Día 1: San Vicente de la Barquera

Lugar de Origen: Santillana del Mar
Lugar de Destino: Potes (Valle de Liébana-Cantabria-España)
Mas o menos unas dos horas y media de viaje (Si se hace de un tirón). Por etapas (Comillas-San Vicente de la Barquera- parada a comer- Lafuente-Lebeña-Desfiladero de Hermida) todo el día.

CUEVAS DE ALTAMIRA
En este viaje, bueno es decirlo, llevábamos por adelantado la visita a las instalaciones de la imitación de las Cuevas de Altamira a unos 2 kilómetros de Santillana.
Y por ahí queremos empezar: Tiene un valor didáctico para los alumnos de primaria y secundaria, ya que pueden obtener una visión aproximada de la evolución del ser humano y de las muestras artísticas de los primero pobladores de la zona.
Para quienes ya hemos estado en las Cuevas de Altamira (original), no deja de ser curioso todo el contenido, pero permitirán que establezcamos la justa diferencia. Como comprobarán no hay fotos, entre otras cosas, porque se parece más a un pabellón deportivo, que al entorno donde está ubicado. Eso si, es una visita entretenida, al igual que el zoológico de Santillana del Mar.

SANTILLANA DEL MAR
Pero si nos adentramos en la villa obtendremos el placer visual de ver los diferentes estilos arquitectónicos de los siglos XII al XVIII, lo cual la hace muy interesante, aunque esté dedicada por entera a satisfacer las necesidades del “guiri” exterior e interior (excursiones del Inserso incluidas).
Santillana del Mar es, junto con Barcena Mayor, una de las poblaciones más antiguas de Cantabria. Siendo monumento histórico artístico nacional desde 1889, sus construcciones forman un grupo compacto, conjuntándose admirablemente.

Santillana del Mar, nació como núcleo urbano en la época romana. En la Edad Media surge un monasterio que origina la formación de la actual Santillana. Este monasterio se crea con objeto de guardar los restos de Santa Juliana, mártir en tiempos de Diocleciano. El nombre de la Santa ocasionó el nombre de la población. La localidad va adquiriendo importancia y en el siglo XI, y a principios del XII, se construye la actual iglesia que pertenece al estilo románico “dinástico” aunque posea elementos posteriores que se han acoplado perfectamente al conjunto. Su núcleo urbano, guarda una configuración típica de la antigüedad.

Una larga calle parte de la Colegiata, que es el centro urbanístico en torno a la cual gira la actividad. Otra vía comunica la villa con el exterior. En este caso con Asturias y Galicia, formando una ruta de peregrinaje aún anterior al Camino de Santiago. La superación en la Baja Edad Media del poder civil en detrimento del poder eclesiástico, crea otro centro en la antigua capital de las Asturias de Santillana. La Torre en la que habitaría el merino se construyó apartada, creando otro centro en la villa, la plaza de Ramón Pelayo. Esta es la organización básica de la antigua población. En ella no existieron murallas, lo que justifica la construcción de las casas nobles en forma de torres, con el objeto de resistir posibles asedios. Toda la villa de Santillana, aparte de sus extensas construcciones, es un monumento digno de ser admirado con quietud e interés.


