CRÓNICAS MARCIANAS 64

CUESTIÓN DE VELOCIDADES

Los resultados del día de San Valentín de 2021 (año II de la pandemia) dejan un panorama político suficientemente claro como para plantearse cómo puede ser el futuro de las relaciones políticas entre Catalunya y el Estado. Los discursos de los líderes independentistas (visto el porcentaje de votos de esta opción, más del 50%) no dejan lugar a dudas sobre la composición del próximo govern. Presidente de ERC y negociación dura, pero resolutiva de las tres fuerzas soberanistas (la voluntad de integrar a Podem, es simplemente eso, voluntad) La incógnita es si la CUP participará en el govern; en cualquier caso su influencia será decisiva. Conformar un gobierno salido de una mayoría parlamentaria con un denominador común: la república catalana. No será fácil porque existen divergencias ideológicas profundas: El centro derecha de Puigdemont (con el apoyo decidido de una burguesía catalana independentista, pero que no quiere renunciar a su parte de “derecha”) El centro izquierda de ERC (más cercano a postulados ideológicos de izquierda, aunque aplique teorías de Groucho Marx cuando es necesario) La radicalidad de izquierdas de la CUP, incluida esa parte de rebeldía frente al sistema de muchos jóvenes que se han incorporado a su electorado desde una “generación perdida”. Reunir en un proyecto común tanta diferencia esencial a la hora de administrar lo público nos parece una obra de ingeniería política. Siempre les quedará apelar a ese denominador común entre los tres: la independencia de Catalunya.
La segunda premisa que surge de ese San Valentín en catalán es la abstención real de un 26% de los votantes (el otro 20 hasta el 46 es abstención técnica) Dicen los expertos que la abstención se reparte proporcionalmente al resultado real. Pero si hubiera podido influir en el desequilibrio porcentual de una sociedad dividida entre: independencia o españolidad de Catalunya. El hecho de sobrepasar ligeramente el objetivo del 50% + 1 de los votos por parte de los partidos independentistas condicionó el discurso de Junqueras y Aragonés (sobretodo) de Puigdemont y Borrás.
El futuro a corto plazo será conformar un gobierno y un proyecto donde se conjuguen las sensibilidades ideológicas diferentes, pero supeditadas a las necesidades prácticas de una sociedad que lleva meses de un desgobierno por las luchas intestinales entre ERC y Puigdemont. No lo duden, llegarán a un pacto necesario. Unas nuevas elecciones por falta de ese acuerdo sería un fracaso inasumible para las tres fuerzas soberanistas.
A medio plazo deberán resolver el problema de las diferentes velocidades en las relaciones con el Estado. La que (hasta San Valentín) había anunciado ERC de ir por la vía del diálogo de igual a igual (léase comisión bilateral) o la vía rápida de unilateralidad escogida por Puigdemont y la CUP para llegar al mismo lugar: la amnistía y la convocatoria de un referéndum de autodeterminación (imposible en las circunstancias actuales) Es el nudo gordiano a resolver antes de presentar un frente común a Moncloa. Los discursos de la noche electoral y las declaraciones de última hora no despejan algunas dudas razonables. Cuando se esperaba la radicalidad de Puigdemont y Borrás (Sabater el valor se le supone) Sorprendieron los de Junqueras y Aragonés apelando a una demanda de la ciudadanía de llegar a la republica catalana con paso acelerado (antes era sin prisas, pero sin pausa) Aquí la política con mayúsculas tendrá mucho que decir.
A largo plazo veremos la influencia de esta situación en la política española.La posible radicalidad del futuro govern de la Generalitat condicionará las relaciones con el Estado. Las velocidades serán determinantes para Pedro Sánchez y su gobierno de coalición. Si ERC mantiene su voluntad de “antesdeayer” el diálogo nos llevará hasta la próxima legislatura dándole oxigeno al PSOE. Se podrá posponer la discusión de un nuevo sistema fiscal entre autonomías que supondría la rebelión de los “pobres” (léase Andalucía, Castilla la Mancha, Aragón. Extremadura, etc) frente a los deficitarios (Baleares, Catalunya, Madrid o la Comunidad Valenciana) que aspiran a reducir la balanza hasta el 4,5% en su contribución al fondo de solidaridad interterritorial. Todo quedaría pendiente de una nueva victoria electoral de las fuerzas de izquierda y cuatro años más de plazo para resolver el conflicto catalán.
