CRÓNICAS MARCIANAS 67

Debería titular esta nueva aparición de Crónicas Marcianas como “El Club de la Comedia”
Desde mayo del año pasado que no había vuelto a coger la “pluma” para retomar la opinión política en este oasis personal “CRÓNICAS MARCIANAS”. A pesar de las “demasiadas cosas” que han venido sucediéndose en el panorama político, no he encontrado el momento para opinar.
Ahora, después del DEBATE (que se quedó en debate, con minúsculas, por la impericia sectaria del presidente del Senado) entre Sánchez y Feijoo, las circunstancias obligan a este “opinador” a regresar al ruedo de una España convulsa, metida en el miedo de la inflación, el frío invierno y los nuevos duelos en el frente electoral.
El apocalipsis socialista se instaló en el Senado para dar cobijo a lo que algunos medios han calificado, “A por la remontada”. Titular que invita a la épica (en este caso la de Sánchez y no la del Real Madrid) Gobierno en pleno, cámaras de aquí y allá, observadores con presencia o teletrabajo (está de moda) asesores de uno y otro lado de las bancadas y un país dando la espalda a sus políticos mirando al norte (al sur no nos quedan ojos para ver) por si este invierno debemos recurrir a la leña para alimentar nuestras calderas. Un país que sigue preguntándose quién paga la fiesta.
En este Club de la Comedia en que se convirtió la Cámara Alta el presidente pudo decir lo que quiso, como quiso y en el tiempo que quiso (dos horas y siete minutos) y el telonero, Núñez Feijoo tan solo veintisiete minutos para intentar un golpe de suerte que acabara por la vía rápida el debate. Como describe Juliana en La Vanguardia: El error de Ander Gil (presidente del Senado)
Pedro Sánchez domina como nadie los escenarios épicos. Se ha movido en ellos desde su salida como secretario general del PSOE (expulsado por la ortodoxia) desde la reconquista del poder socialista con caravana de amigos (los chicos del 15 M) y el acceso al poder de este país con el apoyo de aquel “todos contra Rajoy”. Luego le siguió su época de telepredicador en la pandemia, sus contradicciones al albur de lo que quieren oír los españoles y un largo etcétera hasta que las encuestas le han demostrado la máxima de Abraham Lincoln “Se puede engañar a todos alguna vez, o engañar a algunos siempre, pero no se puede engañar a todos siempre”.
El presidente, dicen todos los comentaristas leídos y escuchados, más pareció el líder de la oposición que el mandatario al que nos tiene acostumbrados. Pasó (por lo que vi) de la retórica a lo “mosén Sánchez” a un ataque despiadado contra Núñez Feijoo (me recordó en algún momento aquel Casado de hoy si y mañana también) De nada sirve ser un presidente respetado (como nunca) en esta Europa venida al frío. Allí en Bruselas, Sánchez, es más del norte que los “parias” del sur. Hasta el bueno de Macron empieza sentir cierta envidia. Luego llega a España, le leen las encuestas, se enrabieta y se convierte en un “Curro Jiménez” buscando refugio en Sierra Morena. Dicen (comentaristas bien informados. Los hay del montón) que Sánchez se ha echado al monte otra vez en busca de un populismo a la izquierda del centro político. Quizás los avances de Suma, con Yolanda Diaz y lo que quede de Podemos asusten por la izquierda. Mientras el centro se ha instalado en la estabilidad y la moderación (el referéndum en Chile es un ejemplo a tener en cuenta para los especialistas en sociología electoral)
Al otro lado de la bancada azul estaba el telonero, poco dado a malabares de filibustero con conejo de la chistera, acostumbrado ganar las elecciones en Galicia sin mayores fuegos artificiales que los de una romería de san Mamede en agosto. Poco empático (dicen los que le conocen desde la distancia). Severo en las relaciones personales (los que le tratan a diario) Con cara de monaguillo espabilado, de los que nunca se ha bebido el vino de misa. Discurso plano, sin la brillantez exigida a un escenario mayestático, creado por los medios al servicio del poder. Errático en algunos pasajes, pero limitado a contestar en veintisiete minutos, las andanadas de dos horas y siete minutos. Dicen (unos y otros) que desaprovechó la ocasión. Seguro que así fue. Ni convenció, ni quizás lo pretendía, a los oyentes y a los espectadores del canal 24 horas (desconozco la audiencia, pero no sería la de un Barça-Madrid de la próxima semifinal de la Champions) Porque las elecciones se dirimen en otros terrenos de juego. Dependen y mucho de los “voceros”, sean escritos o audiovisuales. Todos responden a intereses económicos, vengan del poder público o de poderes fácticos. La lucha por la supervivencia social o por la supervivencia económica tiene mucho que ver en lo que sucederá en mayo (elecciones locales y autonómicas) o en un diciembre sin regalos de Navidad (aprovechen el 2022, porque no sabemos cómo será 2023)
El DEBATE (en mayúsculas) se libra por fases y sin los protagonistas (Sánchez o Feijoo) Está en un invierno frío (siguiendo el cambio climático) o templado (como le gustaría a la Moncloa) Un otoño caliente o sin sobresaltos (dependerá del poder adquisitivo de la clase trabajadora) Una estabilidad económica de las familias ¡Ay las clases medias! Muchos etcéteras (previsibles o sorpresivos) que en este momento son difíciles de evaluar. No me pregunten quién ganó el debate (en minúsculas). Nunca hay vencedores y vencidos en el Club de la Comedia. Me quedo con la pregunta del sabio gallego don Pío Cabanillas Gayas al término del recuento de una jornada electoral, ¿Quiénes hemos ganado las elecciones?

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