CRÓNICAS MARCIANAS 52

BATALLA IDEOLÓGICA

La batalla política de la crisis del coronavirus en España será finalmente una “guerra” ideológica entre los grandes modelos de sociedad que han imperado en occidente los dos últimos siglos…quizás desde la revolución obrera de 1842.

Este es el enunciado de lo visto ayer en el Congreso de los Diputados.

Hasta ahora, bajo el manto de una frágil unidad política frente al problema sanitario, los escarceos entre los actores políticos del 2020 se libraban en Madrid. Casado arremetía contra algunos errores de Sánchez. El PSOE (Sánchez también) golpeaba el flanco del PP por vía de Ayuso y Almeida, los alfiles del PP en Ayuntamiento y Comunidad (la más afectada por el virus) No obstante la tendencia de los españoles a la épica, a la necesidad de globalizar los males para luchar “unidos”, a encontrar héroes que luego convertimos en salva patrias, disimulaba la cruel realidad de una pandemia que nos condenaba hoy y seguramente mañana. Las balas de fogueo de unos contra otros eran: Falta de previsión. Mascarillas. Respiradores. Test rápidos o PDR. Equipos de protección adecuados. Aviones que no llegan. Mercado agresivo. Una larga lista de agravios en la gestión. Mientras las armas de verdad eran: la lista de contagiados, la lista de ingresados en los hospitales (incluidos los de campaña) la lista de ingresados en las UCI. El cansancio acumulado de los héroes de verdad. Los contagiados entre los sanitarios y profesiones de primera necesidad. No quiero extenderme antes de llegar a la más cruda de las realidades. Los muertos en general (sea cual sea la cifra de verdad) que ha significado un mazazo para una sociedad que no acaba de despertar de la pesadilla que la ha encerrado en casa. De entre los muertos hay un hecho que ha puesto de manifiesto las carencias del tan cacareado “estado del bienestar”. Las muertes en las residencias de ancianos. A la que hay que añadir el daño sicológico por los que se han ido en “soledad”. Tiene que sacarnos los colores a todos. Seguramente la responsabilidad se la achacaremos a los gestores políticos que en épocas de vacas flacas han mirado hacia el lado opuesto a la hora de asegurar ese “mínimo garantizado” de nuestros mayores, su bienestar. Pero también hemos de analizar la conducta de una sociedad que ha preferido hacer la vista gorda y oídos sordos a una atención precaria a quienes necesitaban todas nuestras atenciones. Nadie está exento de culpa en este “negro” apartado de la pandemia 2020.

Hasta aquí habíamos llegado (ayer) con el eslogan del marketing político “responsabilidad de estado” para hacer saber a los perplejos ciudadanos que los errores de unos y otros caben bajo esa gran manta “numantina”.

A partir de ese momento empieza la batalla de todas las batallas de esta pandemia. Nada más y nada menos que un futuro más incierto que la incertidumbre de este pasado inmediato. Oímos hablar de miles, muchos miles de millones de euros y de momento nada ha llegado al necesitado de todos los frentes económicos. Primero los parados de última generación, sin subsidio. Afectados de los miles de ERTE. Autónomos de vivir al día. Autónomos de pequeño y mediano empresario. Otra larga lista hasta llegar a la industria globalizada o los dueños del poder económico (estos pueden esperar, creo) ¿Quién manejará esa barca? Me pregunto cada día.

Porque como vimos ayer el debate se ha situado en el plano ideológico. Lo viene anunciando el señor Iglesias desde su primera intervención en esta crisis: Nadie puede quedar fuera del amparo público. Lo repitió hasta la saciedad el señor Rufian “público, público, público”. Situándonos en las conocidas tesis de la estatalización de todo lo imprescindible para el “salario mínimo garantizado”, paso previo a la nacionalización de sectores estratégicos (sin especificar cuáles son) Porque a entender de Podemos y adláteres estratégicos pueden ser todos. ¿Quién lo paga? Los otros. Los bancos rescatados (lógica aplastante) los otros bancos (estratégicos o no) las multinacionales globalizadas, las empresas vía impuesto de beneficios (estratégicas o no), las grandes fortunas, terratenientes en el ámbito rural (estratégicos o no) Si con todo eso no llega pasamos al incremente impositivo sobre la clase media (incluyo aquí las profesiones liberales)

El escenario que dibujan es el fin del “bienestar económico” como lo hemos entendido hasta hoy (con los graves errores cometidos) y entramos en el “bienestar uniforme” donde la libertad individual se somete al colectivismo. Es una manera de entender la salida de una crisis sin precedentes. La riqueza la crea y la distribuye el estado que se convierte en el motor de la economía alterando la ecuación actual de 70% privada, 30% pública.