En torno al antiguo monasterio se fue configurando la villa, que tomó su mismo nombre: Santa Juliana, Santillana. En el siglo XIII existía la “rúa del Rey”, calle principal que parte del mismo atrio de la colegiata a lo largo de la cual, se fueron jalonando las torres, casas, plazas, solares, huertos y corrales. Destacamos entre ellas la torre de Velarde, cuya familia construyó a mediados del s. XVI el impresionante palacio sito frente a los ábsides de la colegiata, y la casa de doña Leonor de la Vega, madre del primer Marqués de Santillana, a quien el rey castellano Juan II y a sus sucesores, los Duques del Infantado, concedió en 1445 el señorío de la villa. A partir del siglo XIV se crea un nuevo espacio urbano -la actual Plaza Mayor, o plaza del Mercado, (así llamada porque allí se celebraba un mercado semanal, desde la concesión del Fuero a la villa por Alfonso VII en 1209) donde se encuentran las torres góticas como la del Merino, representante del rey en la villa, entonces capital de la Merindad de las Asturias de Santillana-, y la torre de don Borja, actual sede de la Fundación Santillana, así como notables palacios de la época barroca, como el Ayuntamiento o el palacio Barreda (hoy Parador Nacional Gil Blas).
En el s. XVII se edifican dos conventos de Dominicos a las afueras del pueblo: el de “Regina Coeli”, que en la actualidad alberga al Museo Diocesano, junto al campo del Revolgo (donde tenían lugar las fiestas y torneos), de estilo clasicista herreriano, en perfecta unión con la arquitectura tradicional montañesa y, el convento de San Ildefonso (monjas).
También se construyen un buen número de casonas y palacios, con arcadas, soportales y balcones volados que proporcionan el aspecto noble que ha mantenido Santillana hasta nuestros días.
Pero sin duda la gran aportación de Santillana a este “paseo por el románico” es la Colegiata de Santa Juliana.
La transformación del antiguo monasterio en Colegiata – al cambiar la regla benedictina que lo regía por la de la orden de Canónigos de San Agustín – se produce a mediados del siglo XII, época en que se edifica el templo actual, en estilo románico, que es el más amplio de la cornisa cantábrica. Su estructura de tres ábsides y tres naves sigue el modelo de Frómista (Palencia) y del románico internacional que penetra en Castilla por el Camino de Santiago.

La escultura de su portada, capiteles y canecillos  evocan los temas fundamentales de la religiosidad medieval, en particular la lucha entre el Bien y el Mal, y la necesidad de la penitencia y el perdón para salvarse de las penas del infierno. Este mensaje se muestra a través de alegorías y símbolos animales (leones, pelícanos, palomas, cuervos, serpientes, cabras…) y vegetales (manzanas, helechos, acanto, lirios, vid, uvas, piñas…) así como algunas escenas humanas.
En el centro del crucero se erige el sepulcro de Santa Juliana, cuyas reliquias se guardan en la arqueta del retablo con los escudos de la Casa de la Vega.
El retablo mayor es una excelente obra de estilo hispano flamenco de finales del XV, con tablas pictóricas relativas al martirio de la santa y esculturas de apóstoles y evangelistas. El frontal del altar es una soberbia pieza de platería mexicana. En el coro se conserva un notable órgano barroco, y en la capilla bautismal, además de la pila románica, un excepcional Pantocrator realizado en torno al año 1200.





El claustro, adosado a la fachada norte de la iglesia, muestra en sus 42 capiteles de variada temática una completa evolución de la escultura románica. Junto a sus muros se observan los sarcófagos con motivos heráldicos de personajes relevantes del clero y la nobleza.
El claustro es de forma cuadrada y se comunica con la nave del evangelio a través de una portada románica. Se anexionó a finales de siglo  XXII, una vez acabado el templo. Se advierte la ausencia de las restantes dependencias monásticas: refectorio, cocinas, dormitorio, almacenes…
La sala capitular se encuentra junto al atrio. Ello es debido a que la nueva orden de canónigos no exige una vida comunitaria en clausura, por lo que pueden residir fuera del conjunto religioso y no precisan el resto de estancias.
Su importancia radica en la iconografía de sus capiteles, que constituyen una síntesis de los principales motivos decorativos, figurados, geométricos y vegetales del románico a lo largo de su evolución histórica y temática.
En la crujía oeste se tallan temas alegóricos al Purgatorio, con animales fantásticos entrelazados (en la tradición del claustro de Silos) y otros exclusivos de lacería (tradición normanda o árabe). Destaca el capitel relativo al Cielo y el Infierno, en donde San Miguel pesa las almas, representadas por cabecitas y alancea al demonio, que intenta inclinar la balanza a su favor.

