PALOMA
La mañana comenzaba con una visita al Cementerio de Nuestra Señora de la Salud, junto a la puerta de Sevilla (y al lado de donde estábamos instalados) Allí las tumbas de grandes maestros de la tauromaquia cordobeses…los conocidos como los califas…cuatro porque el quinto sigue vivo. Lagartijo, Machaquito, Guerrita y Manolete tienen en este cementerio su mausoleo para el recuerdo. Luego a desayunar. Resulta curioso el cambio de costumbres entre las diferentes zonas de nuestro país. Aquí ese desayuno entre las nueve y las once se nutre de unas tostadas de pan-pan con un surtido de aditamentos, aceite (imprescindible por su calidad) tomate (a la catalana) paté (derivado del cerdo ibérico de los pedroches) Aquí la “manteca colorá “ de otras zonas de Andalucía no se contempla. Nosotros a lo tradicional, porras. Mucho trabajo para las primeras horas de la mañana, pero es la vida del turista (lo del desayuno es un más a más) Acto seguido a la Mezquita para volver a visitarla, una obligación si vienes a Córdoba, porque cadena vez es distinta. La de hoy ha superado las expectativas, gracias a una guía, Paloma (de ahí el titulo de esta crónica ) que nos ha hecho entretenido un recorrido por la historia y el arte que reúne este importante monumento universal. El por qué de las diferentes ampliaciones o la evolución del arte para poder hacer frente al dominio del islam y cinco siglos después del cristianismo. Tiene su explicación en la voluntad de los conquistadores (unos y otros) por no derribar lo anterior. Con la excepción del sanguinario Almanzor que arrasaba las construcciones cristianas allí por donde pasaba (entre ellas la catedral de Santiago). Menos mal que luego alguien supo valorar la mezquita de Córdoba y su aportación al arte universal. Una hora y media que nos permitió entender este monumento y como se complementaron cultos antagónicos y enfrentados para sobrevivir en comunidad. De ahí, sin tiempo que perder (era la hora) a Bodegas Campos, un clásico en la restauración cordobesa. Fundadas por un soriano, que supo acomodarse a las tradiciones culinarias de esta tierra. Allí el salmorejo y el arroz de rabo de toro son ya un icono de su carta. Vinos de Valdeorras (Telmo Rodríguez) y de la serranía de Ronda (un petit verdot) del cortijo Los Aguilares muy logrado. Luego a buscar alguno de los patios abierto al público (los están preparando, nos dijo uno de los propietarios) El único presentaba una imagen extraordinaria. Fotos por doquier y a esperar a mayo cuando alcanzan todo su esplendor. De ahí con la Holly, los cuatro hasta Granada, un recorrido de dos horas que nos lleva por un sin fin (vamos el infinito) de campos y montañas cargaditas de olivos. La sorpresa te la llevas al llegar y comprobar que todos los lugares donde puedes pernoctar con la Holly están llenos. Aún a estas horas siguen llegando a este camping del puerto del Suspiro del Moro, camino de Sierra Nevada. Mañana Granada y la Alhambra (lo han adivinado)