CAPÍTULO CINCO

En argot taurino se decía (se dice) que no hay quinto malo. Nuestro capítulo de hoy tenía todos los elementos para tener ese apelativo. Media mañana, diez y media, un recorrido facilón y de escasos kms (apenas 11) Con esas hemos salido por el casco urbano de Ribadeo a encontrarnos con las Isla de Pancha (el faro de este lugar) Un paraje singular al lado de la Reny Picot (mantequillas y etc) convertido en un AT (apartamentos turísticos) de esos de una noche, porque dos el ruido del mar, pese al aislamiento, te aconsejan otro lugar. Un sol radiante y al llegar la niebla (no meona) se instala en el lugar…se pueden imaginar que el paisaje ha cambiado, de ese verde, azul y el mar en todo su potencial a otro que exigía fijarse para ver a veinte metros. Pese a ello…espectacular.

De ahí carretera de tercer orden por la costa hasta la playa de las catedrales. En el Camino adivinabas alguna playa que otra, un castro de ni se sabe cuándo, una furga (que hoy no funcionaba) No saben qué es una furga, pues como los bufones de Pria, pero en Galicia. Sin parar, Vicente eso de parar lo lleva mal…normal el viaja a 6 y los demás a 4,3. Poco a poco, sumando kms en las piernas (yo me andaba probando después de la pájara de Navia) sin dolor, sin cansancio, eso sí a un ritmo cansino. Pasamos Rinlo, la población intermedia hasta el final de etapa…Volveremos a comer, como mandan los cánones (esta vez no del arte de Cúchares, sino del hambre. Cúchares no viene de cuchara) A cinco kms la Praia dais Catedrais…en baja mar. En el horizonte un enjambre de “holly” (denominación particular de autocaravana) matrículas de cualquier parte que os podáis imaginar. Coches por doquier casi todos nacionales. Ciclistas (estos extranjeros entrados en años) que nos adelantan y que buscan ese camino de tierra que da más vueltas que el 29 en Barcelona y que aumenta el recorrido de 11 a 16 kms (no estamos por la labor) Por fin, después de un cambio de rasante (un hoyo) vislumbramos el parquing del lugar. Allí se nos aparece ese “fondo del mar” sin agua dejando ver las catedrales (grandes rocas sumergidas durante las mareas altas) paseos por ese parque de atracciones natural y a buscar mejillones o percebes a estas alturas de esos ni hablamos…Un espectáculo único en el mundo.

De ahí al Porto de Rinlo (restaurante) para degustar lo típico del lugar, un caldoso de bogavante (la procedencia de interrogante, porque no hay tanto bogavante para tantos) y hoy fuera de carta unos santiaguiños (langostitas…para profanos) Todo amenizado por una coro de moscas que hacían bueno aquel dicho de “mil moscas acudieron…” Cuando íbamos a poner el “colorín, colorado” a este quinto capítulo. Resulta que en eso de cenar hemos vuelto a Fumarel (aquí al lado) con el fin de dar cuenta de una botella de As Sortes, godello de Rafa Palacios y que escasea por este mundo del vino. Una frugal colación a base de “sushi de Burgos”, un bacalao ahumado (de vicio) y unas cocochas de merluza en un intento casi fallido de pil, pil (comibles y si me apuran de mojar pan) Se confirma que en esto del Camino tampoco hay quinto malo.