Siempre he mantenido que la vida del turista es dura. A eso de las ocho menos cuarto nos encaminamos hasta la plaza de María Pineda y allí esperar hasta las ocho que abrieran el Futbol. Chocolate con churros (tejeringos aquí) producto que estaría entre un churro y una porra en sentido clásico. Sin más dilación que una rápida visita a los aseos (uno estaba averiado) taxi y camino de la Alhambra (nos habían cambiado la hora del turno, de las diez a las nueve) con prisas que se hace tarde. Al grupo de 16 nos recoge una guía de nombre Lara y que nos lleva primero a la zona pública, Palacio de Carlos V, la puerta del Vino y enseguida a la Alcazaba, una de las partes de esta “octava maravilla del mundo”. Lo de siempre, con subida hasta la torre de la Vela y panorama del Albaicín y el Sacromonte, pensando en la excursión del medio día. A eso de las diez menos tres minutos ya estábamos en las puertas de entrada de los palacios Nazaríes. Eso, tres minutos de espera hasta que el ordenador diera “su permiso” para ingresar. No se contagió ni de las campanas de la iglesia que daban las diez y él erre que erre, que no. Cuando decidió que si eran las diez, todos adentro…un palacio, otro, el patio de los leones, el de verano del sultán, la sala de la “suegra” (la madre del sultán) y a las once y media al Generalife y punto final a la visita de a 60 € por barba. Extraordinaria la explicación de Lara. De todas las veces que he pasado por esta “maravilla” la más esclarecedora. Al punto tomamos el 32 que comunica la Alhambra con el Albaicín, pasando por la plaza de Isabel la Católica (centro neurálgico de esta parte y la otra de Granada) Con esas 1,60 € por barba llegamos al Mirador de San Nicolás (que ocupará una parte importante de nuestras vidas este 18 de noviembre) Había gente, pero podías hacer las fotos correspondientes de enfrente (Alhambra) y de arriba Sierra Nevada, nevada. El bar el Kiki cerrado por ser lunes. De ahí callejeando por el barrio entre carmenes, calles empedradas, hasta llegar al Paseo de los Tristes, siguiendo el cauce del río Darro hasta la Plaza Nueva. Turistas para aburrir, entre ellos un sinfín de japoneses o similares (a veces no es fácil diferenciarlos) En grupo, por parejas, pero siempre siguiendo al guía y sin pausas para pensar, solo para hacer fotos. Comida (frugal) en Tinta Fina de la calle Ángel Ganivet en pleno centro (más que recomendable) Descanso (ligero) entre las cuatro y las cinco y otra vez al 32 para llegar a San Nicolás (segunda vez) antes de que den las seis (o la puesta de sol, la de Clinton) Después de las escaleras, te encuentras con una manifestación de turistas dispuestos a conseguir en primer término la foto del año. Al lado unos músicos con cancionero para turistas y con más desafinos que armonía, no dejan de hacer ruido y luego pasan el plato (es lo que hay). No supe contar cuántos habíamos, pero si fuera de los organizadores de la “mani” diría que unos tres mil mal contados, casi todos japoneses y cuatro chicas de Almería (perdón una lituana, por acento) Al apagarse el sol, recorrido por el Albaicín, calle de Santa Isabel la Real, con monasterio incluido. Regreso a los principios, mirador de San Nicolás (tercera vez) y aperitivo en Juan Ranas (quizás la mejor vista de la Alhambra de este lado) Cenar en Estrellas de San Nicolás (segunda vez en dos años) el fondo se lo imaginan y si no con ver las fotos tienen bastante. Buena cena, buen vino de Sara Pérez y en excelente servicio. Helado de buenas noches en la Abuela de Reyes católicos y a escribir…hasta aquí un día normal de un turista en Granada.