Ya estamos en Lhasa. Alojados en un hotel de tres estrellas (justito)…donde curiosamente nos damos cuenta que hay una diferencia de trato según seamos occidentales u orientales, especialmente chinos…Comedores separados, por ejemplo.
La verdad es que estos días en Lhasa hemos podido apreciar la verdadera cocina tibetana y china, cada una de ellas con sus diferencias. Un restaurante occidental para compensar y poco más.
Un vuelo regular nos trae desde Katmandú a Lhasa, la capital del Tibet, donde pasaremos tres días de adaptación antes de emprender el viaje por carretera hacia el Himalaya.
Capital de esta basta región su atractivo reside en comprobar como viven actualmente los tibetanos después de la invasión China.
Pues recluidos en un Gueto en el centro de la ciudad. El barrio que reúne las antiguas casas, palacios y templos tibetanos, especialmente el Jokhang. se llama Barkhor.
Aquí conviven todos los elementos para darte una visión actual de cómo viven los tibetanos.
El barrio reúne todo lo necesario para la convivencia entre nativos, invasores y turistas. Tiendas, restaurantes, guest house para dormir. Pequeños y grandes templos. Todo bajo una estrecha vigilancia de las autoridades chinas. No es sorprenderte ver en estas calles estrechas un pelotón de militares chinos que vigilan todos los movimientos.
Fuera de este barrio se han construido y se construyen grandes avenidas e infraestructuras para traer más ciudadanos de la etnia chan a poblar el Tibet. La invasión pura y dura y la anulación de la cultura es una de las máximas del invasor. En esas avenidas la cultura del libre comercio es su hábitat natural…también restaurantes y hoteles de grandes cadenas se disputan el espacio con cuarteles militares y tiendas de lo más variopinto.