La parte meridional, adosada al templo, es la más antigua y muestra temas bíblicos como el Pantocrator y Tetramorfos, apóstoles, Daniel en el foso de los leones, el sueño de Nabucodonosor, Sansón desquijando al león, la degollación de San Juan, el milagro de los panes y los peces y el Descendimiento, junto con otros temas profanos como la despedida del caballero o los relativos a la lucha entre el Bien y el Mal, representados por el guerrero cristiano que mata el dragón (copia de un relieve asirio del s. VI a. De C.), o el pastor ahuyentando a los lobos. Destaca el capitel del caballero enfrentado a un gran dragón, similar al realizado por Pedro Quintana en la cercana iglesia de Yermo (1203), lo que ha hecho suponer la relación cronológica y de autoría de nuestro claustro.
El resto de capiteles de esta galería y los de la crujía norte son vegetales, de influencia cisterciense (derivados de Aguilar y San Andrés de Arroyo), realizados ya en el s. XII. La galería oriental se levanta en el siglo XVI y se divide en capillas funerarias de las familias nobles de la villa, al igual que la abierta en el ángulo suroeste del claustro, que ostenta los escudos de la familia Polanco.
A lo largo de las galerías se observan sepulcros románicos y góticos extraídos del patio del claustro, correspondientes a abades, canónigos y nobles, identificables por sus escudos e inscripciones. También aparecen canecillos románicos que pertenecieron al alero de los tejados cuando se realizó la reforma de la fachada principal en el siglo XVII.
La colegiata de Santillana de Mar con su claustro fue declarada Monumento Nacional en 1889.

COMILLAS

El claustro, adosado a la fachada norte de la iglesia, muestra en sus 42 capiteles de variada temática una completa evolución de la escultura románica. Junto a sus muros se observan los sarcófagos con motivos heráldicos de personajes relevantes del clero y la nobleza.
El claustro es de forma cuadrada y se comunica con la nave del evangelio a través de una portada románica. Se anexionó a finales de siglo  XXII, una vez acabado el templo. Se advierte la ausencia de las restantes dependencias monásticas: refectorio, cocinas, dormitorio, almacenes…
La sala capitular se encuentra junto al atrio. Ello es debido a que la nueva orden de canónigos no exige una vida comunitaria en clausura, por lo que pueden residir fuera del conjunto religioso y no precisan el resto de estancias.
Su importancia radica en la iconografía de sus capiteles, que constituyen una síntesis de los principales motivos decorativos, figurados, geométricos y vegetales del románico a lo largo de su evolución histórica y temática.
En la crujía oeste se tallan temas alegóricos al Purgatorio, con animales fantásticos entrelazados (en la tradición del claustro de Silos) y otros exclusivos de lacería (tradición normanda o árabe). Destaca el capitel relativo al Cielo y el Infierno, en donde San Miguel pesa las almas, representadas por cabecitas y alancea al demonio, que intenta inclinar la balanza a su favor.

La parte meridional, adosada al templo, es la más antigua y muestra temas bíblicos como el Pantocrator y Tetramorfos, apóstoles, Daniel en el foso de los leones, el sueño de Nabucodonosor, Sansón desquijando al león, la degollación de San Juan, el milagro de los panes y los peces y el Descendimiento, junto con otros temas profanos como la despedida del caballero o los relativos a la lucha entre el Bien y el Mal, representados por el guerrero cristiano que mata el dragón (copia de un relieve asirio del s. VI a. De C.), o el pastor ahuyentando a los lobos. Destaca el capitel del caballero enfrentado a un gran dragón, similar al realizado por Pedro Quintana en la cercana iglesia de Yermo (1203), lo que ha hecho suponer la relación cronológica y de autoría de nuestro claustro.
El resto de capiteles de esta galería y los de la crujía norte son vegetales, de influencia cisterciense (derivados de Aguilar y San Andrés de Arroyo), realizados ya en el s. XII. La galería oriental se levanta en el siglo XVI y se divide en capillas funerarias de las familias nobles de la villa, al igual que la abierta en el ángulo suroeste del claustro, que ostenta los escudos de la familia Polanco.
A lo largo de las galerías se observan sepulcros románicos y góticos extraídos del patio del claustro, correspondientes a abades, canónigos y nobles, identificables por sus escudos e inscripciones. También aparecen canecillos románicos que pertenecieron al alero de los tejados cuando se realizó la reforma de la fachada principal en el siglo XVII.
La colegiata de Santillana de Mar con su claustro fue declarada Monumento Nacional en 1889.

El Capricho de Gaudí es uno de los monumentos más interesantes del enclave de Comillas. Este monumento data de 1883, cuando Máximo Díaz de Quijano, concuñado del marqués, encarga este trabajo al conocido arquitecto Antonio Gaudí.

