piezas que pueden ser adquiridas por los visitantes.
Aquí se acaban nueve días de viaje a través del románico de cuatro provincias:
Cantabria-Palencia-Burgos y La Rioja. Queda mucho más en todas ellas. Quizás algún día sigamos su relato.