VALENCIA, CIELO E INFIERNO DE RAJOY

Poco o nada podía sospechar Mariano Rajoy en aquel congreso del Partido Popular en Valencia que los apoyos y las lisonjas de sus correligionarios impidiendo su defenestración después de dos elecciones pérdidas frente a Zapatero sería el abrazo de un oso que siete años más tarde lo ha llevado al infierno del adiós a la presidencia del Gobierno.
Allí, en las calendas del 2008 empezaban dos momentos claves para este país. La encumbración de Rajoy como futuro presidente del ejecutivo tras el fiasco de Zapatero. Como así se demostró el 2011. Y la dilatación en el tiempo de la operación de la extrema derecha del PP de hacerse con el poder en el partido conservador. Rajoy vivía en Valencia su ascenso a los cielos de la política después de la amargura de la derrota electoral. Pero nada es gratis en la política española. Los apoyos nunca son incondicionales y menos en un partido presidencialista, si. Pero prisionero de los caciques locales que manejan a los militantes a su antojo. Henchido por la mayoría absoluta, Rajoy no sabía (si lo sabía lo disimulaba muy bien) que el futuro a cuatro años vista sería un calvario y que su particular Gólgota iba a construirse en Valencia a comienzos de 2016.
Pero la realidad, como la justicia, puede ser lenta pero es inexorable cuando se va disfrazando de oscurantismo y al final surge como un volcán arrasando sin piedad cosechas, pero también proyectos de futuro como es este caso.
Las pequeñas y grandes corruptelas en la Comunidad valenciana se iban disimulando a fuerza de mayorías absolutas en las instituciones. Parecía un anacronismo la voluntad de los ciudadanos de esta región, presionemos del clientelismo (como sucede en otras) a la hora de premiar corruptos. Pero la crisis, los recortes y la sensación de tomadura de pelo del ciudadano hizo que el 20 de diciembre el panorama político español sufriera una convulsión y necesitara de mucha imaginación  para vertebrar un gobierno estable. Pero como dice el refrán “dios aprieta pero no ahoga”. Quedaba un resquicio para que Rajoy apoyado por los poderes económicos de esta país. Que no veían con buenos ojos la entrada de Podemos en un gobierno de izquierda radical. Pudiera formar un gobierno en minoría con la abstención de PSOE y Ciudadanos, a pesar de los intentos de Pedro Sánchez de llegar a la Moncloa como único salvavidas de su carrera política.
Todo tenía sentido para Rajoy y los expertos en columnas y tertulias de este país. Pero he aquí que el volcán valenciano vuelve a explosionar y lanzar al cielo político español la lava necesaria en forma de nuevos casos de corrupción que afectan directamente a algunos de los pesos pesados de aquel congreso de Valencia de 2009.
En ese momento Rajoy supo que estaba descendiendo a los infiernos del olvido. A su salida de la Moncloa y al giro posición  de muchos líderes de opinión socialistas, que hubieran jugado a su favor frente a la izquierda radical y que se veían abocados a permitir que Pedro Sánchez presentará su candidatura a sustituirlo en “su” palacio de cristal. Incluso los poderes económicos reaccionaron en su contra…nada era igual después de lo publicado sobre “corrupción en Valencia”. Estaban ya en disposición de buscar una alternativa al pacto de Sánchez con Podemos y reconducir el futuro gobierno de España por la vía del pacto global entre PSOE y Ciudadanos, con la mirada hacia otro lado de los diputados del PP.. Es a su juicio (poderes económicos) la solución menos mala. No la mejor. Pero se quitan de encima el fantasma “iglesias”.
Es en ese infierno de Valencia donde está usted, señor Rajoy, preguntándose en la soledad e la Moncloa el por qué de esta situación. Solo tiene una respuesta y hay que buscarla en que se quedó en el cajón de aquel congreso de Valencia que ni usted ni los suyos conocían o no supieron ver. Donde está el futuro de las derechas en el Partido Popular es algo que merece un aparte…

