DEMÓCRATA Y PERIODISTA
“No soy activista, señora, soy demócrata y periodista”. Esta frase dicha por Angels Barceló en la Cadena Ser cuando trataba de que Pablo Iglesias no abandonara el debate electoral de la comunidad de Madrid, respondiendo a Rocío Monasterio ha cambiado el sentido de una campaña que se había convertido en un placentero paseo triunfal de Isabel Díaz Ayuso. Todos los medios, todos los mentideros políticos daban por hecho la victoria electoral de Ayuso y un futuro gobierno en la Comunidad de Madrid con o dependiente de los diputados de Vox. Todo entraba en la normalidad de un Madrid capital y corte y un cinturón industrial resignado a su suerte por la falta de un liderazgo en una izquierda dividida entre moderados, pactistas y radicales. Ni siquiera el debate de Telemadrid, retrasmitido por TVE y La Sexta, había conseguido levantar el ánimo de la izquierda (que gobierna España) más allá de la invitación de Gabilondo a Iglesias a repetir la fórmula Moncloa. Eso si, como Sánchez, diciendo aquello de “donde dije digo, digo Diego”.
En esas que llega el debate de la Ser, sin Ayuso, claro. “para que exponerse si lo tengo ganado” se lee en la libreta del estratega, Miguel Ángel Rodríguez. Las primeras palabras subidas de tono surgen cuando se le pide a Monasterio que condene las cartas-bala recibidas por tres personajes de la política. Especialmente porque la señora Monasterio había puesto en cuestión la veracidad de las amenazas contenidas en las susodichas misivas. El diálogo (a todo se le llama diálogo) entre Iglesias y Monasterio sube de tono y entre acusaciones veladas de uno contra otro. Iglesias amenaza con irse y se va…Monasterio pierde los papeles, la educación recibida en, seguramente colegio de monjas (de pago claro) y rompe con la normal anormalidad de cualquier campaña donde se incluyen insultos diluidos en alusiones a cuestiones personales, lejos del lógico debate sobre las ideas.
A partir de ese momento se hacen trizas todos los pronósticos para el 4 de mayo y entra en juego algo más que la pandemia, la apatía ciudadana, las terrazas de Madrid, los restaurantes, la pelea Sánchez-Ayuso, las libretas de Redondo o Rodríguez, la “sosería” de Gabilondo, el rigor de García, el rebelde con chalet de Iglesias, el rojo y blanco de Ayuso, la oferta de “Alicia en el país de las maravillas” de Bal, un Casado de “no sé que será de mi” después del 4.
“No soy activista, soy demócrata y periodista” espeta Angels Barceló ante una acusación fuera de lugar, injusta y especialmente reveladora de cómo es realmente Rocío Monasterio. Ese breve diálogo transmitido “urbi et orbe” por todos los medios escritos, audiovisuales o redes sociales de este país despierta un sentimiento generalizado a rechazar a la señora Monasterio, todo lo que representa, a quién representa y cualquier atisbo a que pueda gobernar o ayudar a gobernar.
Ese sentimiento, al que me refiero, puede convertirse en un calvario cheli (si me permiten) de una señora Ayuso que va a necesitar todo el ingenio de MAR (su estratega) para contrarrestar el voto militante con la democracia, que a buen seguro se había resignado a una derrota por falta de atractivo en los carteles y que ahora ha empezado a leer aquel “Fuenteovejuna” popular que toca la fibra llámenle “patriótica” o lo que ustedes quieran de quienes se sienten amenazados.
¿Error o táctica perfectamente orquestada desde VOX? ¿Es Monasterio tan imberbe en política o la punta de lanza de un Abascal transfigurado en Marie Le Pen? Nunca he creído en la casualidad en política, ni en los errores infantiles de personajes con cierta experiencia en esto del populismo. Permítanme la licencia de decirles que estoy más en ese intento de Abascal de no ser fagocitado por una Ayuso en progresión geométrica al liderazgo populista de la derecha y quedarse en un partido testimonial condenado a darle sus votos al PP a cambio de una palmadita en la espalda.
Menos mal que Abascal se quedó en Jean-Marie Le Pen y no es, ni por asomo, la actual “extrema derecha” francesa, lejos de aquella radicalidad fascistoide que todos rechazaban, incluso por algunos correligionarios. Hoy su techo electoral lo marcan las salidas de tono de Monasterio o las bravuconadas para despertar el énfasis de sus hooligans.
Si estuviera Pérez Rubalcaba, la izquierda “Moncloa” tendría la Puerta del Sol a tiro el 5 de mayo…no lo duden. Pero, lamentablemente, no está. Aunque Monasterio lo ha puesto fácil. Ahora le toca remar a Ayuso y sobretodo a Miguel Ángel Rodríguez, para plantear un plebiscito entre la derecha conservadora, la extrema derecha y aquellos que sin ser de unos o de otros querían una Comunidad donde se viviera a la madrileña de Isabel Díaz Ayuso, sin importarles si eran ideas o un oportunismo surgido de una libreta perfectamente adaptada a sus necesidades. Se acabó aquello de “Libertad o Comunismo”. Ahora hay que elegir entre Demócratas o “monasterios”.