Si la velocidad está condicionada por Puigdemont y la CUP, Pedro Sánchez se verá abocado a una opa a Ciudadanos en el Congreso de Diputados para no depender de los votos de ERC. Esta cuestión impedirá la solución del conflicto político en Catalunya a corto plazo y radicalizará la sociedad catalana en los dos bloques que surgieron a raíz de la DUI de 2017.
“Largo me lo fiais querido Sancho”. Todo está más cerca de lo que nos pensamos…Incluida una nueva fractura de la sociedad catalana, calmada en lo político por el efecto covid. Amnistía de los condenados en el juicio del “procés” y referéndum de autodeterminación no se ven en el horizonte inmediato del gobierno Sánchez…otra cosa es la posibilidad de un indulto (blanco y en botella, diría yo) Todo con un fondo común, la renovación de la cúpula del Poder Judicial adecuándolo a la actual mayoría parlamentaria.
La última premisa es la irrupción de VOX en el Parlament bajo sus siglas. El espectro social que representa ha estado siempre a través de las siglas de Alianza Popular de Fraga o el PP de Aznar y Rajoy. No hay que olvidar que Vidal Quadras (PP) y Sánchez Camacho (PP) obtuvieron 17 y 18 diputados respectivamente. El resultado de ayer en este bloque unionista es la consecuencia de un cambio de preferencias entre su electorado, además de la irrupción de nuevos votantes radicalizados, incluso aquellos que expresan su voto a los extremos como vía de protesta contra el sistema. Existe una burguesía catalana a la vez que española que lejos de posturas centristas (Suarez y compañía) intentó en 1980 concurrir en Catalunya bajo el paraguas de la Alianza Popular de los siete ex ministros de Franco. Solidaridad Catalana de Juan Echevarría Puig se quedó a las puertas del Parlament, disolviéndose días después de aquellas elecciones. Desde1984 hasta hoy se refugió en los partidos estatales de derechas (últimamente Ciudadanos) La falta de liderazgo en la derecha clásica y con la aparición de VOX les ha permitido encontrar su camino natural.
Ciudadanos ha alcanzado su nivel de anécdota en el panorama político español y ha cumplido el papel para el que fue creado, frenar con mensajes radicales la progresión de la corriente independentista en Catalunya. La fragmentación de la sociedad catalana en dos posturas antagónicas (unida a una posición poco firme del PP en el gobierno) hizo posible su victoria en Catalunya en 2017. Hoy, sin los apoyos económicos del sector empresarial y de los medios de comunicación afines los ha llevado a una representación testimonial. Su futuro pasa por darle un margen de tranquilidad a Pedro Sánchez ante una eventual renuncia de ERC a apoyar al gobierno de coalición en Madrid.
La derecha está huérfana de un liderazgo carismático que pueda vehicular el descontento con el PSOE y Podemos por la gestión de la pandemia. La crisis económica actual, más la que se avecina, unida a la crisis sanitaria necesita respuestas contundentes y creíbles desde una oposición responsable. La batalla dialéctica no favorece al opositor y los ciudadanos perciben que esa lucha partidaria está por encima de un trabajo serio y eficaz para combatir de forma conjunta la actual crisis que afecta a sectores básicos para nuestra economía. Esa crisis ha llegado a los sectores más vulnerables de la sociedad y está repercutiendo en una desconfianza general en toda la clase política.
Todo lo que aquí se relata queda supeditado a como se apliquen las medidas derivadas de las ayudas de la Comunidad Europea. Nadie quiere quedarse fuera del reparto de esos fondos europeos para solventar la crisis sanitaria y económica creada por el covid. Seguramente los 140 mil millones de euros serán capaces de alterar posturas, voluntades y deseos que hoy, pero no mañana, son inamovibles.

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