Todas las opiniones vertidas, sobre el discurso del Rey, en las redes sociales o por los politólogos y los diferentes medios de comunicación. Incluidas las de los líderes de las fuerzas políticas y agentes sociales de este país son valiosas para analizar la situación real en España.
Discrepar es bueno, incluso llegar a condenar sus palabras como “incendiarias” en un momento delicado. Todo vale en aras de llegar a conclusiones positivas y negativas según se mire. Personas de mi entorno con mucho criterio se han posicionado de forma dispar y no por eso dejarán de mantener argumentos claros, concisos y fundamentados sobre como ven el pasado inmediato (léase1-O) y el futuro con o sin DUI.
Si alguien esperaba otro tipo de discurso se equivoca. El Rey como Jefe del Estado (como bien dice mi amigo Javier González Granado, Notario de Formentera) es el arbitro en situaciones de máxima tensión. Además citando el articulo 56 de la Constitución, La Corona es el símbolo de la unidad nacional. Por lo tanto tiene que situarse como el primer garante del cumplimiento de las leyes en vigor. Y lo ha hecho. Ha puesto énfasis en la responsabilidad de quienes las incumplen (Govern de la Generalitat), yo diría que mucho énfasis. Luego ha transmitido un mensaje de tranquilidad y de confianza en el Estado (no podía ser menos) al resto de España (lo ha citado al menos tres veces) y a los catalanes disidentes de la linea de actuación del Govern de la Generalitat. Es obvio que a quienes votaron si el pasado domingo y a los que no votaron pero tienen el sentimiento independentista no les ha gustado lo más mínimo (seguramente después del discurso su fe y deseo de independizarse se ha reforzado). Un discurso necesario (el contenido es opinable)en el contexto en que estamos, con posiciones enquistadas y una parte muy importante del pueblo de Catalunya en una postura irreconciliable (más que justificada por lo sucedido el domingo). Por cierto hoy no es Nochebuena, ni mañana Navidad.