Este edificio, se caracteriza por una recargada decoración en cerámica con motivos de girasol que le confieren un cierto toque de recuerdo oriental. La torre y el pórtico sobre el que se levanta centran la atención del observador.
La distribución espacial del edificio esta íntimamente relacionado con el momento del día o del año en que más frecuentemente se utilizaría; de esta forma los espacios ocupados por la mañana están orientados al sur, los ocupados por la tarde a poniente y los orientados al norte quedan exclusivamente para su utilización en verano.

El Palacio de Sobrellano, catalogado como Bien de Interés Cultural desde 1981, fue construido por el arquitecto catalán Joan Martorell y Montells, entre 1881 y 1888, por encargo del primer Marqués de Comillas, Antonio López. El edificio es de estilo ecléctico (inspirado en el gótico civil inglés del siglo XIV). El Palacio, al igual que la capilla panteón y el amplio parque que rodea ambos edificios, es propiedad del Gobierno de Cantabria.  1881 y 1882 el rey Alfonso XII y su familia pasaron sus vacaciones de verano en el Palacio. Este se ubica a la salida de Comillas en dirección a San Vicente de la Barquera. El edificio alberga un importante conjunto de obras de arte, destacando las pinturas de Llorens y Masdeu y las esculturas de Joan Roig. Los mausoleos de mármol, obra de los escultores Llimona y Vallmitjana, que se encuentran en la capilla panteón de los marqueses de Comillas. Parte del mobiliario del Palacio fue diseñado por el arquitecto catalán Antonio Gaudí.

El Seminario y Universidad de Comillas data sus orígenes en las personas de el padre jesuita Tomás Gómez Carral y Antonio López y López, primer marqués de Comillas. El padre Gómez pide ayuda al marqués para establecer un seminario o “colegio apostólico” para niños de familias humildes, donde recibirían gratis una formación espiritual y científica, en total aislamiento, hasta que alcanzaran la ordenación sacerdotal para ponerse al servicio de sus obispos. La primera piedra del seminario se coloca el 20 de marzo de 1883. El arquitecto de esta obra fue Juan Gerónimo Martorell, que realizó la misma con la colaboración de  Cristóbal Casante. El edificio tiene la forma de un gran rectángulo con dos patios interiores divididos por la iglesia central, de estilo Neogótico-mudéjar. El material utilizado es piedra, combinado con ladrillo y azulejo.  Iglesia pública, vestíbulo, escalera, puertas de bronce, mosaicos y artesonados son algunos de los detalles de este singular edificio. Es de destacar la riqueza ornamental, introducida por Luis Doménech, rompiendo la severidad del edificio original. En el interior encontramos pinturas en paraninfo e iglesia de Eduardo Llorens, J. Llimona y José María Tamburini. Tiene elementos añadidos en 1914 por el arquitecto José María Basterra. Es declarado junto a sus jardines, Bien de Interés Cultural de Cantabria.

PLAYA DE OYAMBRE

Situado en los términos municipales de Comillas y Valdáliga a 10 Km al este del límite norte de Asturias y Cantabria, a 50 Km de Santander. Este espacio natural cuenta con una extensión física de 5.000 hectáreas. Es una franja costera de clima suave con notable representación de los ecosistemas característicos del litoral cántabro. Se puede dividir en varias zonas claramente definidas: laguna de aves acuáticas, zona marisquera o estuario, dunas y playa. La zona posee uno de los bancos más ricos del litoral cantábrico. La playa de Oyambre se encuentra situada entre la ría de la Rabia y la localidad de San Vicente de la Barquera.

Situado en los términos municipales de Comillas y Valdáliga a 10 Km al este del límite norte de Asturias y Cantabria, a 50 Km de Santander. Este espacio natural cuenta con una extensión física de 5.000 hectáreas. Es una franja costera de clima suave con notable representación de los ecosistemas característicos del litoral cántabro. Se puede dividir en varias zonas claramente definidas: laguna de aves acuáticas, zona marisquera o estuario, dunas y playa. La zona posee uno de los bancos más ricos del litoral cantábrico. La playa de Oyambre se encuentra situada entre la ría de la Rabia y la localidad de San Vicente de la Barquera.