En el otro lado los representantes del neoliberalismo capitalista a la europea (no confundir con el capitalismo salvaje de las tres grandes potencias, USA, China y Rusia) que representan los avances en materia de derechos sociales conseguidos a lo largo de las décadas entre 1932 y 2020 con una gran guerra y varias recesiones de por medio. Con un grave, gravísimo error conceptual que degrada muchas de las conquistas sociales. La desigualdad creciente entre ricos y pobres. En este sector ideológico cabe situar a la socialdemocracia (tal como la conocemos hoy, heredera de la Suecia del 32 y de la Alemania de Willy Brandt) representada por un socialismo moderno conceptualmente (en España divido en dos dentro del propio PSOE, solo basta seguir a barones y Felipe González, diametralmente a las tesis del Sánchez prisionero de Iglesias) capaz de aplicar desde el gobierno una política de avances sociales hacia la fórmula de “capitalismo social” que recupere las esencias de aquella Europa de la vanguardia en la conquista de derechos individuales (aborto, eutanasia, igualdad de género, etc)

Del otro lado están los centristas y la derecha homologable a la democracia cristiana alemana e italiana (con sus diferencias de práxis) o el gaullismo francés. Aquí estaríamos hablando del Partido Popular (en su trayectoria global desde su asentamiento en el centro-derecha en 1982) Defensores del actual modelo donde lo privado es motor de la economía y lo público (el estado) debe servir para dinamizar esa parte privada. Paralelamente en esta órbita se sitúa el sector empresarial, claramente diferenciado entre empresas que compiten en un mundo globalizado condicionadas por el capitalismo salvaje de las tres potencias y otras con una mínima, pero al fin vocación e intención social, que tratan de influir en ese margen de entendimiento empresario-obrero. Imprescindible para una paz social en el entorno económico actual.

Este es el escenario para la convocatoria de un diálogo (a mi se me antoja de sordos) para combatir la crisis económico-social derivada de la crisis sanitaria del Covid 19.

Si el planteamiento final es ideológico estamos ante “lo más difícil de lo imposible”. Porque los del sector centro-derecha ni se plantean acudir a la llamada.

Desde el debate de ayer en el Congreso. Hay que analizar los epítetos que se dedicaron unos y otros para saber que las heridas van más allá de las ideologías o posturas políticas. Han llegado al estadio individual y ahí es donde se pierde la perspectiva.

La única esperanza que nos queda, a los que esperamos algo de un algo casi imposible, fue el discurso de Aitor Esteban del PNV. Al más puro estilo de una derecha que recibe imputs de la derecha a la europea con una vocación de gobierno (más pragmático que ideológico) y versionado por su vocación jesuítica derivada de las tesis estudiadas por la clase dominante vasca en Deusto. Un discurso realista colocando a cada uno en su sitio con respecto a la necesaria combinación entre el sistema económico imperante y la propuesta de maximalismo social y público de la otra propuesta ideológica. Si se llega al diálogo (tengo mis dudas a corto plazo) ese discurso debería fotocopiarse y entregado a todos y cada uno de los interlocutores.

PD: las tesis del PNV le han llevado en los cuarenta años de democracia y estatuto de Guernica a una posición dominante en el centro (derecha e izquierda) y la derecha vasca. Eliminando al PP como fuerza representante de un sector (oligarquía económica) vasco-español que a lo largo de los años han primado la eficacia y el bienestar a las posiciones identitarias. El final de ETA y el estado del miedo a contribuido a la actual correlación de fuerzas en Euskadi.

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