Descansen tranquilos los “anti taurinos” ante la decisión de Tribunal Constitucional de suspender la ley del Parlament de Catalunya que prohibía las “corridas de toros” en este territorio. No se preocupen porque no volverán los toros a ninguna de las plazas de taurinas de esta tierra. A pesar de que la Monumental de Barcelona sea la más cómoda de España, con el permiso de San Sebastián.
La razón de esta afirmación subjetiva no se basa en el poder de la postura totalitaria de las organizaciones antitaurinas o animalistas, no. Esas obedecen a la “ideología” estalinista de sus miembros donde se practica aquello de “lo que yo no pienso es un error y deberá ser corregido por la colectividad”.
Obedece a cuestiones puramente económicas y sociales. Económica porque la empresa Balañá, dueña de la plaza de Barcelona arraigada en la sociedad catalana por origen, tiene sus negocios de ocio diversificados en diferentes actividades y no entrará en una cruzada para que vuelvan los toros a esta ciudad. Sociales porque la evolución de la afición taurina en España y no solo en Catalunya está a la baja. No hay más que ver el número de festejos y los asistentes. Cada día es más difícil llenar una plaza. Entre otras cosas porque la juventud en su conjunto y salvo excepciones no es un colectivo taurino. Hay una parte que comparte esa afición pero no vas más allá una minoría.
Hoy en día los grandes acontecimientos taurinos se circunscriben a las corridas en las que actúa José Tomás y los festejos, algunos, inmersos en las ferias de capitales y pueblos taurinos de España. Un ejemplo claro traspolable a otras ciudades es Sevilla. Los días de Feria no cabe un alfiler en la plaza o el domingo de resurrección por su tradición taurina. Pero el resto de la temporada se pueden contar los espectadores uno a uno en poco más de diez minutos.
Barcelona nunca ha tenido una “Feria de toros”. Hubo al comienzo de los años 2000 un intento por parte de la empresa Balañá de rentabilizar los domingos de julio, pero nada más. La Merced eran dos corridas y tres si coincidía en un viernes.
Los aficionados catalanes de origen o de asentamiento cuando queremos ver una corrida de toros tenemos varias opciones dentro de los Països Catalans. Irnos a la Catalunya Nord, donde se programan excelentes feria taurinas o a la Catalunya Sud, donde la tradición taurina perdura y sus ferias todavía aguantan la fiebre anti taurina.
Porque negar la vinculación de las corridas de toros con Catalunya y dejarlo simplemente en un culto a la “fiesta nacional” con sentido españolista es cerrar los ojos a una realidad histórica que ha formado parte de la idiosincrasia de los catalanes. Recordar, que la primera plaza de toros (Ronda en Málaga dice lo mismo) se inauguró en Olot. Y en 1929, antes de la gran inmigración de los años 60 en Barcelona habían tres plazas de toros en funcionamiento. Llenadas por catalanes, claro.
Negar que hay todo un manifiesto cultural entorno a lo taurino es negar la existencia de la cultura en su más puro de los sentidos. Pintores, de ayer y hoy. Escultores. Literatos. Compositores y cantantes ha hecho de los toros una expresión cultural. Aun hoy es fácil encontrarse en “los toros” a personas de nuestra cultura contemporánea como Serrat, Miquel Barceló, Joaquín Sabina y otros.
Pero eso no quita que hoy nos sintamos satisfechos con esta decisión de TC. Ya no es la forma, sino el fuero lo que se ha recuperado. Nos han devuelto el sentido de una libertad que nos fue arrebatada por personas que pensaban y opinaban diferente y que solo por eso impusieron su “pensamiento único” al resto de la sociedad.
Ha de ser cada uno de nosotros quien decida cual es el grado de interés que tiene un festejo de esa naturaleza. Y uno mismo debe decidir si va o no va. Las razones múltiples a favor y en contra.