En un viaje de estas características no es difícil que surjan inconvenientes que alteran las previsiones. Hoy ha pasado eso. Nuestro coche un Land Cruiser necesitaba un repaso de frenos y en Tours han sido más que amables. Eso nos ha hecho permanecer en esta población hasta las seis de la tarde. No desaprovechadas esas horas.
Un tranvía te permite descender desde el extraradio hasta la Rue Nationale y llegar hasta la abadia de San Julian. De ahí por la rue Cloberg hasta la Catedral de Sant Gatien. Amigos la majestuosidad ya la hace interesante. Pero su principal atractivo es sin duda la colección de vitrales. Los más interesantes que vimos jamás. Es visita obligada.
Un paseo te lleva por la estación del ferrocarril. Después por el Hotel de Ville y la Basílica de San Martín. Todas ellas reflejan una Tours entre lo que fue su vida cotidiana entre los siglos XV y actualmente. Aunque está perfectamente diferenciadas las construcciones de las épocas donde Tours era parada de peregrinos y la del renacimiento artísitico de los siglos XVI y XVII. Todo ello bajo los auspicios de un Loira omnipresente.
Después de reparar el vehículo nos fuimos hasta una epicerie a pocos kms de Tours en Veronay donde uno puede gastarse lo que quiera en condimentos y demás mandangas para la cocina.