SAN VICENTE DE LA BARQUERA

Esta villa marinera se encuentra enclavada en pleno corazón del Parque de la Naturaleza de Oyambre y protegida por dos puentes: el Puente de la Maza del siglo XV y el Puente Nuevo, que data de la época de Carlos III.
Al llegar al Puente de la Maza el viajero ya se percata que está ante uno de los más bellos paisajes que puede encontrar en la Costa Cantábrica y si me permiten la osadía, en toda España.
Sus orígenes se remontan a la Edad Media, cuando un grupo de Monjes levantaron una ermita para albergar las reliquias de Santa Juliana. Con el paso del tiempo, la ermita se convirtió en un gran Monetario.
Su puebla vieja se ubica en un pequeño alto y acoge la muralla y el castillo. Coronando el promontorio se encuentra la iglesia gótica de Santa María de los Ángeles, que conserva en su interior la escultura funeraria del inquisidor Antonio del Corro, considerada como la más bella de la región. Las importantes dimensiones de este templo son un signo evidente del espléndido desarrollo económico que la villa alcanzó durante los siglos XIII y XIV. Es de modelo mixto, fue construida durante un largo periodo de tiempo, entre los siglos XIII y XVI, muy posiblemente sobre otra iglesia anterior. Forma un conjunto armonioso y fuerte en el que se acusan las características del gótico montañés.
En el exterior destaca su gran torre fuerte incorporada a la fábrica y sus dos puertas románicas de austera belleza. El interior cuenta con tres naves de altas bóvedas ojivales.

Las Viejas fortificaciones de San Vicente datan del S. VIII, habiendo sufrido desde entonces diversas reformas hasta ofrecer su aspecto actual. Decana de las fortificaciones costeras, su privilegiada situación la ha hecho inexpugnable ante las diversas incursiones de los enemigos normandos o vikingos. El castillo ha sido recientemente abierto al público y aspira a convertirse en sala permanente de exposiciones y museo etnográfico del mar.
Del castillo parte la muralla que rodeaba la vieja ciudadela y de la que aún se conserva en su fachada norte y oeste, así como las puertas que debían de atravesar los peregrinos que utilizaban la ruta costera del Camino de Santiago.
Desde San Vicente tomaremos la N-621 con dirección a Potes. Nos preparamos para un viaje entre acantilados, en esta ocasión no de mar, sino de río; el Deva concretamente. Una parada obligatoria, que quieren que les diga, es el pueblo de Panes, un recorrido por él viendo el río Deva, es un lujo poco menos que cantábrico y no asiático.

LAFUENTE-LEBEÑA

Seguimos camino hacia el destino final de este primer día de viaje y cerca del pueblo de La Hermida, que da nombre al desfiladero, hay un desvío a Lebeña y Lafuente. Cierto es que Lebeña tiene la fama pero por quince kilómetros vale la pena llegar hasta el pueblo de Lafuente, cuatro casas algunas de gran prestancia y una iglesia, Santa Juliana, bella obra de fines del siglo XII y principios del XIII, románica de una sola nave, con puerta de arquivoltas simples y capiteles vegetales. En el interior, la nave se separa del ábside por arco triunfal que apoya sobre capiteles historiados.

De regreso a la carretera de Panes a Potes encontramos Lebeña, a unos 300 metros de este ramal está la iglesia de Santa María de Lebeña, donde se dice reposaron los restos de Santo Toribio en su traslado desde Turieno.
La iglesia mozárabe de Santa María, declarada monumento nacional en 1.890, tiene una planta compuesta de tres naves cubiertas con bóvedas de cañón, independientes entre sí; las naves están separadas entre sí por pilares compuestos de un núcleo rectangular, al cual están adosadas las columnas que sirven de apoyo a fusiles cilíndricos, que llevan capiteles de tipo corintio con decoración vegetal.
Sobre los capiteles descansan cimacios en forma de tronco de pirámide invertida y sobre ellos se apoyan los arcos de herradura característicos de esta construcción y se encuentran en todo el conjunto de la iglesia, excepto en el arco.

