Un día de transición, que sirve (normalmente) para reunir a los peregrinos del grupo. La última vez fue en Bilbao, era el Camino Olvidado. Hoy Luarca y se ha convertido en un día de turismo, de sellar en la iglesia el inicio del Camino 2023 y en algún encuentro fortuito de esos que te hace decir “el mundo es un pañuelo”.
Si empezamos por el principio, por donde comienzan la mayoría de las historias, tengo que decirles que hemos subido, porque hay una cuesta similar a la de mañana, hasta el cementerio de la localidad…comprobamos que los allí instalados en su última morada tienen las mejores vistas de esta villa. Pasamos por la tumba de Severo Ochoa, el Premio Nobel de medicina, oriundo de Luarca y su mujer Carmen. Si esperan un gran mausoleo acorde con la importancia del personaje se van a llevar una pequeña desilusión. Una tumba sencilla y austera…supongo que respondiendo a la humildad que atesoraba don Severo.
Vuelta hasta el puerto para asegurarnos de la hora de la subasta de pescado…a las cinco de la tarde (hora taurina). Paso por el despacho parroquial, recogida de credenciales, misa de los ángeles custodios (patrón de la Policía), por aquello de matar el tiempo. Autoridades civiles y militares con las señoras de domingo de ramos y los profesionales con el uniforme de gala…el día era para eso. Al final sellado de credencial de peregrino, con la explicación pertinente al cura del pueblo y prestos a comer en La Farola…En esas estábamos Vicente y el que suscribe, cuando al otro lado de la calle, a un semáforo de distancia. Aparece Oscar, vecino de Formentera, personaje sobradamente conocido en la isla (y hasta fuera de ella) Abrazos de rigor, explicación de la casualidad…asturiano de adopción y con muchas ganas de pasar aquí alguna temporada que otra. Sin más dilación a comer los tres en La Farola, lugar privilegiado donde los haya. Pocas mesas, apenas seis, el dueño en la sala y la dueña en los fogones, pero todo uin festival de sabores y productos de primera. Unos entrantes, croquetas de calamar en su tinta, unos corazones de puerro con romescu (salido de algún libro de recetas) y morcilla matachana (León) aderezada con algo de manzana (toque asturiano) para beber un ribeiro de la finca Misenhora de la bodega Armán…de Orense, claro. Luego cogote de merluza para dos (los peregrinos veníamos de Casa Gerardo y eso deja huella) y la consabida fabada para el recién llegado…para beber un Tondonía en blanco reserva del 2012…un vicio (pecadores) Postre, a petición de este escribidor, manzana rellena de arroz con leche y un pastel de ese mismo manjar asturiano con helado de leche merengada…”Sólo se vive una vez” sonaba como música de fondo o pensábamos que sonaba. Luego a la lonja a respirar el mundo del mar. Barcos que llegaban de faenar, cajas de pescado del día por doquier y la subasta. Todo un rito donde se mezcla el trabajo de los pescadores y la picaresca de los compradores…congrios, salmonetes, merluzas, besugos, algún que otro rodaballo y un largo etc. Un gallo de Sant Pere, que para los de Formentera es un icono del mar se ha vendido a 30 € el kilo (caramba, pues no está tan caro en la isla) Y tras un paseo reparador hasta la punta del puerto con atracción de unos jóvenes bañándose (el calor invitaba a ello) Retirada a tiempo para escribir esta historia de un día que empezó con sol, se estropeó con una niebla y acaba con un sol de justicia…todo entre mareas bajas y altas…Estamos en el Cantábrico. Mañana a eso de las ocho y cuarto, después de una frugal colación…empieza la hora de la verdad…nos vamos a Navia, unos 20,3 kms…