EL FINAL DEL CAMINO

Buenos días querido lector. Esta misma mañana al mismo tiempo que  lee esta columna, un servidor estará entrando en la Plaza del Obradoiro de Santiago de Compostela después de 41 días de incesante caminar desde Sevilla. 1000 kilómetros que le aseguro dan para mucho, pero que permiten observar con cierta relatividad algunos de los problemas que por el arte de aparecer en los medios de comunicación pasan de simples anécdotas a acontecimientos de discusión diaria en casas, trabajos y cafés de turno.  No me refiero a eso que se ha venido en llamar crisis económica que desde hace cinco años se ha convertido en la “bicha” que diría un sevillano allá por el quince de abril. Precisamente esta mañana han sido llamados a capítulo en el “sacrosanto” Palacio de la Moncloa, los señores Rubalcaba y Durán por aquello de que don Mariano les va a contar, me temo, las últimas recomendaciones de los que mandan en estos menesteres. No seria extraño que a estas mismas horas que usted desayuna y yo me dedico a cerrar el Camino de Santiago, nos estén subiendo el IVA o le estén poniendo otro candado a alguna de las conquistas sociales de este maltrecho estado de bienestar donde por mor de ser más reyes magos que gestores nos hemos, perdón se han gastado, lo que había en la caja, lo que pensaban que iban a cobrar y lo que sabíamos que nunca cobrarían.A lo largo del Camino por las dehesas de esa línea recta entre Sevilla y Zamora o las muchas “corredoiras” de una Galicia profunda donde el trabajo es el pan nuestro de cada día y  las noticias, buenas o malas, eran un producto más de un entorno lejano. Ahora todo lo referente a esa crisis se ha convertido, por lo escuchado me refiero, en el centro neurálgico de las vidas de quienes siguen teniendo el mismo trabajo pero están preocupados por el futuro de unos hijos a los que no se les ve un “futuro” por mucho sacrificio que hayan hecho a la hora de darles estudios.Tanto es así que ayer mismo en uno de esos bares “descanso” en el Camino un paisano hablaba con otro el tema del cierre de los bancos con pérdidas recomendado por la OCDE. Ninguno de los dos, me dio la sensación, sabían exactamente que significaban esas siglas. No obstante conocían de “pe a pa” lo que los medios de comunicación habían resumido del informe en cuestión. Unos años antes, quizás los cinco que llevamos de purgatorio antes de volver al infierno de la crisis, estos paisanos ni hubieran reparado en la OCDE, ni en los bancos, ni en las pérdidas. Meras anécdotas de una vida que hay más allá de la aldea. Hoy, amigos, es el centro de esas vidas dedicadas al campo y la ganadería. Me quedé con una frase antes de seguir en eso de andar, “mi hijo ya ha empezado en lo de las vacas este mismo lunes, desde que acabó los exámenes en Salamanca”. Posiblemente el  único futuro para uno de esa generación perdida.

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