La historia reciente de Esquerra Republicana de Catalunya (léase periodo democrático) está llena de líderes efímeros, apéndices de los grandes partidos (CDC o PSC) hasta la llegada de Oriol Junqueras y el advenimiento del independentismo tras la “mani” del 11 de septiembre de 2012 y la decisión de los convergentes de Más de adherirse a última hora a esa corriente. Es en ese momento cuando adquiere su protagonismo en una Catalunya fracturada entre independentistas y constitucionalistas con su apoyo parlamentario a Junts de Puigdemont y Torra o tras su victoria en escaños en las elecciones de 2020 y el gobierno en coalición con Junts y en solitario posteriormente. Hoy, sabemos a ciencia cierta que Sánchez (presidente del gobierno) apoyará la candidatura de Salvador Illa a presidente de la Generalitat (incluso si eso le hace perder el apoyo de Junts en el Congreso) Por lo tanto le corresponde a la ERC sin Aragonés, sin Junqueras y sin Rovira decidir que vía escoge entre este 16 de mayo y el 10 de junio, momento en que se constituya el Parlament y se elija la Mesa de la cámara. O regresa a la senda del independentismo ligth de la mano de Puigdemont (con los matices aplicados por la “burguesía catalana” refugiados en la patronal del Foment de Sánchez Llibre) como objetivo prioritario o abraza el pragmatismo y regresa a ser apéndice del PSC por la vía de la presidencia del Parlament y participación en el gobierno tripartito (reedición de aquel de Maragall, Carot y Saura) hoy con nombres distintos. A la declaración solemne de Aragonés de “pasaremos a la oposición” le siguió un análisis pormenorizado de la situación y la de los militantes en puestos de responsabilidad dentro de la administración autonómica y que por mor de un “mal pensamiento” pueden engrosar las filas del paro en Catalunya. Dura decisión que condicionará su futuro a medio plazo. Luego viene el congreso de noviembre donde se deberá escoger entre el liderazgo de Junqueras o un nuevo líder que hoy por hoy “ni está, ni se le espera”. En ERC nunca hay peligro de escisión dada la fortaleza histórica de este partido (hay que recordar a Hortalá, Colom, Rahola, Carot o Puigcercós) pero si una lucha por el poder que va en paralelo con estrategias de futuro y especialmente la dicotomía entre la “utopía independentista” o el “coche oficial” del govern. Los resultados del 12 M hacen que, pese al desastre electoral, la política catalana y parte de la española gire en torno a una Esquerra Republicana de Catalunya descabezada.