Si tuviera que titular esta crónica solo sirve una de esas que están escfritas en todas las crónicas “Misión cumplida”. Porque hace unos minutos hemos visto una de esas auroras boreales que salen en los libros o en las páginas de internet. A las siete y media hemos salido con las condiciones necesarias para cumplir con el objetivo de este viaje…cielo despejado, carga solar adecuada, lo que llaman en jerga de los cazas auroras “la actividad” de la aurora, in crescendo. Vamos “blanco y en botella”. Primero vamos hacia Abisko (al sur), observación del cielo. Nada, a buscar otros “cielos”. Esta vez al norte. Parada en un camino hacia el lago, pero había mucha gente a la espera. Buscamos un lugar más tranquilo, más al norte, a la vista de frontera con Noruega. En plena carretera, en uno de esos parquing en el borde. El termómetro marca -21 grados (joder que frío) Todos a la calle. En el cielo de este paralelo 68 ya aparece el primer arco de la aurora, nosotros ya observamos la diferencia entre la negrez, las estrellas y ese halo verde que las caracteriza. Vengan fotos y allí en la cámara aparece esa brillantez que deslumbra y que el ojo humano no lo percibe…”verde que te quiero verde” escribió en su día Federico…y nosotros lo interpretamos hoy. Se mueve a ritmo del viento (aunque yo ni se el por qué) Aparece un segundo arco…se ensancha hasta tener que abrir la “macro” de la cámara y así hasta que se te congelan las manos y sobre todo los dedos de los pies. La emoción por ver el espectáculo se trasmite entre el grupo. Luego ya empieza a desvanecerse, aunque se recupera y vuelven las fotos y el frío en las manos sin guantes. Finalmente, Marc nos avisa que “la actividad” está muy baja y nos despedimos de “nuestra aurora”. Se nota en el viaje de vuelta hasta las cabañas. Una alegría, que viene a sustituir la tristeza por el episodio del alce, donde los vimos por casualidad y detrás de los abedules.
La mañana empieza a horas tardías, las diez. Nos vamos por un terreno difícil, muy difícil, hasta una cascada congelada parcialmente (porque el video demuestra como el agua circula detrás de la primera capa helada) El río Rakkasjonka (que traducido del sami al castellano es “Río del amor que desemboca en lago”) De ahí bajamos hasta la orilla del lago Tornetrask, ya congelado en alguna de sus zonas…más difícil todavía. No quisiera reflejar aquí las dificultades que supone para alguna edad ya cumplida y sus limitaciones físicas. A eso le añadimos cierta dejadez (chulería imbécil) en el equipamiento…pues no me extraña alguna caída (la mía, pero con “dignidad” dicen los compis…a lo Audrey Hepburn) Luego otra subidita, menos complicada de terreno, pero muy cuesta arriba hasta un mirador desde donde se contempla un paisaje único de la zona montañosa y del lago, esta vez iluminada por un sol tibio, pero sol al fin y al cabo que aquí resulta singular (video complementario) Eras las doce y media (después del ángelus) porque una hora más tarde el sol nos ha dicho adiós y a eso de las cuatro es noche cerrada.
Cumplido con la primera parte, todos a comer. Primero una cervecita a lo madrileño y allí encargamos el segundo. El primero las sobras de la sopa de cebolla (la de Cristina, de rechupete, completada con una imitación de las “sopa de picadillo”) De los segundos, destacar unas albóndigas de alce que dicen es el plato típico del país, incluida Laponia. Todo regado con un crianza del Marqués de Riscal y un Montsant…por cierto a un precio más que razonable para ser en el “culo del mundo”. A la comida se han unido Ainara y Marc de esta organización…fiesta española (hay dos andorranos, pero de pasaporte) con ciertos matices catalanes (sin daños colaterales) Todo un preludio de lo que después acontecería. Mañana a por el fiordo a una hora y media en Noruega…dicen que se pueden ver ballenas (escepticismo) os lo cuento un lunes 20 de noviembre.