En el suelo del presbiterio hay varias losas sepulcrales y en el frontal del altar mayor una losa de simbología celta. Se trata de un gran bloque de piedra arenisca de 173 cm de largo en la parte superior; 162,5 en la inferior y 103 cm de alto, con un fondo de 20 cm. Analizando en una lectura global el contenido del frontal, parece obvio destacar su significado cristonológico y escatológico, técnicas utilizadas por los pueblos germánicos cristianizados y en el arte prerrománico.
El retablo principal se construyó en el 1.713 y es barroco. El altar mayor está presidido por una réplica de la Virgen de la Buena Leche, que era una talla gótica del siglo XV. La actual puerta de acceso a la iglesia se sitúa en la fachada sur y fue abierta en 1.794, supliendo a la entrada, que desde entonces fue tapiada en el muro del oeste.
Su origen se debe al mandato del Conde Alfonso de construir un templo que albergue los restos de Santo Toribio, el documento está fechado en el 925, pero se cree es una transcripción del siglo XIII. Se sabe también que en 1187, el rey Alfonso VIII donó esta propiedad al abad del Monasterio de San Salvador de Oña y siglos más tarde pasó a depender de Santo Toribio de Liébana.
Regresamos a La Hermida y desde allí, no sin las dificultades lógicas de una carretera con curvas llegamos a Potes. Dejamos la carretera de Palencia y tomamos la de Fuente De, a unos 5,5 kilómetros un desvío a la derecha (la referencia es el camping San Pelayo) está el núcleo urbano San Pelayo, que pertenece al municipio de Camaleño,  allí la Posada donde nos alojaremos los en nuestro recorrido por el Valle de Liébana.
El edificio, ha sido reconstruido utilizando los materiales tradicionales de la comarca lebaniega, especialmente, la piedra y la madera. La Posada San Pelayo, cuenta con 11 habitaciones dobles, dos duplex y dos para minusválidos. Cada habitación, dispone de baño, televisión y calefacción. En un ambiente muy acogedor, el edificio cuenta además con dos amplios salones con chimenea y magníficos corredores de descanso para disfrutar de la lectura y de la panorámica que ofrece el Valle de Camaleño, el Macizo Oriental de los picos de Europa y el monte Viorna.
La casa es acogedora, el ambiente familiar,  las habitaciones amplias y bien equipadas y el desayuno abundante y de excepcional calidad. Los precios oscilan entre las 6.000 en temporada baja y 8.000 en la alta, desayuno (500) aparte. La relación calidad precio del establecimiento puede calificarse de extraordinaria. Aunque hay que consultar la página de esta posada por si se han actualizado.
El teléfono es: 942733210 y su correo electrónico: paf2000@teleline.es.

Si el recorrido es largo hay que tener previsto dónde se come. La parada se hizo al borde de una carretera de costa que comunica la Playa de Oyambre con San Vicente de la Barquera. A unos dos kilómetros de la playa, a mano izquierda, después de un pequeño núcleo habitado, se encuentra el Mesón la Taranya. Edificio poco atractivo, pero con una comida muy recomendable. El menú 1.200 pesetas es excelente, con unos garbanzos al estilo del lugar, muy apetitosos y unos chipirones en su tinta de buen comer. También le sirven una excelente mariscada, pero a otro precio.
Por la noche se impuso una tabla de embutidos de la zona (Liébana) en el Bar Los Camachos, en el centro de Potes. Puede complementarse este ágape con una tabla de quesos, todo a buen precio. Recomendable.
Posada San Pelayo
Posada San Pelayo
Si el recorrido es largo hay que tener previsto dónde se come. La parada se hizo al borde de una carretera de costa que comunica la Playa de Oyambre con San Vicente de la Barquera. A unos dos kilómetros de la playa, a mano izquierda, después de un pequeño núcleo habitado, se encuentra el Mesón la Taranya. Edificio poco atractivo, pero con una comida muy recomendable. El menú 1.200 pesetas es excelente, con unos garbanzos al estilo del lugar, muy apetitosos y unos chipirones en su tinta de buen comer. También le sirven una excelente mariscada, pero a otro precio.
Por la noche se impuso una tabla de embutidos de la zona (Liébana) en el Bar Los Camachos, en el centro de Potes. Puede complementarse este ágape con una tabla de quesos, todo a buen precio. Recomendable.