NOCHE DE VINO Y ROSAS

NOCHES DE VINO Y ROSAS

No es exactamente lo que ideó en su día Blake Edwars, en la memorable película “Días de vino y rosas” con un Jack Lemmon en uno de sus grandes papeles. Pero podría resumir el periplo en el tiempo de una boda que empezó antes de las seis de la tarde frente a las murallas de Llanes en Asturias y las cinco y cuarto de la madrugada, hora en la que se escribe esta crónica de los hechos. Todo empieza a las puertas del hotel donde nos alejamos para comenzar este tramo del Camino De Santiago que nos llevará hasta la Playa de las Catedrales, más allá de Ribadeo. Nos recibe el aviso angustiado de una de las invitadas a la boda en cuestión…”se ha dejado los zapatos”, se imaginan ustedes del desasosiego?. Yo con cierta socarronería le ofrezco mis botas auxiliares, pero no tiene éxito la propuesta. Mientras hacemos el “check inn” (en moderno) empieza el desfile de señoras, señoritas y señores con vestimentas de no menos de a “este o ese diseñador”. Chaqué, frac, trajes de sastre y algún pret a porter de marca. Las señoras y las chicas, de excelente ver. Elegantes y guapas con esos tacones de “no los aguanto” a los diez minutos. Vimos pasar una en cómodas playeras y los tacones en la mano (la lista del grupo o había ido a más bodas). Como la ceremonia era en la iglesia de al lado, del siglo XIII por cierto, con reformas posteriores. A la llegada del novio y primeros invitados empezaron a sonar las gaitas y el tambor (estamos en Asturias). Que agradable es el sonido tradicional…Comienza la ceremonia y el Ave María de Haendel pone en pié los corazones. Aparece la novia del brazo de su padre oriundo de esta localidad, aunque afincado en Madrid, cuentan las buenas lenguas. Misa cantada, coro de primera (la niña, hija única, se lo merece todo). Después del “si quiero” y no se cuantas comuniones de circunstancias (se han dado cuenta en las bodas cuánta gente comulga y no se acordaban de la fórmula). Después salen los novios bajo el manto de arroz y con los sones del himno de Asturias a la gaita. Regresamos de cenar (un centollo que bien valía una boda) y el murmullo en la zona del ágape de la boda presagiaba que estábamos en los primeros platos, pasado el aperitivo. Nosotros a dormir, que toca madrugar. Pasado el primer sueño y con la injusticia de la próstata exigiendo su paso por el señor “Roca” empiezas a oír de fondo al ritmo musical del DJ contratado, esa música estridente, pero como el sueño te vence se queda en un “espero que se acabe a una hora prudente”. Como ven nos hemos ahorrado los muchos “vivan los novios” y “que se besen” que acaban siendo un coñazo. Un poco más tarde, sobre las cinco de la mañana te despierta (en este caso no era la próstata) una música (si se le puede llamar así) que golpea los tímpanos y que es ni más ni menos que la de un SEAT León con las ventanillas abiertas, el “loro” en lenguaje poligonero, a toda marcha bajo la ventana de tu habitación. Y amigos no hacían botellón, que las copas iban a cargo de los padres de los novios…pero la escena a oscuras era la misma. Uno se pregunta en estos casos…el DJ contratado ha estudiado en Pachá, Amnesia o Space de Ibiza?. Ahí No dan clases de pasadobles del maestro Guerrero. Incluso de los Beatles, de Freddy Mercurio y tantos y tantos otros que harían más agradable la molestia de una “noche de bodas”. Como cambian los tiempos…

Antes en tu virginal estado el día de tu boda, ni te comías el “cabrito al horno” de turno para llegar a la noche con la mejor predisposición ante la “consumación”. Ahora como unos se casan después de no se cuantos años de vida en común “para conocernos”. La noche de bodas, es eso, de vinos y rosas. Son ya las seis de la madrugada y empiezan a regresar al hotel algunos de los invitados después de que haya dejado de sonar el “loro” del SEAT león del DJ contratado para la ocasión. En una mirada furtiva vemos a las chicas con las playeras puestas y los tacones en las manos. Algunas voces que se oyen hacen presagiar que el alcohol ha sido generoso y patinan “las lenguas”. Ahora el ruido es de otra manera, pero no menos intenso. Incluso alguno se atreve a entonar algo ininteligible…Como el despertador llega con los albores voy a cerrar esta crónica de una Noche de Vino y Rosas.