Me encanta, déjeme que se lo diga, la ilusión que le pone a sus declaraciones de buena voluntad. Esa llamada al diálogo para solucionar la crisis de Catalunya tiene un cierto trasfondo de cinismo por su parte. Aunque la sabe trasmitir usted a su electorado y simpatizantes, que los tiene por su atrevimiento contra el poder constituido en su partido y por su victoria de arrojo y valentía. Nadie puede quitarle el mérito de comunicar con acierto aquello que sabe perfectamente que no es posible. Y se lo digo sin acritud. Pero con cierta preocupación por el grado de frustración que puede suponer para aquellos que no están en el secreto de lo “que no pue ser, no pue ser y además es imposible”.
A estas alturas del partido y llevamos casi cuarenta años de partido autonómico en este país pensar que el diálogo puede arreglar una situación extrema como la que estamos viviendo pertenece al género de los “Alicia en el País de las Maravillas”. La situación está tan enquistada que solo una firme voluntad de cambiar las reglas del juego pueden permitir una cierta esperanza. Tuvimos la oportunidad de hacerlo posible (acabar con los agravios comparativos y ajustar las balanzas fiscales) con los fondos europeos. Pero era más fácil mantener el clientelismo político en votos que asentar las bases de una relación equilibrada entre las autonomías ricas y pobres. Cómo, convirtiendo a todas ellas en autosuficientes. No hubo voluntad. Y ahora me habla de diálogo? Se ha planteado cuál es el límite que usted y su partido que son dos (a tenor de lo que dicen compañeros suyos con responsabilidades autonómicas) están dispuestos a poner en ese diálogo. La mayoría en el Parlament de Catalunya (los soberanistas) solo aceptan un cambio constitucional y un referéndum pactado, legal y vinculante. Está dispuesto a llegar a eso?. Si es así creeré que usted tiene una solución dialogada. Otra posibilidad es llegar a ese Estado Federal del que los socialistas vienen hablando desde tiempos inmemoriales, donde se acaben los privilegios surgidos del fondo de solidaridad interterritorial y los de El País Vasco y Navarra. Donde se contribuya al mantenimiento de una mínima estructura de Estado y cada territorio administre sus propios recursos. Si es así creeré que usted tiene la fórmula del diálogo. A lo mejor hay otras que desconozco y me sorprende gratamente. Pero después de vivirlo durante casi cuarenta años permítame señor Sánchez que como Santo Tomás meta el dedo en la llaga para creerme su letanía del diálogo.