CRÓNICAS MARCIANAS 43

EMOCIONES VERSUS PRAGMATISMO

200.000 emociones (acepto la cifra de los organizadores. Eran muchísimos) en una campa de Perpignan (Francia) para renovar su fe en dos dogmas consecuencia del 1-O en una parte sustancial de la sociedad catalana: Puigdemont e Independencia vía República Catalana (el orden de los factores no altera el producto)

La Mesa de Diálogo de Pedro Sánchez. El advenimiento pragmático de Esquerra y un cierto cansancio de la otra parte sustancial de la sociedad catalana habían disuelto (de alguna manera) la efervescencia del espíritu soberanista. Había que reinventar fórmulas que devolvieran la esencia de ese espíritu ante la que se avecina (elecciones catalanas por martirio de Torra) Nada mejor que apelar a la épica (la de las remontadas en el Camp Nou o las de “tornarem a lluitar, tornarem a sofrir, tornarem a vencer” del president Companys) para insuflar a los convencidos de que no hay que bajar la guardia ante los cantos de sirena que llegan desde Moncloa en forma de “diálogo”. La señora Borrás lo venía advirtiendo…

Puigdemont necesitaba un baño de masas para llegar a la cita electoral con un pie por delante de Junqueras. Perpignan era el lugar idóneo (a 30 kms de su Catalunya, la del norte mira hacia París) Incluso el discurso primero de Ponsatí y después del propio Puigdemont formaban parte de un guión muy estudiado. “No me fio” vino a decir el hombre de Waterloo y las miradas se tornaron desafiantes ante el “ya veremos” de Esquerra. El escenario de aquí a futuro es ese. La pregunta que se nos antoja (después de leer esta mañana a Zenón y Lola García) es ¿a qué parte de la sociedad catalana beneficia el clima emocional que Puigdemont trata de dar a las futuras elecciones?

La segunda reflexión que me hago es: ¿de la Mesa de Diálogo de Sánchez qué queda después de Perpignan?

La respuesta no antes del verano.

Las emociones (ya lo hemos dicho) están bien cuando de épica se trata. Las emociones en política suelen ser la parte irracional de lo que debería ser racional. Fíjense en el País Vasco…Cincuenta años de ETA (lucha armada para la independencia) Una izquierda abertzale (alimento ideológico de ETA) Más de 100 años de PNV a la sombra de Deusto (jesuitas) Una derecha españolista alimentada desde la margen de la ría (Algorta y Neguri) o en la parte de frontera de Álava con Castilla (incluso el PP tuvo la alcaldía de Vitoria) Y con el devenir de los tiempos y una acomodación a “lo que tenemos” Los fueros por ejemplo (Desde Espartero hasta hoy nadie los ha tocado) Han ido reuniendo voluntades hasta convertir a los abertzales en “independentistas pero menos” Al PNV en la fuerza aglutinadora de las dos derechas y las dos iglesias. A la derecha españolista en fieles servidores de un VOX testimonial y a un PP en busca de un espacio perdido. Todo en aras del pragmatismo elevado a su máxima categoría…no es otra cosa que el bienestar social (Ya no está ETA que justifique la teoría del miedo) en pos de una situación económica global donde vivir se ha hecho cómodo. Las necesidades de la aritmética parlamentaria en Madrid han resuelto parte de la cuestión (los votos favorables del PNV a Sánchez valen lo mismo que la abstención de Bildu o por seguir el ejemplo de esta nueva situación…gobernar Navarra con los votos abertzales y nadie se rasga las vestiduras. Ni peligran los Sanfermines) Pragmatismo. La última consecuencia es el traspaso de las 32 competencias que le faltaba al Estatuto de Guernika…Incluida la caja de la Seguridad Social que completa el ciclo. Menos fronteras y militares lo demás es la base de lo que conocemos como Estado. Pragmatismo. Mientras en Perpignan (Francia) 200.000 emociones pretenden perpetuar el lenguaje de una ruptura que nos aleja y mucho de conquistar “fueros” que redunden en un bienestar social que algunos quieren y otros no quieren.

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