Poco o nada podía sospechar Mariano Rajoy en aquel congreso del Partido Popular en Valencia que los apoyos y las lisonjas de sus correligionarios impidiendo su defenestración después de dos elecciones pérdidas frente a Zapatero sería el abrazo de un oso que siete años más tarde lo ha llevado al infierno del adiós a la presidencia del Gobierno.Allí, en las calendas del 2009 empezaban dos momentos claves para este país. La encumbración de Rajoy como futuro presidente del ejecutivo tras el fiasco de Zapatero. Como así se demostró el 2011. Y la dilatación en el tiempo de la operación de la extrema derecha del PP de hacerse con el poder en el partido conservador. Rajoy vivía en Valencia su ascenso a los cielos de la política después de la amargura de la derrota electoral. Pero nada es gratis en la política española. Los apoyos nunca son incondicionales y menos en un partido presidencialista, si. Pero prisionero de los caciques locales que manejan a los militantes a su antojo. Henchido por la mayoría absoluta, Rajoy no sabía (si lo sabía lo disimulaba muy bien) que el futuro a cuatro años vista sería un calvario y que su particular Gólgota iba a construirse en Valencia a comienzos de 2016.Pero la realidad, como la justicia, puede ser lenta pero es inexorable cuando se va disfrazando de oscurantismo y al final surge como un volcán arrasando sin piedad cosechas, pero también proyectos de futuro como es este caso.Las pequeñas y grandes corruptelas en la Comunidad valenciana se iban disimulando a fuerza de mayorías absolutas en las instituciones. Parecía un anacronismo la voluntad de los ciudadanos de esta región, presionemos del clientelismo (como sucede en otras) a la hora de premiar corruptos. Pero la crisis, los recortes y la sensación de tomadura de pelo del ciudadano hizo que el 20 de diciembre el panorama político español sufriera una convulsión y necesitara de mucha imaginación  para vertebrar un gobierno estable. Pero como dice el refrán “dios aprieta pero no ahoga”. Quedaba un resquicio para que Rajoy apoyado por los poderes económicos de esta país. Que no veían con buenos ojos la entrada de Podemos en un gobierno de izquierda radical. Pudiera formar un gobierno en minoría con la abstención de PSOE y Ciudadanos, a pesar de los intentos de Pedro Sánchez de llegar a la Moncloa como único salvavidas de su carrera política.Todo tenía sentido para Rajoy y los expertos en columnas y tertulias de este país. Pero he aquí que el volcán valenciano vuelve a explosionar y lanzar al cielo político español la lava necesaria en forma de nuevos casos de corrupción que afectan directamente a algunos de los pesos pesados de aquel congreso de Valencia de 2009. En ese momento Rajoy supo que estaba descendiendo a los infiernos del olvido. A su salida de la Moncloa y al giro posición  de muchos líderes de opinión socialistas, que hubieran jugado a su favor frente a la izquierda radical y que se veían abocados a permitir que Pedro Sánchez presentará su candidatura a sustituirlo en “su” palacio de cristal. Incluso los poderes económicos reaccionaron en su contra…nada era igual después de lo publicado sobre “corrupción en Valencia”. Estaban ya en disposición de buscar una alternativa al pacto de Sánchez con Podemos y reconducir el futuro gobierno de España por la vía del pacto global entre PSOE y Ciudadanos, con la mirada hacia otro lado de los diputados del PP.. Es a su juicio (poderes económicos) la solución menos mala. No la mejor. Pero se quitan de encima el fantasma “iglesias”.Es en ese infierno de Valencia donde está usted, señor Rajoy, preguntándose en la soledad e la Moncloa el por qué de esta situación. Solo tiene una respuesta y hay que buscarla en que se quedó en el cajón de aquel congreso de Valencia que ni usted ni los suyos conocían o no supieron ver. Donde está el futuro de las derechas en el Partido Popular es algo que merece un aparte…

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